Year: 2015

Un año más sin ti

Cada fin de año, mi padre nos mandaba a Estados Unidos a visitar a mi tía, la hermana de mi madre. El viaje duraba lo que las vacaciones escolares de entonces, tres meses completos. Visitamos varias veces Fayeteville, en Carolina del Norte, porque mi tío, quien era Boina Verde, estaba estacionado en la vecina Fort Bragg. Él murió en una emboscada, en un río de la provincia de Kien Giang, durante el que sería su último servicio en Vietnam, en 1971. Un par de años después, mi tía se casó con otro militar y debido a los cambios de base a los que era asignado, viajamos a varias ciudades de la costa este.

El bloqueo del lector

Supe que algo raro pasaba cuando perdí cuenta de la cantidad de libros que tenía sin terminar de leer. Los empezaba, me animaba por un par de días y luego los dejaba pendientes. No sentía urgencia por regresar a la lectura para saber cómo continuaba la historia. Probaba uno, probaba otro, y nada me enganchaba. En todo este año, he leído un libro completo. Solamente una novela. Digo esto con profunda vergüenza. Durante todo este año, me ha resultado imposible encontrar un libro que me atraiga y me apasione para poder leerlo hasta el fin.

Weltschmerz

Existe un concepto alemán llamado Weltschmerz, una palabra que significa, literalmente, “dolor de mundo”. Se atribuye la invención del término al escritor alemán Jean Paul Friedrich Richter, que lo utilizó en su novela inconclusa Selina o la inmortalidad del alma, publicada en 1827, de manera póstuma. La expresión fue utilizada por autores como Heinrich Heine, Lord Byron y varios escritores románticos, quienes encontraron que el concepto se ajustaba de manera perfecta a su visión pesimista de la vida. También ha sido utilizado por autores como John Steinbeck, Ralph Ellison y Kurt Vonnegut.

La economía naranja

Si la “economía naranja” fuera un país, sería la cuarta economía del mundo, tendría el noveno lugar como exportador de bienes y servicios, y representaría la cuarta fuerza laboral del planeta. Eso es lo que sostiene el libro La economía naranja: una oportunidad infinita, escrito por Felipe Buitrago e Iván Duque, y publicado en el 2013 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El libro destaca la importancia que tienen las industrias creativas en el desarrollo social y económico, tanto a nivel local como global. Para unificar conceptos, se parte de la definición dada por el autor británico John Howkins, donde la economía creativa comprende los sectores en los que el valor de sus bienes y servicios está basado en la propiedad intelectual: arquitectura, artes visuales y escénicas, artesanías, cine, diseño, editorial, investigación y desarrollo, juegos y juguetes, moda, música, publicidad, software, TV y radio, y videojuegos.

El escritor del futuro

Desde el surgimiento de los blogs hasta las redes sociales actuales, internet le ha metido mucho ruido al ya desafinado concierto del mundo. Internet no sólo ha permitido socializar el conocimiento, mantener comunicadas e informadas a las personas de forma instantánea y global, y agilizar varios de nuestros asuntos cotidianos. También puso a disposición del individuo común una herramienta de expresión.

Aunque nos sangren las manos

Andrew Neiman es un baterista de 19 años. Ingresa a la mejor academia de música, el Conservatorio Shaffer de Nueva York. Quiere ser tan grande como Charlie Parker, Buddy Rich, Charles Mingus, Thelonius Monk. Quiere ser uno de los más grandes del jazz. Terence Fletcher es un instructor de música en Shaffer. Siempre exige lo máximo de sus alumnos. No tolera nada que no sea la perfección elevada a su décima potencia. Fletcher utiliza el nada pedagógico método de insultar y humillar de manera rutinaria a sus estudiantes, tensionándolos psicológicamente, obligándolos a ejecutar repeticiones interminables de los mismos acordes, con bofetadas y gritos incluidos, hasta que alguien ejecute “the fucking tempo” que Fletcher espera. En vez de un sensible instructor de música, Fletcher es en realidad un sargento. De los bravos.

