Month: August 2016

Sentimientos encontrados

Tengo sentimientos encontrados en cuanto a la Ley Nacional de Cultura aprobada el pasado 11 de agosto. No soy la única que se siente así. Entre los colegas que trabajamos en el área cultural de este país no he visto reacciones de júbilo. Más bien, las reacciones han sido de indiferencia, escepticismo, cautela, decepción y hasta rabia. Dicha decepción es comprensible. Los gremios culturales y académicos de este país fuimos convocados en varias ocasiones por la Secretaría Nacional de Arte y Cultura del FMLN para discutir y analizar el anteproyecto de ley. Recuerdo la alegría contenida que teníamos los presentes en alguna de esas primeras reuniones, realizada en un hotel de la ciudad. Nos ilusionamos de nuevo con la idea de que en este país la cultura pudiera tomar un papel más predominante y que no siguiera siendo vista como un hobby de fin de semana o como la cápsula de entretenimiento en los eventos nacionales. También es comprensible que haya enojo y frustración. De los 281 artículos contenidos en la propuesta, sólo 108 fueron …

¿Sueñan los androides con ser escritores?

En marzo de este año se dio el fallo del Premio Literario Nikkei Hoshi Shinichi en Japón. Pero la novela que se alzó como noticia no fue la ganadora del primer premio, sino la que ganó el segundo lugar, una obra llamada El día en que una computadora escribe una novela. La obra fue enviada al concurso por un grupo de investigadores de la Universidad del Futuro de Hakodate. Fue escrita por una máquina con inteligencia artificial que había sido programada con diferentes parámetros previamente definidos, como argumento, personajes y trama. Lo que hizo la máquina fue redactar la novela a partir de esa información.

En clave morse de tornasol

Apareció muerto frente a la puerta que da al patiecito. Me fascinó el azul tornasol del cuerpo, el tono dorado oscuro de la parte inferior de sus alas, el gris plomo de lo demás. Sus seis patitas estaban dobladas sobre su abdomen. Eran segmentadas, con una espuelita al final de cada segmento. Las puntas de las patitas eran rojas. Parecían zapatitos. (Sí, todo era chiquito, diminuto). Cuando lo puse en mi mano, me dio la impresión de que la parte superior era un pedazo de armadura. Me pareció ver un pico de ave y un par de ojos. Pensé en las máscaras que usaron los médicos de la peste negra. Si el insecto estuviera vivo, no hubiera podido ver su interior tornasolado. Su belleza estuvo reservada para quienes pudieron verlo en vuelo. Abriría sus alas grises al volar y el azul, jugando con el sol, lanzaría mensajes en clave morse de tornasol. Acaso en la agonía, el insecto extendió sus alas una última vez. Volar para despedirse del viento. Volar para despedirse del mar. Murió con las alas …

Autodidactas

Hace unos días me sorprendí al darme cuenta de que el cineasta alemán Werner Herzog es autodidacta, es decir, alguien que se formó y estudió por cuenta propia. Lo admite con franqueza en la lección inicial de un curso sobre cine que imparte en internet. Herzog vio su primera película a los 11 años. Dice que ni siquiera supo que existía el cine hasta ese momento. Cuando llegó a los 17 estaba claro de que quería ser cineasta y a los 19 ya estaba tocando puertas, buscando financiamiento para hacer su primer proyecto serio.