Columna de opinión, Cultura

Inteligencias creativas

¿Qué futuro le espera a la literatura con el desarrollo de las inteligencias artificiales? ¿Serán éstas capaces de escribir libros entretenidos, que superen en calidad a los escritos por los humanos?

Fueron algunas de las preguntas que me surgieron luego de conocer el proyecto Narrative Device, una aplicación en línea desarrollada por Rodolfo Ocampo, un estudiante doctoral en la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia, interesado en la interacción creativa que puede lograrse entre los humanos y las inteligencias artificiales.

La aplicación, disponible únicamente en inglés y de manera gratuita en la web, es muy sencilla. Quien la quiera usar, introduce un par de temas de su interés en las casillas correspondientes y se genera un texto que algún escritor puede tomar como párrafo inicial para continuar la historia o como un argumento que pueda servir para construir toda una novela.

Hice la prueba. Introduje los términos “historia familiar” y “memoria”, dos temas que vengo trabajando en mis talleres literarios. El resultado fue un fragmento donde prácticamente me delineó la historia de un personaje llamado Joe. Su padre, un camionero, había muerto en un accidente. Su madre, costurera, debía criar a los hijos con la ayuda de Joe. La vida para todos fue feliz hasta la muerte natural de la madre, cuando Joe tiene 27 años.

No es el tipo de historia a la cual yo le dedicaría una novela, pero me pareció que el artefacto narrativo podría ser útil para asignar ejercicios en mis talleres o para darle ideas a personas con interés de escribir sobre algún tema específico, pero que no saben por dónde comenzar.

La exploración de las posibilidades creativas de las inteligencias artificiales no es nueva y ha estado desarrollándose sobre todo en universidades o instituciones que trabajan softwares, con algunos resultados notables y otros, no tanto. Algunas IA, por ejemplo, producen poemas o historias totalmente incoherentes. Los resultados dependen del tipo de información con que es alimentado el programa y del producto que desea obtenerse. Aunque, si lo pensamos bien, no todo lo que escribe un escritor humano es material bueno o publicable y también puede producir contenidos absurdos o mal estructurados. Para producir una página publicable, un escritor suele (o debería) lanzar al cesto de la basura el triple o más de páginas descartadas.

Para que estos programas puedan resultar efectivos, es necesario alimentarlos con información. Pablo Gervás, doctor en informática de la Universidad Complutense de Madrid, tiene casi 20 años trabajando con un robot poeta que, para “aprender su oficio”, ha sido alimentado con sonetos del Siglo de Oro español.

Google, en combinación con las universidades de Stanford y Massachusetts, lleva a su vez años trabajando en mejorar el lenguaje natural de las máquinas, algo necesario para sus programas de traducción o de edición de textos. Para ello, alimentaron a una inteligencia artificial con once mil novelas, de manera que el software pudiera comprender las variaciones del lenguaje humano, después de lo cual la IA pudo empezar a escribir poemas breves.

Matt Jockers, un profesor de la Washington State University, ha creado una herramienta de IA capaz de analizar de forma rápida manuscritos literarios. La herramienta, llamada Marlowe, es capaz de leer manuscritos y brindar un análisis sobre el ritmo, el arco narrativo, el uso de diálogos y otros indicadores. Para un editor humano, dicha tarea requiere una inversión de varios días y hasta semanas, en dependencia de la longitud y complejidad del manuscrito. Sin embargo, Marlowe puede hacerlo en menos de 60 minutos, al cabo de los cuales entrega un informe de 25 páginas que, de acuerdo a los autores que lo han utilizado, suele ser bastante preciso.

Pero las IA también están siendo probadas en otras áreas creativas. Investigadores de la Universidad de Aalto, Finlandia, crearon DeepBeat, un software capaz de escribir letras de rap. Su página web, accesible de manera gratuita y a todo público, permite que la IA genere las letras. También pueden sugerirse algunas frases propias para ser complementadas por el sistema o pedir que se incluyan palabras específicas.

Hatsune Miku, cuyo nombre japonés significa “primer sonido del futuro” y que se presenta como una figura de manga, con pelo azul turquesa y ojos grandes y redondos, es en realidad una aplicación de voz artificial o vocaloid (un software que recrea voces). Creada por la empresa Crypton Future Media, su música puede escucharse en Spotify, cuenta con más de cien mil canciones, miles de videos y todo tipo de productos relacionados con su imagen. Convertida en holograma, Hatsune Miku también da conciertos, cuyos boletos se agotan de inmediato.

La compañía española de danza Stocos utiliza las IA para la creación de sus espectáculos. Por medio de la utilización de sensores especiales, los bailarines interactúan con criatura virtuales concebidas por redes neuronales o pueden crear música con zapatillas especiales, que producen sonidos según el movimiento hecho por cada bailarín.

En 2018, un estudio realizado por el Future of Life Institute, con sede en Cambridge, Massachusetts, concluyó que, si el desarrollo de la tecnología continúa al paso actual, es probable que para el año 2050, una entidad con inteligencia artificial podrá escribir un bestseller. Pero habrá que preguntarse si la estructura o el planteamiento de una novela escrita por una IA tendrá la misma profundidad que tienen los buenos libros escritos por humanos.

Por mucha información y programación con que se alimente estos softwares, las IA no tienen capacidad de observación, imaginación ni experiencia personal acumulada sobre la vida y las interacciones entre los humanos. Tampoco tienen recuerdos personales, referencias históricas de su tiempo de vida, un sentido individual del lenguaje ni de la belleza estética y, mucho menos, un sentido de transgresión, de experimentación ni de rebeldía.

Será muy difícil que una IA escriba libros que puedan tener un alcance universal, con el cual los humanos puedan sentirse identificados o conmovidos. ¿O será que llegará el día en que, como humanos, seamos tan fríos que nos identificaremos con una novela escrita por un software?

(Publicado en sección editorial, La Prensa Gráfica, domingo 27 de febrero de 2022. Imagen de Gerd Altmann via Pixabay).