Conversando con Mauricio Orellana Suárez
Escribo esta columna justo el domingo en que una caravana de compatriotas emprende caminata hacia la frontera con Guatemala. Se sumarán al camino que ya emprendieron miles de hondureños en semanas recientes. El viaje al norte en busca de otra vida, porque la que aquí nos toca no es realmente vida. Por aquí pasaron, los caminantes. A la orilla de la Panamericana. Eran muchos. Cientos. De todas las edades. Con todo tipo de equipaje. Carritos para niños, muñecos, pichingas de agua, toallas, cachuchas, mochilas, bolsas plásticas. Hombres y mujeres, niños y adolescentes, personas mayores, alguno en silla de ruedas, con bastón o con muletas. Hay que estar muy desesperado para pensar que se va a llegar desde San Salvador hasta los Estados Unidos en silla de ruedas o caminando con un bebé de meses o caminar tanta distancia a los setenta y pico de años. Muy desesperado. Quien se acerca a escuchar sus historias, escuchará lo mismo, repetido hasta el cansancio: no hay trabajo, no hay oportunidades, la violencia nos agobia, la extorsión de las …
A fines de septiembre pasado, la Asamblea Legislativa emitió un recomendable al Ministerio de Gobernación, para que a través de la Dirección de Medios y Espectáculos Públicos, se negara autorización para la realización de un concierto del grupo sueco Marduk. Entre los argumentos esgrimidos por los diputados se consideró que el contenido de las canciones y la propaganda visual del grupo de black metal eran “lesivos al honor de nuestros compatriotas, agrediendo los principios, valores y creencias de los salvadoreños”. Black Moon Shows, la productora encargada del concierto, aseguró que la banda se presentaría pese a todo. Cuando los fanáticos llegaron al concierto, se les informó que Marduk no tocaría debido a la enfermedad de uno de sus miembros. Al día siguiente, en la página oficial del grupo en Facebook, los músicos dijeron que ninguno de ellos estuvo enfermo, que el grupo estaba presente y listo para su presentación, pero “su gobierno corrupto nos lo impidió”. La gira actual de Marduk generó reacciones similares en otros lugares de Latinoamérica. El Congreso guatemalteco le prohibió la …
Hace unos días, el poeta guatemalteco Julio Serrano Echeverría compartió en Twitter sus impresiones sobre un encuentro que sostuvo con estudiantes de entre 14 y 17 años, con quienes habló sobre libros y lectura. Los estudiantes pertenecen a un colegio de buena reputación académica, bien calificado en Lenguaje. De los tres grupos con los que Serrano tuvo oportunidad de discutir, a ninguno le interesaba leer literatura, aunque había conciencia plena sobre “la lectura permanente de contenidos en línea” (según los tuits de Serrano). Casi ninguno de los estudiantes usaba Twitter, muchos ya no tenían Facebook y todos tenían Instagram. Un dato que Serrano destacó como interesante era el hecho de que en los tres grupos, casi la mitad de los estudiantes provienen de una familia lectora. Pese a ello, casi ninguno se consideraba a sí mismo lector. Según Serrano, los motivos de los estudiantes para no leer es porque les parece aburrido; que si te imponen la lectura (como suele ocurrir en los centros de estudios) se termina por no leer; que es demasiado tiempo para …
Era la una y media de la mañana cuando llegamos a la parada de Río Hondo, en el desvío a Esquipulas. Lo que en el día era un lugar de mucho bullicio y movimiento de pasajeros, autobuses y vendedores, a esa hora de la madrugada era un lugar muerto. Solamente había un hombre al otro lado de la calle, sentado junto a una maleta negra, sobre un bordecillo de cemento. Cruzamos la calle. Preguntamos al hombre si sabía algo sobre los horarios de buses. Él mismo llevaba hora y media esperando. Tenía esa resignación del que no tiene otra alternativa más que esperar. No hubo más remedio que esperar nosotros también. Lo asumimos como parte de la aventura.
