Columna de opinión

El enigma moral de un atlas

El Atlas de Anatomía y Topografía Aplicada Humana, conocido popularmente como el Atlas de Pernkopf, consta de cuatro volúmenes y es considerado el mejor libro de su género, gracias a sus más de 800 láminas de minuciosas ilustraciones realizadas en acuarela. Muchos las consideran verdaderas obras de arte. El atlas fue un valioso material de referencia médica durante varias décadas hasta que se conoció su historia.

Su gestor fue el doctor austríaco Edouard Pernkopf. Entró a la escuela médica de la Universidad de Viena en 1907. Ahí se hizo miembro de una fraternidad de estudiantes alemanes, quienes tenían fuertes ideas nacionalistas. Este intercambio sería decisivo en su vida.

Se graduó en 1912, dio clases de anatomía durante ocho años y sirvió como médico en el ejército durante la Primera Guerra Mundial. Acabado su servicio, regresó a la Universidad de Viena donde demostró su habilidad en la disección de cadáveres. Su mano era tan precisa, que podía descubrir capa por capa cualquier parte del cuerpo, sin lesionar el resto de tejidos.

Pernkopf comenzó a elaborar una guía de disección para sus estudiantes. Fue así como surgió la idea de crear un atlas anatómico. Gracias a su reputación académica, la editorial Urban & Schwarzenberg le ofreció en 1933 un contrato para publicarlo. Ese mismo año, Pernkopf se unió al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) y un año más tarde se incorporó a la Sturmabteilung, conocida como “los camisas pardas”.

 Para realizar el atlas, Pernkopf contrató a los ilustradores Erich Lepier, Ludwig Schrott, Jr., Karl Endtresser y Franz Batke. Todos eran miembros activos del partido nazi. De hecho, Lepier firmaba las láminas utilizando la r final de su apellido para dibujar una mini esvástica y Endtresser dibujaba la doble s de su apellido utilizando el símbolo de dos runas sigel, los rayos usados como insignia por las Schutztaffel (SS).

El equipo trabajaba jornadas extraordinarias. Pernkopf se la pasaba haciendo disecciones, a la vez que supervisaba la ejecución de las ilustraciones. Orientaba sobre la tonalidad de color que debía ocuparse en cada dibujo, para que se pudiera distinguir con facilidad cada detalle. Por fin, el primer volumen del proyecto pudo ser publicado en 1937.

En 1938, menos de un mes después de la invasión nazi a Austria, Pernkopf fue nombrado decano de la escuela de medicina en la universidad. Su primera medida fue expulsar de la facultad a todos los judíos y opositores al nazismo. Un total de 153 personas, incluidos tres premios Nobel, fueron expulsados y deportados a campos de concentración.

El segundo volumen del atlas fue publicado en 1941. Pero el final de la guerra y la subsiguiente detención de Pernkopf paralizaron el proyecto. Aunque nunca fue acusado formalmente, permaneció tres años en un campo para criminales de guerra, cerca de Salzburgo. A su salida, se reincorporó a la vida universitaria, tras ser despojado de todos sus títulos. Sin embargo, la obsesión de Pernkopf de terminar el atlas fue más fuerte. Volvió a reunir al equipo original de ilustradores y se sumaron dos más. Así logró publicarse el tercer volumen en 1952.

Edouard Pernkopf murió en 1955 a causa de un derrame cerebral, mientras trabajaba con ahínco en la finalización del cuarto volumen. Este fue terminado por los ilustradores y publicado en 1960.

En sucesivas ediciones y traducciones, fueron removidas las esvásticas y runas de las firmas originales en las láminas. Al conocerse la historia del atlas, la editorial descontinuó su publicación por motivos éticos. Los departamentos de medicina de numerosas universidades comenzaron a recomendar el uso de otros atlas.

Durante la década de los 90, algunos académicos comenzaron a publicar artículos donde se cuestionaba el origen de los cuerpos utilizados como modelos para las ilustraciones. Después de múltiples presiones para realizar una investigación formal, la Universidad de Viena especificó, en su informe final, que el Instituto de Anatomía recibió en aquel entonces por lo menos 1.377 cuerpos de personas ejecutadas (por guillotina o baleados por la Gestapo). Sin embargo, es difícil verificar el número real de cuerpos recibidos porque mucha de la documentación del instituto desapareció en los bombardeos durante la guerra.

Posteriormente, la misma universidad envió una nota a las bibliotecas que tuvieran el atlas, advirtiendo a los usuarios que su uso era una responsabilidad ética individual. Sin embargo, las dudas morales persisten hasta el día de hoy: ¿debe reeditarse y utilizarse este atlas, a pesar de conocerse su historia?

 El rabino Joseph Polak, sobreviviente del Holocausto y profesor de derecho sanitario, manifestó en una entrevista concedida a la BBC que el libro representa un “enigma moral”, ya que es un producto derivado de la maldad humana, pero que puede tener un uso positivo.

En 2018, Polak, junto con el profesor psiquiátrico e historiador médico Michael Grodin, emitieron un documento, donde concluyeron que la mayoría de las autoridades judías permitirían el uso de este atlas, siempre y cuando sirva para salvar vidas. Señalaron también que la historia del atlas debe darse a conocer, para otorgar a las víctimas la dignidad de la que fueron despojadas tanto en su muerte como en la explotación no autorizada de sus restos.

Pero el tema no es tan simple para todos. El doctor en bioética Jonathan Ives, de la Universidad de Bristol, piensa que usarlo es una manera de ser cómplices con las atrocidades del nazismo y de justificar la procedencia de los cuerpos. Al mismo tiempo, admite que descontinuar su uso, sería perder una prueba más sobre el Holocausto, evento que no debe ser olvidado.

Siempre y cuando se explique su origen, y que cada eventual reedición mencione estos pormenores, el atlas de Pernkopf podrá servir para salvar vidas. Sería una manera de transformar la falta de ética de sus creadores en un reconocimiento simbólico hacia las víctimas, para que sus muertes no hayan sido en vano.

Y, sin duda, puede servir también como un instrumento para una discusión sobre la ética y lo moralmente aceptable en lo científico y artístico, algo muy necesario en estos tiempos turbios que nos toca vivir.

(Domingo 28 de agosto 2022, La Prensa Gráfica, sección de opinión. Foto: una de las ilustraciones del atlas de Pernkopf).