El anuncio reciente hecho por Puffin Books, sobre modificaciones y reescrituras en varios libros del autor Roald Dahl, generó indignación generalizada. Los cambios han sido realizados en los libros infantiles más vendidos del autor, como Matilda, James y el melocotón gigante, Las brujas y Charlie y la fábrica de chocolates, entre otros.
La decisión fue tomada con autorización de la Roald Dahl Story Company (RDSC), luego de trabajar con Inclusive Minds, una organización de lectores de sensibilidad, que se describen a sí mismos como “apasionados por la inclusión, la diversidad, la igualdad y la accesibilidad en la literatura infantil”. La RDSC manifestó que su intención con dicha reescritura es permitir que los niños sigan disfrutando de las historias y personajes creados por Dahl, sin “perpetuar estereotipos negativos”.
La lista de las modificaciones realizadas es bastante larga. Estas van desde algunas totalmente inocuas (al utilizar sinónimos que no alteran mucho el significado original) hasta cambiar o remover palabras y oraciones completas que modifican, de manera evidente, la percepción o caracterización de los personajes. Palabras como “gordo” y “feo” fueron borradas por considerar que pueden herir susceptibilidades. También se cambiaron oficios, como ser cajera en un supermercado por el de ser científica. Matilda, el personaje central de la novela homónima, ya no lee a Rudyard Kipling ni a Joseph Conrad (señalados, ambos, de ser escritores imperialistas y supremacistas) sino a Jane Austen y John Steinbeck.
Los cambios en la obra de Dahl sólo serán implementados en las ediciones inglesas, ya que las editoriales que publican dichos libros en español y en francés anunciaron que mantendrían las versiones originales.
La polémica sobre Dahl tuvo otro coletazo a los pocos días, cuando los herederos de Ian Fleming, el creador del famoso agente 007, anunciaron un proceso similar de revisión de sus novelas, para corregir algunas frases y escenas que son consideradas racistas o misóginas.
Más allá del escándalo inicial sobre estas revisiones, es importante analizar asuntos de fondo. ¿Es efectivo “higienizar” la literatura infantil para impedir que se sigan repitiendo estereotipos? ¿Quién toma la decisión final de realizar estos cambios? ¿Será esta una norma editorial a futuro, revisar y reescribir a autores ya fallecidos, para acomodar sus textos a la realidad cultural del momento en que se lea?
Por otra parte, quienes tenían los libros de Dahl en versión Kindle, vieron sus ebooks sustituidos por las nuevas versiones en inglés, sin autorización ni aviso previo a sus dueños. Esto pone en discusión un aspecto importante para quienes compramos libros en versión electrónica. ¿Son realmente de nuestra propiedad? ¿Puede Amazon cambiar las versiones que tenemos, sin advertencia previa u opción alguna, pese a que hemos pagado por la versión electrónica?
Este tipo de revisiones no es algo nuevo, aunque en los últimos años, parece que se está convirtiendo en norma. Recordemos la supresión de palabras insultantes hacia los afroamericanos en la obra de Mark Twain o el retiro de varios libros considerados clásicos de la literatura (como Matar a un ruiseñor de Harper Lee y El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald), de algunas escuelas de Texas, Florida y Luisiana, en Estados Unidos,
Suprimir palabras de un libro o retirar estos de las bibliotecas escolares no impedirá que sean leídos por el público al que dicen querer proteger. Por lo demás, es una tarea complicada, por no decir casi imposible, realizar este tipo de revisiones en toda la literatura infantil o de ficción existente. Más acertado sería que maestros y adultos acompañen estas lecturas con discusiones en torno al uso de algunos términos inadecuados, hablando sobre la época en que fueron escritos.
Como no siempre habrá un adulto supervisando las lecturas que realicen los jóvenes por su cuenta, el hecho de orientarlos en la formación de pensamiento crítico les brindará herramientas para analizar cualquier tipo de lectura que caiga en sus manos. Para ello, lo que debe modificarse son las estrategias pedagógicas de los adultos, para lograr la formación de criterio propio en la niñez y la juventud.
Esto no está reñido con el deseo de crear una sociedad más igualitaria en sus relaciones humanas, sin discriminación por la apariencia física, donde nadie sufra de bullying, acoso ni violencia. Pero no es reescribiendo o censurando la obra de autores ya muertos que van a impedirse los estereotipos en la sociedad. Dicha transformación se logrará a través de la educación y la discusión honesta, sin usar filtros de colores que suavicen la realidad del mundo. La reescritura de los libros de Roald Dahl podrá convertir su uso del lenguaje en algo políticamente correcto, pero eso no borrará su reconocido anti semitismo y ni su misoginia.
¿Qué se logra cuando borramos de un libro las palabras “gordo” o “feo”, si los niños las escuchan y leen a diario en su entorno escolar o en las redes sociales? ¿Por qué se piensa que suprimir o “enderezar” palabras en un libro los prepara mejor para la vida?
Una de las múltiples funciones que tiene la literatura es mostrarnos el mundo, con su belleza, pero también con toda su crueldad. Otra función importante de la literatura, y del arte en general, es entretener, algo muy necesario para nuestra salud mental.
Los escritores utilizan las historias para construir metáforas y ficciones sobre la vida y los seres humanos. La literatura infantil y juvenil no escapa de ello. Por desgracia, tampoco logra sacudirse del afán didáctico en el que siempre se le trata de encasillar.
La universalidad de la experiencia humana y el talento de los escritores para plasmarla, son características que ayudan a que una obra sobreviva al tiempo, sin necesidad de hacer limpiezas periódicas y selectivas de tipo lingüístico o conceptual.
Hay libros que envejecen mal, libros que no vuelven a imprimirse. En contraste, seguimos leyendo libros que fueron publicados hace décadas e incluso, hace cientos de años. Que una obra se continúe leyendo a través del tiempo, es algo que deciden los lectores, chicos y grandes, más allá de las modas editoriales o de la corrección política.
(Publicado en La Prensa Gráfica, domingo 12 de marzo, 2023. Foto: portadas de algunos libros de Roald Dahl).
Suprimir pasajes, sensibilizar,quemar libros, censurar autores…siempre se incia de forma gradual…
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