De Alaska, Horacio Castillo
El ojo de la foca -mi amuleto- me llevará hasta el oso blanco. ¿Hay algo más bello que perseguir al oso blanco en el océano blanco? Hace muchos sueños que sigo sus rastros, estas pisadas en la nieve que el viento borra y no llevan a ninguna parte; y los ojos, de tanto mirar, ya han dejado de ver. Pero a veces, en la inmensa blancura, he creído escuchar una especie de lamento, un bostezo no parecido al de ninguna otra criatura viviente; y cuando aparecen los primeros pelos de la sombra y el sol sangra cada vez más hasta desaparecer, alguien ha visto una silueta sobre la ladera convirtiendo la noche en el día, la oscuridad en luz. Ahora se ha agotado el aceite de la lámpara, las estrellas emigran hacia la tierra del caribú y los hombres, excitados, colocan las trampas, esperan la presa que se oculta para mostrarse. ¿Qué es ese resplandor en la escarpada colina? Tres veces he frotado el ojo de la muerte, tres veces prometí las vísceras a los …