Llama la atención que en un país tan religioso como el nuestro, el estudio, la discusión y la investigación sobre nuestras creencias y prácticas espirituales es aún incipiente.
Para muchos, la práctica de una religión es considerada como algo imprescindible. Es común que la religión que se practica en el grupo familiar sea aceptada por tradición, sin realmente vivir la fe ni creer en sus preceptos. Escasos son los que tienen alguna epifanía o revelación personal que les permite encontrar su camino espiritual. Y pocos, muy pocos, son aquellos que, con la mente abierta y sin prejuicio alguno, se toman el trabajo de acercarse a diferentes religiones y prácticas para estudiarlas, informarse y conocerlas.
Por desgracia, en El Salvador, hablar de creencias religiosas diversas es un tema tabú. Se asume que la religión católica, practicada por la mayoría de la población, es la “única y verdadera”, despreciando otras denominaciones y prácticas. Lo que a muchos se les olvida, o lo que ignoran, es que en nuestro país varias religiones conviven en el mismo territorio de manera armoniosa. Tenemos un par de mezquitas islámicas y también un imponente templo mormón, aparte de templos de varias denominaciones evangélicas y pentecostales, cuyos miembros son numerosos.
En ese sentido me pareció muy importante la realización del Primer Coloquio Salvadoreño de Religiosidad Popular en el Museo Nacional de Antropología (MUNA), organizado por la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI) de la Secretaría de Cultura, la Universidad Tecnológica, la Universidad Don Bosco, la Academia Salvadoreña de la Historia y el Centro Cultural de España.
El Coloquio es reflejo de un interés creciente por parte de las Ciencias Sociales en estudiar la religiosidad popular, no sólo como una manifestación cultural sino también como parte de la identidad de los pueblos. Es importante estudiar la historia, el desarrollo y la dinámica de todos estos sistemas de creencias para poder comprender el origen de varias de nuestras costumbres y también para observar su impacto en la sociedad y en eventos históricos, así como los cambios que dichas creencias han experimentado a través del tiempo.
Realizado entre el 23 y el 24 de septiembre, el coloquio reunió exposiciones de 15 académicos nacionales y extranjeros que hablaron de temas tan diversos como los oficios de la Santa Inquisición, la influencia de Monseñor Romero y Rutilio Grande en el catolicismo popular, los orígenes del Día de la Cruz, el culto al Cristo de Esquipulas, las religiones pentecostales y evangélicas, y sistemas de creencias como el curanderismo y la brujería.
El hecho de tocar este último tema me pareció muy relevante. Aunque todos sabemos que existen dichas prácticas, el común de los salvadoreños se burla de ellas, las tilda de ignorancia o, en el más fanático de los casos, se les descalifica por “paganos” y se les condena como “pecadores”. Estas prácticas, tan extendidas entre nosotros, han subsistido desde tiempos inmemoriales a pesar del secretismo y la persecución.
Muchas personas acuden a curanderos y brujos buscando lo que no encuentran en otras partes. Desde la cura a enfermedades físicas, incluyendo males como “sustos”, “mal de ojo” y “aires”, hasta métodos para atraer al sexo opuesto o protecciones para los migrantes que viajan a los Estados Unidos, los curanderos y brujos obran como intermediarios entre el mundo cotidiano y el mundo de los espíritus, a quienes se les solicita su ayuda para lograr algún objetivo.
Uno de los aspectos más llamativos de estas prácticas es el sincretismo. Santos y símbolos católicos, espiritismo, vudú, santería, plantas medicinales, animismo, velas de colores, interpretación de señales naturales y lecturas de cartas se fusionan para crear un complejo cuerpo de creencias y ritos.
En ese panteón de espíritus a los que se invoca (conocidos como “hermanos”), se encuentran diversas figuras cuyas historias forman ya parte del imaginario salvadoreño. Los Hermanos Julio Cañas, José Miranda y Ernesto Interiano, y la Hermana Trinidad Huezo son algunos de los más populares y consultados.
El General Maximiliano Hernández Martínez fue un gran creyente de este tipo de prácticas. Martínez solicitaba constante consejo de Trinidad Huezo (que algunos dicen fue su cocinera) y también de una espiritista llamada Pacita. Por su inclinación a diversas prácticas fue que apodaron a Martínez como “El Brujo”. Trinidad Huezo terminó inmortalizada en los billetes de cinco colones de la época como un reconocimiento de Martínez a sus servicios. Irónicamente, y quizás por la existencia de ese vínculo, la imagen del General Martínez también puede encontrarse en algunos altares populares.
