Columna de opinión

Los pájaros cantaban en griego

El 28 de marzo de 1941, una mujer de 59 años paseaba cerca de las riberas del río Ouse. Había salido desde su casa, un lugar conocido como Monk’s House, en las afueras de Rodmell, en Sussex Este, Inglaterra.

Durante su paseo, la mujer recogía piedras que iba metiendo en los bolsillos de su abrigo. Sembró el bastón en la orilla del río, en el lodo. Y siguió caminando hacia adentro, hacia el agua, hacia la parte más profunda del Ouse. Se alegró al notar que llenar sus bolsillos de piedras estaba funcionando. No le pasaría como hacía pocas semanas, que se metió al agua, pero flotó. Salió mojada y sucia. Al regresar a casa tuvo que mentirle a su esposo y decirle que se había caído. Ahora no habría mentiras. No flotaría. Ahora sería definitivo.

El primer intento de suicidio de Virginia Woolf ocurrió a sus 22 años, como resultado de una profunda crisis depresiva que podría rastrearse en sus antecedentes familiares. Su padre, Leslie Stephen, sufría de ataques depresivos constantes que se vieron intensificados cuando murió su primera esposa. Luego se casó con Julia Prinsep, con quien tendría cuatro hijos, entre ellos, Virginia y Vanessa Bell.

Cuando Julia murió de una gripe en 1894, la familia quedó sumida en caos y desconsuelo. Después morirían dos de los hermanos de Virginia, Stella y Thoby. Laura, hija del primer matrimonio del padre de Virginia, sería declarada enferma mental e internada en un hospital psiquiátrico donde permaneció hasta su muerte en 1945.

En 1904, su padre murió de cáncer. En esos días, el abuso sexual sufrido a manos de George y Gerald Duckworth, hermanastros de Virginia, se intensificó, según consta en sus diarios. Pero la verdad es que el acoso comenzó desde que ella tenía 6 años.

Virginia sufrió su primera crisis nerviosa a los 13 años. Un segundo ataque lo tendría a los 15. Para la tercera crisis, Virginia se lanzó desde una ventana no muy alta, después de lo cual fue internada durante cuatro meses en una casa de reposo en Twickenham.

Sufriría repetidas crisis entre 1910 y 1912, con períodos de internamiento en clínicas. Parte de las nuevas crisis serían causadas por la presión de Leonard Woolf para casarse con ella. Virginia no estaba enamorada de él, pero Leonard se mostró tan insistente que finalmente ella aceptó. Se casaron el 10 de agosto de 1912.

El matrimonio no la salvaría de las depresiones, al punto que sus médicos le recomendaron a los recién casados que lo mejor sería no tener hijos. En 1913, luego de una crisis que duró casi todo el año, Virginia tomó 100 gramos de Veronal, una dosis que hubiera resultado fatal si no hubiera sido por la casual presencia del doctor Geoffrey Keynes, quien logró salvarla.

Los períodos de crisis se miraron alternados con momentos de relativa tranquilidad, en los que Virginia Woolf se dedicó por completo a leer y escribir. A pesar de ello, los períodos de calma estaban marcados por pérdida del apetito, amenorrea, jaquecas e insomnio. Comenzó a escuchar a los pájaros cantando en griego, urgiéndola a hacer locuras, y decía ver al rey Eduardo VII espiándola entre las azaleas, usando “el lenguaje más obsceno del mundo”, según anotaría en su diario.

A pesar de la aparente frialdad en el matrimonio Woolf, llegaron a crear un vínculo afectivo y laboral sólido. Juntos fundaron la editorial Hogarth Press, donde no sólo se publicó gran parte de los libros de Virginia, sino también de autores como T.S. Elliot, Katherine Mansfield y Sigmund Freud.

Su participación en el círculo de Bloomsbury, iniciado originalmente por su fallecido hermano Thoby, significó además el rompimiento con la tradición conservadora de la época, no sólo en cuanto a lo literario. El grupo tenía costumbres sexuales relajadas, las cuales permitieron que Virginia explorara relaciones lesbianas, sobre todo con Vita Sackville West, para quien fue escrita la novela Orlando. Sin embargo, la versión original de la novela sufrió la auto censura de la propia Woolf, quien prescindió de varios fragmentos, por temor a ser perseguida judicialmente al narrar escenas de amor homosexual.

Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, los Woolf ya estaban viviendo en Monk’s House. En 1940 se enteraron de que su casa en Londres había sido destruida en un bombardeo. El origen judío de Leonard hizo temer a los Woolf sobre su destino. Ambos acordaron un pacto suicida, en caso de que los nazis invadieran Inglaterra.

A pesar de los sobresaltos de la guerra y de la frágil condición mental de su esposa, si había algo que Leonard admiraba en ella era su capacidad de trabajo cuando estaba lo suficientemente lúcida como para escribir. “Nunca he conocido a nadie que trabaje de forma más intensa, infatigable y concentrada. Esto era particularmente cierto cuando estaba escribiendo una novela. La novela se convertía en parte de Virginia y su obra la absorbía por completo”, escribiría Leonard Woolf en su autobiografía.

Quienes la conocieron la describieron siempre de manera compleja y contradictoria: Tímida, retraída, hipersensible a la crítica, con poco sentido práctico, excéntrica, conversadora brillante, juguetona, dada a las bromas, chismosa, irónica, indiscreta, irreverente, ingeniosa, liberal, sexualmente ambigua, seductora y apegada con pasión a Leonard.

Acaso el tener que hacer malabares entre tantas facetas contradictorias de su carácter no haya sido más que una búsqueda constante de sí misma, la persecución y el anhelo de una paz interior que no encontraría, el intento de huir de unos “diablos negros y peludos”, como ella misma los describiera, y cuyas voces le hablarían sin cesar, una y otra vez. Para ahogar esas malditas voces, es que era necesario hundirse en el agua.

El 18 de abril de 1941, 21 días después de que Virginia Woolf se ahogara en el río Ouse, su cuerpo fue encontrado por un par de niños. Sus cenizas fueron enterradas bajo uno de los dos olmos en Monk’s House, el lugar donde, quizás, vivió los pocos momentos de paz y felicidad que pudo tener.

(Publicada domingo 13 de marzo de 2022, en la sección de opinión de La Prensa Gráfica. Foto de la lápida de Virginia Woolf en Monk’s House. Tomada del blog My Own Private Book Club).