Desde hace varias semanas, en Guatemala y en Honduras, miles de ciudadanos salen a manifestarse en contra de los actos de corrupción que han sido descubiertos en aquellos países. En El Salvador hay por lo menos una docena de motivos graves por los cuales también podríamos salir a protestar, pero no ocurre. Las escasas veces que se ha intentado, no se pasa de un entusiasmo modesto de algunos cuantos para intentar defender una causa u otra. Los motivos para protestar de los que hablo no se refieren estrictamente a asuntos políticos. Hace algunas semanas, un inhumano violó y mató a una niña de seis años, pero fuera del usual cacareo exaltado que ocurre siempre en los gallineros de las redes sociales, la vida siguió con toda normalidad.
Hace poco nos estalló en la cara la situación de los miles de migrantes menores de edad que han viajado, solos e indocumentados, para llegar a los Estados Unidos. La opinión pública se ha visto sacudida no sólo por las condiciones deplorables en que estos niños permanecen sino también por los incontables peligros que enfrentan durante su travesía. Hemos visto las fotos de menores apiñados en condiciones infrahumanas, en pequeñas habitaciones o en lugares que parecen bodegas, cubiertos por frazadas térmicas. El New York Times publicó un artículo donde un niño de ocho años era detenido por un agente de la patrulla fronteriza. El niño viajaba solo y cargaba en su bolsillo, como única pertenencia, su partida de nacimiento. Otro artículo de la National Public Radio publicó las fotos de un grupo de menores que cruzaban México portando mapas con las horas y las rutas de los trenes que podían llevarlos hasta la frontera, así como una serie de consejos sobre cómo abordarlos y cómo evitar ser interceptados por las autoridades. En meses recientes, la …
Ya está circulando el número 111 de la revista Cultura de El Salvador. En ella se publican unas breves crónicas que escribí en Costa Rica. También se publica la obra Anafilaxis de Jorgelina Cerritos; poemas de Krisma Mancía, María Cristina Orantes y Tania Pleitez; una crónica (que recomiendo mucho) del guatemalteco Julio Prado, entre varios materiales más. Todo acompañado por ilustraciones de Renacho Melgar y Licry Bicard.
El 21 de noviembre de 2013, en el Centro Cultural de España de Guatemala, Regina José Galindo lee durante una hora testimonios de sobrevivientes del conflicto armado en Guatemala. Mientras lo hace, un dentista intenta silenciarla inyectándole anestesia en la boca varias veces. (Duración del video: una hora y 10 minutos. Advertencia: Los testimonios leídos son muy gráficos). Regina José lee durante una hora testimonios de sobrevivientes. Dolor tras dolor. Pensé que en una hora pueden leerse todos esos testimonios y aún así, estar apenas viendo la punta del iceberg del terror de aquellos días. ¿Cuántas horas tomaría leer todos los testimonios del horror en Guatemala? ¿Y si le juntáramos los testimonios del horror en El Salvador? ¿Los de toda Centroamérica, los de Latino América? ¿Los de las Guerras Mundiales, los conflictos del Medio Oriente, de África? ¿Cuánto tiempo tardaríamos en leer las historias de horror del mundo, las historias del horror del humano contra el humano? Quizás no haríamos otra cosa, todo el día, todos los días, más que leer/hablar/testimoniar sobre el horror. Anestesia …
(Nota: el jueves 18 de abril por la tarde se anunció la suspensión del juicio en cuestión, cuando ya la edición de la revista y por tanto, de esta columna, estaban en cierre). He estado siguiendo por internet, casi a diario desde que comenzó en marzo, el juicio por genocidio que se lleva a cabo en Guatemala contra los ex generales Efraín Ríos Montt y José Mauricio Rodríguez Sánchez, éste último ex jefe de inteligencia militar durante el gobierno del primero. Ambos están siendo acusados de genocidio, por la muerte de 1,771 indígenas de la etnia maya ixil ocurrida entre marzo de 1982 y agosto de 1983 en aquel país. Cada una de las sesiones del proceso son verdaderas cátedras de aprendizaje en diversos temas. Los testimonios, tanto de los sobrevivientes como de los peritos, han contribuido no solamente a documentar uno de los múltiples episodios que ocurrieron dentro de lo que llaman “el conflicto armado interno” en Guatemala, sino que también ponen a reflexionar a los pueblos centroamericanos sobre un pasado reciente y común. Muchas tardes …