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Los escritores, sus vidas, entrevistas, sus opiniones

¿Sueñan los androides con ser escritores?

En marzo de este año se dio el fallo del Premio Literario Nikkei Hoshi Shinichi en Japón. Pero la novela que se alzó como noticia no fue la ganadora del primer premio, sino la que ganó el segundo lugar, una obra llamada El día en que una computadora escribe una novela. La obra fue enviada al concurso por un grupo de investigadores de la Universidad del Futuro de Hakodate. Fue escrita por una máquina con inteligencia artificial que había sido programada con diferentes parámetros previamente definidos, como argumento, personajes y trama. Lo que hizo la máquina fue redactar la novela a partir de esa información.

Lucía bailando para James Joyce

El irlandés James Augustine Aloysius Joyce, mejor conocido como James Joyce, escribió dos libros paradigmáticos, de esos que siempre todos dicen que deben leerse porque son “obras maestras”: Ulises y Finnegan’s Wake. Leer Ulises, un libro de casi mil páginas, no me fue tarea fácil. Había comprado los dos tomos de la edición de Bruguera, en la traducción de José María Valverde, en algún viaje que hice a la ciudad de México en el 84 o el 85. Por lo menos tres veces había intentado leerlo y no podía seguir. No lo entendía, me aburría. Pero pudo más la infinita curiosidad de descubrir por mi cuenta por qué era un libro tan importante para la literatura. Así es que lo seguí intentando.

Un tal William Shakespeare

Hacia el final de la película Anonymous (2011) del director Roland Emmerich, Edward de Vere, conde de Oxford, manda a llamar a su lecho de muerte al poeta Ben Jonson. Éste acude de inmediato. De Vere le hace entrega de varios de sus manuscritos, entre ellos los de un par de obras de teatro llamadas El Rey Lear y La Tempestad. Jonson sabía lo que debía hacerse. Durante años había obrado como intermediario entre el conde de Oxford y un actor mediocre, desagradable y oportunista llamado William Shakespeare, quien se hacía pasar como el verdadero autor de las obras teatrales más populares de aquel tiempo. Por su condición de noble, Oxford prefería mantenerse en el anonimato pero al mismo tiempo, quería someter su obra al público. Entonces conoció al actor Shakespeare, quien a cambio de dinero y de asumir la fama, accedió a ser usado como personaje de sí mismo, guardando en secreto la identidad de Oxford.

La literatura en Spotify

The Beats, un playlist en voz de los miembros mismos del movimiento: Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Gregory Corso y William Burroughs; incluye también a Charles Bukowski: https://play.spotify.com/user/spotify/playlist/31wIPggkodosrdDkEdv8Md James Joyce lee fragmentos de sus obras: https://open.spotify.com/user/spotify/playlist/6baiMPinhbFRxqp85eqoEt Los actores Basil Rathbone y Vincent Price leen poemas y cuentos de Edgar Allan Poe: Vincent Price lee una selección de poemas de Percy Bysshe Shelley: Canciones compuestas e interpretadas por Boris Vian:    

Aves raras

Comenzaba 1947. El poeta y crítico Randall Jarrell estaba fascinado con el primer libro de poemas de Elizabeth Bishop, North & South, publicado el año anterior. Cuando supo que ella estaba en Nueva York, no dudó en invitarla a cenar en su apartamento con él, su esposa y otro poeta. Bishop dudó en aceptar. Era muy tímida y la idea la ponía nerviosa. Pero terminó asistiendo. Fue así como Jarrell le presentó a Robert Lowell, un poeta de casi 30 años de edad, con un par de libros publicados pero que ya gozaba de prestigio. La timidez de ella desapareció de inmediato. Ambos comenzaron a hablar de manera incontenible. Según detalló Bishop después, era la primera vez en su vida que pudo hablar sobre escribir poesía con otra persona. Lowell también se sintió impactado por conversar con alguien a quien consideró su par de inmediato, a pesar de que Bishop era 6 años mayor.

Los caprichos de la muerte

En diciembre de 1959, Maurice Yaméogo, entonces presidente de la República del Alto Volta (hoy conocida como Burkina Faso), invitó a varios ciclistas europeos para visitar su país y competir contra ciclistas locales. Entre los invitados a este intercambio deportivo se encontraba el italiano Fausto Coppi. Ganador cinco veces del Giro de Italia, doble vencedor del Tour de Francia, nombrado Campeón del Mundo de ciclismo en ruta en 1953 y ganador de varias competencias y récords mundiales, Coppi llegó a ser conocido como Il Campionissimo, campeón de campeones.

Escritores incómodos

Si no existieran los escritores incómodos, la literatura sería un intrascendente ejercicio de complacencia social. No me interesaría continuar siendo escritora si un día alguien decidiera que la literatura tiene la obligación de ser políticamente correcta, estar adscrita a alguna ideología, partido o institución, o ser complaciente con la moda editorial y/o académica del momento. Ese mismo día dejaría de escribir. Una literatura políticamente correcta, dulce desde su título hasta el tratamiento de su historia y sus personajes, no me interesa. Ni leerla ni escribirla. La literatura no sirve para edulcorar la realidad y mostrarnos sólo el lado benévolo de la vida. Todo lo contrario. La literatura cumple una función trascendental en presentarnos aspectos de la realidad que, de otra manera, no percibiríamos. El escritor actúa como un filtro, como un “traductor” de la realidad. Con instrumentos tan inasibles como la imaginación y tan complejos como el lenguaje, construye mundos que obran como un espejo del ser humano. Un espejo que nos devuelve una imagen sin máscaras, muchas veces cruda y brutal, pero no por …

Adiós al Papá Grande

Cuando supe que Gabriel García Márquez había muerto, sentí una tristeza que me sorprendió mucho. Nunca lo conocí, nunca lo vi en persona, nunca crucé correspondencia con él. No tengo ninguna anécdota que contar ni fotos que presumir. Soy nada más una de sus millones de lectores. Pero el sentimiento que tuve la tarde que supe de su muerte fue como si un pariente lejano muy querido, al que vemos poco, hubiera fallecido. Caeré en el lugar común de decir que la lectura de Cien años de soledad me causó un impacto muy profundo, pero es la pura verdad. En los años 70, lo que leía estaba determinado en gran parte por el programa escolar vigente. Ese programa nos obligaba a leer mucho clásico español, costumbrismo, literatura vernácula, romanticismo. Después se sorprenden de que a los niños no les guste leer. Todo aquello me parecía mortalmente tedioso. Mi amor por la literatura sufrió en esa época una de sus más profundas crisis. Por suerte también leía libros en inglés que mis padres me procuraban para …