Adiós al Papá Grande
Cuando supe que Gabriel García Márquez había muerto, sentí una tristeza que me sorprendió mucho. Nunca lo conocí, nunca lo vi en persona, nunca crucé correspondencia con él. No tengo ninguna anécdota que contar ni fotos que presumir. Soy nada más una de sus millones de lectores. Pero el sentimiento que tuve la tarde que supe de su muerte fue como si un pariente lejano muy querido, al que vemos poco, hubiera fallecido. Caeré en el lugar común de decir que la lectura de Cien años de soledad me causó un impacto muy profundo, pero es la pura verdad. En los años 70, lo que leía estaba determinado en gran parte por el programa escolar vigente. Ese programa nos obligaba a leer mucho clásico español, costumbrismo, literatura vernácula, romanticismo. Después se sorprenden de que a los niños no les guste leer. Todo aquello me parecía mortalmente tedioso. Mi amor por la literatura sufrió en esa época una de sus más profundas crisis. Por suerte también leía libros en inglés que mis padres me procuraban para …