Inventario de lluvias

Quiero recordar la primera vez que vi llover. No lo logro. Lo pienso mientras me paro frente a la ventana añorando una buena lluvia, una larga semana de tormentas. Extraño los días lluviosos. Siento nostalgia de la lluvia. Hago inventario de lluvias pasadas. Las lluvias en San Carlos, en la confluencia del Río San Juan y el Lago Cocibolca en Nicaragua. El lodo, el olor del lodo, el lodo siempre pringando la ropa. La lluvia “peluegato” apenas perceptible, ligerísima, pero que moja igual que una lluvia recia. El viento que se arremolinaba río abajo, las ondas que se dibujaban sobre el agua del río, anuncios de la lluvia. Aprender y saber y oler y presentir cuando viene una tormenta. Las nubes negras y los rayos en la distancia, en la otra orilla, allí donde el Río Frío llevaba a los viajeros hasta Costa Rica.

Escribir hasta el fin

Cuando el escritor sueco Henning Mankell fue diagnosticado con cáncer en enero de 2014, el autor tomó la decisión de transformar su columna del periódico Göteborgs-Posten en un relato sobre su lucha contra la enfermedad. “Me lo pusieron en blanco y negro: era serio. Tenía un tumor en la parte posterior del cuello y otro en mi pulmón izquierdo. El cáncer podría haberse extendido también a otras partes de mi cuerpo”, relató Mankell en un artículo de ese año llamado “Una lucha desde la perspectiva de la vida”, el primero en el que habló de su enfermedad.

Los dolores del país

La guerra es el fenómeno más brutal que le puede pasar a una sociedad. Sus secuelas duran varias generaciones. Las historias que como país llevamos atoradas en la garganta, esas lágrimas congeladas que tuvieron que ser tragadas porque vivimos en una cultura del silencio, son buena parte del origen de la violencia actual. Estas son algunas de las ideas que la psicóloga social nicaragüense Martha Cabrera planteó en TedxManagua, en una conferencia titulada “La mochila pesada que cargamos los nicaragüenses”. Aunque la conferencia está enmarcada dentro de la historia reciente de Nicaragua, mucho de lo que dice aplica también para El Salvador, por la guerra de los años 80, pero también por nuestra historia como país, plagada de eventos violentos y desastres naturales.

El desertor

Eran las cuatro de la tarde del 15 de agosto de 1961. El soldado Hans Conrad Schumann, de 19 años, cumplía su turno como centinela en el cruce de la Ruppiner Strasse con la Bernauer Strasse, en Berlín Oriental. Dos días antes, el día 13, el gobierno de la República Democrática Alemana (RDA), había ordenado construir un muro en el perímetro que dividía a Berlín en Oriental y Occidental. Toda la frontera fue cerrada, algo que se hizo tirando una alambrada de púas y desplegando a cientos de elementos de seguridad para evitar el paso de los ciudadanos. El día 15 comenzaron a colocarse planchas de cemento en algunos lugares, pero había sectores que todavía no estaban totalmente cerrados.

La noche de la presentación / Audio del conversatorio sobre El asesino melancólico

No era el mejor día para presentar un libro. Pero nadie pudo ni imaginar lo que pasaría el 28 de julio en San Salvador. Por la tarde corrió el rumor de que los mareros habían decretado un toque de queda a partir de las siete de la noche. Fue el segundo día del paro nacional del transporte. La gente estaba enloquecida buscando cómo volver a sus casas antes de las siete. La mayoría de las rutas de buses no trabajaron. El tráfico estaba más endemoniado que nunca. Un trayecto que en un día normal se hace en 25 minutos, tomaba más de dos horas. Nadie llegaba a ninguna parte a tiempo. Muchos prefirieron no salir. Otros regresaron a sus casas. Muchos acataron un toque de queda que nadie confirmó ni negó que existiera.