Otro de estos cultos populares es el de San Simón, conocido en El Salvador como Hermano Simón y en Guatemala como Maximón o Rilaj Mam (que significa El Gran Abuelo). Esta es una de las figuras más frecuentes en los altares de los curanderos y los brujos salvadoreños.
En su conferencia “San Simón de Mesoamérica”, Antonio García Espada, de la DNI, habló sobre la complejidad de este personaje, cuyos orígenes son confusos y de los cuales hay varias versiones. Uno de los aspectos importantes que destacó el conferencista es el hecho de que el Hermano Simón es un espíritu ambiguo, que tanto puede hacer el bien como el mal. Su imagen es una figura cambiante de acuerdo al lugar donde se practica su culto.
En la conferencia “El Hermano Macario Canizales de Izalco”, Marielba Herrera de la Universidad Tecnológica, hizo notar cómo algunos entrevistados, entre ellos evangélicos, decían no participar de ese tipo de cultos “por miedo”. Según la conferencista, sentir ese miedo es también una manera de creer, porque no se puede tener miedo de algo en lo que no se cree.
Estudiar las diferentes manifestaciones religiosas de nuestro pueblo es una tarea difícil y compleja, ya que por lo general estas prácticas no guardan registros escritos o gráficos y todo se transmite de manera oral, de generación en generación. Pero su estudio y conocimiento es imprescindible para construir el vasto mosaico de las diferentes creencias y rituales que constituyen el otro rostro de la religiosidad salvadoreña.
(Publicado en La Prensa Gráfica, revista Séptimo Sentido, domingo 6 de octubre 2013).
Apreciada Jacinta,
Sin ser redundante, efectivamente como centro americanos tenemos mucho en común, entre ello nuestra religiosidad, estas zonas geográficas a su vez presentan una gran riqueza en especies animales y vegetales, que corren grandes riesgos de extinción.
En lo que se refiere a compilación del conocimiento de la utilización de plantas medicinales se puede estudiar diversos documentos (etnobotánica) publicados por la Dra. Ana Lucrecia de MacVean de la Universidad del Valle de Guatemala (amacvean@uvg.edu.gt). Mil gracias por sus amenos artículos, me encanta leerla.
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Gracias a usted por la referencia de la doctora MacVean y por leerme. Saludos.
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Muy interesante, Jacinta. Me gustaría opinar sobre dos cosas. Conocer las diversas creencias religiosas en nuestro país es un tema muy importante, porque muchas de las actuaciones de las personas giran alrededor de estas creencias. Los curanderos y “brujos” tienen un áurea especial para algunas personas; y, aunque todo está rodeado de una especie de “magia religiosa”, creo que algunos de estos curanderos tienen un conocimiento profundo del uso curativo de las plantas; sin embargo me gustaría hacer notar que también abundan los charlatanes que se aprovechan de la ignorancia de la gente.
Segundo, aunque su artículo se centra en el tema de la religiosidad, me gustaría decir que es justo señalar que también hay un grupo de personas en nuestro país que no creen en dioses de ningún tipo, y en su consciencia se perciben a sí mismos como ateos, y aunque, me atrevería a decir que la mayoría de ellos no lo declaran en público (debido quizás a lo negativo con que los religiosos perciben el término “ateo” y debido también a la intolerancia de la gente) pienso que el número no debe ser tan pequeño. Si no mal recuerdo, en un estudio que se hizo en Estados Unidos, el porcentaje de ateos ascendía al 17 %. Y en un país nórdico, no recuerdo al momento cuál, el porcentaje de ateos era de más de 80 % . Sería interesante si en nuestro país se hiciera un estudio estadístico sobre este tema.
Muchas gracias por permitirme opinar. Como fiel lector de su Gabinete Caligari, le mando mis saludos.
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Hola Óscar:
usted tiene razón, también hay muchos charlatanes en el mundo de la “otra religiosidad”. Pero así mismo, el conocimiento que guardan los curanderos sobre los usos de incontables plantas medicinales y otros remedios (que toman ingredientes cotidianos), es importante y también sería bueno compilar ese conocimiento.
Su mención sobre el ateísmo también es de consideración. Hoy parece que medio mundo es ateo pero por cuestiones de espacio, como comprenderá, no puedo incluir todo lo pertinente al tema. Pero me parece un avance que se comiencen a explorar estos temas como material de estudio.
Muchos saludos y le agradezco su fiel lectura.
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