Triste nuestro país
Permítanme contar algo que me ocurrió hace poco. Regresaba de una reunión de trabajo, poco antes de las ocho de la noche. Mientras abría la puerta de mi casa escuché una voz a mis espaldas. Vi que un hombre hablaba con el amigo que me había llevado. Lo vi decir que no, subir el vidrio del carro e irse aprisa sin esperar a que yo entrara, como suele ser su costumbre. Ese gesto activó mis alarmas. Por desgracia vivimos en un país donde la paranoia es un recurso necesario de sobrevivencia. Me apuré a abrir la reja y la puerta pero como son varias cerraduras, entrar no es tan rápido. El hombre, que llevaba un huacal bajo el brazo, se acercó. Me dijo que si le podía dar dinero para irse a San Martín. Le dije que no tenía. Ya había entrado a la casa pero todavía tenía que echar llave a la reja y la puerta. El hombre, que se quedó a la mitad del parqueo de mi casa, insistió. Dijo que lo habían …



