Columna de opinión
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Envejecer con dignidad

La reciente aparición de la cantante Madonna en la entrega de los premios Grammy causó mucho revuelo debido a la apariencia de su rostro. Muchas personas expresaron toda suerte de comentarios negativos ante su cara hinchada, resultado de algún tratamiento estético. Entre esos comentarios, no faltó el “debería envejecer con dignidad”, que suele utilizarse en los casos de las personalidades públicas que se han realizado procedimientos para mejorar su apariencia física.

Esa frase me quedó dando vueltas, pese a haberla leído y escuchado cientos de veces, en diferentes contextos. Me pregunto si es una frase hecha o si, realmente, nuestras sociedades están dispuestas a convivir con el envejecimiento y, sobre todo, si están dadas las condiciones necesarias para hacerlo con la dignidad que se demanda.

En el caso de las personas que se mantienen en el foco público, una apariencia física sin arrugas es una condición casi incuestionable. Hay una interminable cantidad de artistas que, al llegar a cierta edad, dejan de recibir contratos y ofertas de trabajo, sobre todo las mujeres, quienes sufren la discriminación etaria con mayor crueldad. Pero el problema no se limita a los artistas.

Recientemente, la canadiense Lisa LaFlamme, de 58 años, presentadora de noticias y reportera del canal CTV de Toronto, fue despedida después de diez años de liderar uno de los noticieros de mayor audiencia en su país. ¿El motivo? LaFlamme dejó de teñirse el pelo, como lo hicieron miles de mujeres en el mundo durante la pandemia, ante la imposibilidad de acudir a un salón de belleza. El canal explicó que la decisión se debía a la necesidad de “llevar el programa en una dirección diferente”. Para sustituir a la presentadora, se contrató al reportero Omar Sachedina, de 39 años.

LaFlamme, que realizó varios viajes y reportajes sobre las situaciones en Afganistán e Irak, y estuvo en Nueva York al día siguiente del ataque a las Torres Gemelas, no fue contratada para otros medios, porque a directivos superiores “no les gustaba su pelo”. La discriminación por su apariencia no afecta de la misma manera a los hombres. Los periodistas Jorge Ramos y Anderson Cooper, ambos con el pelo blanco, siguen en sus puestos, recibiendo mucho foco mediático por su trabajo.

Lo de la apariencia física al envejecer es apenas la punta del iceberg, la parte visible de una serie interminable de prejuicios que sufren las personas mayores. Fíjense, por ejemplo, en la inmensa cantidad de insultos basados en procesos biológicos normales e inevitables del ser humano (menopáusica; viejo con alzhéimer; siéntese señora; ya está senil; demente; anciano decrépito; etc.).

Cuando una persona mayor de 50 años, que ha estudiado y trabajado toda su vida, que está saludable y con lucidez, pierde su empleo, la búsqueda de uno nuevo es una lucha frustrante. Al presentar su solicitud, se le ignora por completo o se le ofrecen tareas menores, con un sueldo que resulta una burla. “Hay que darle chance a los jóvenes, váyase a descansar”, es el argumento utilizado en esos casos, sin considerar que dicho comentario implica poner en apuros de sobrevivencia a una persona que todavía puede, y quiere, ser útil a la sociedad. Comentarios así hacen caso omiso de la dignidad en la vejez.

Uno de los grandes elementos de tensión con las poblaciones adultas es lo económico. Alrededor del mundo, la población mayor de 65 años va en aumento. China, Japón y Corea del Sur se han visto obligadas a cambiar sus políticas públicas para acomodar estos cambios en los grupos etarios, por ejemplo.

En numerosos países, el paso de los adultos mayores hacia el retiro implica rebajar su nivel de vida, debido a la reducción dramática de sus ingresos económicos. La realidad es que las pensiones no cubren a la mayoría de la población y son pocos quienes tienen algún ahorro o recursos propios. La mayoría se ve obligada a continuar trabajando para ajustar sus ingresos. Algunos países europeos estudian la posibilidad de incrementar la edad de la jubilación hasta los 70 años, para intentar lidiar con el problema del empobrecimiento de este sector.

En El Salvador, por ejemplo, apenas 1 de cada 10 personas mayores cuenta con una pensión. Cuatro de cada 100 cobran una pensión de 50 dólares mensuales, la cual es insuficiente para cubrir siquiera la canasta básica. Por otra parte, hay solamente 17 geriatras para atender a casi un millón de personas mayores. De estos 17 especialistas, doce ejercen de manera privada. A esto hay que sumar la falta de infraestructura de salud para admitir a pacientes que sufren de enfermedades específicas de este grupo etario, como Alzheimer o demencia senil, y que por su complejidad, no pueden ser manejados por las familias en sus hogares.

Parte del problema es, precisamente, pensar que la situación de las personas mayores debe resolverse en el ámbito privado, por las familias de los mismos. Este tipo de enfoque excluye a las personas mayores de la toma de decisiones sobre su futuro, fragmenta el sentido de comunidad y los reduce a una vida de aislamiento, soledad y encierro, lo que sumado a la discriminación y prejuicios por la edad, afecta la calidad de sus últimos años de vida.

La demanda de envejecer con dignidad debe dirigirse, en realidad, hacia el Estado y la sociedad, para alcanzar las condiciones que así lo permitan. Desde la eliminación de la discriminación etaria o edadismo, pasando por los prejuicios, los insultos, la invisibilización y su ausencia en la toma de decisiones que les conciernen, hasta la creación de políticas públicas que promuevan espacios e instituciones adecuadas para el bienestar físico y psicológico, el acceso a la educación, trabajo y a una calidad de vida digna para toda la ciudadanía.

La problemática de las personas mayores no puede seguir siendo ignorada por ninguno de los actores involucrados, incluida la población joven adulta. A fin de cuentas, velar por el bienestar de nuestra población mayor se traducirá en un bienestar general para la sociedad y para el futuro de los ahora todavía jóvenes.

(Publicado en La Prensa Gráfica, sección de opinón, domingo 26 de febrero, 2023. Gráfico tomado de OpenClipart-Vectors en Pixabay).

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