Las palabras muertas
Uno de los retos que enfrenta quien se va a vivir a otro país es aprender otro idioma. Ese aprendizaje resulta abrumador en muchos sentidos porque al mismo tiempo se están aprendiendo multitud de cosas: se conoce el nuevo espacio que se habita, las costumbres locales, dónde y cómo se solucionan los asuntos domésticos. Se entablan relaciones nuevas, se crean otras rutinas. Este aprendizaje masivo y simultáneo en un entorno desconocido, puede resultar deprimente porque por mucho entusiasmo que se tenga con el nuevo país, nos provoca una desprotección emocional que nos hace sentir torpes. Buena parte de esa sensación pasa por el lenguaje y por la incapacidad de expresarnos de manera efectiva. Pero las dificultades de comunicación no se limitan al aprendizaje de un idioma diferente. Cuando viví en Nicaragua era inevitable que al hablar se dieran cuenta de que no era nica. “Vos sos extranjera ¿verdad?”, me decían. Siempre me molestó que me llamaran así, porque ser extranjero implica una forma de exclusión: No es de aquí, no pertenece al colectivo, no habla …