La última noticia que se tuvo del escritor y periodista estadounidense Ambrose Bierce fue una carta fechada en Chihuahua, México, el 26 de diciembre de 1913. Había sido enviada a su amiga personal Blanche Partington. Aunque no existe ninguna copia de aquella carta, testigos afirman que terminaba con esta frase: “En lo que a mí respecta, parto mañana de aquí con rumbo desconocido”.
Nadie volvió a saber nada de Bierce. Tenía 71 años. Lo que ocurrió después llegó a constituirse en uno de los grandes misterios de la literatura.
Es poco lo que se sabe de los primeros años de la vida de Bierce dado que siempre se negó a hablar de su infancia o de su familia. Pero parece que no fueron tiempos felices.
Su padre, Marcus Aurelius Bierce leía solamente dos cosas: la Biblia y los poemas de Lord Byron. El capricho del Sr. Bierce fue bautizar a sus trece hijos con nombres que iniciaran con la letra A. Ambrose, el décimo en la línea, solamente mantuvo relación hasta adulto con uno de sus hermanos, Albert.
A los 17 años ingresó al Instituto Militar de Kentucky y muy pronto se vio participando en varias batallas de la Guerra Civil estadounidense. Sus diversas experiencias en la guerra sirvieron de alimento más adelante para sus cuentos sobre la guerra, en particular para “Un suceso en el puente sobre el río Owl”, uno de sus cuentos más famosos.
Al terminar la guerra y luego de su renuncia al ejército, se estableció en San Francisco, donde comenzó a trabajar en algunos periódicos. Publicó artículos, poemas y cuentos.
En 1871 se casó con Marie Ellen Day y tuvo tres hijos, Day, Leigh y Helen. Su hijo preferido, Day, se suicidó a los 17 años tras matar a su rival en un pleito por una mujer. Leigh murió de una neumonía en 1901.
En esa época, Ambrose Bierce ya era columnista del San Francisco Examiner, periódico propiedad de William Randolph Hearst, y se había convertido en uno de los más importantes e influyentes escritores y periodistas de la costa oeste de aquel tiempo.
Sus textos destacaban por la maestría en el manejo de diversos géneros literarios, pero sobre todo por el uso de la ironía y el sarcasmo utilizados como armas para criticar lo que andaba mal en la sociedad, lo cual le ganó el apodo de “Bitter Bierce” (amargo Bierce).
Entre sus textos literarios destacan los relatos de terror, fantasía, los que tratan el tema de la guerra y los textos satíricos. Pero sin duda su trabajo más reconocido fue El diccionario del diablo, una serie de definiciones, entre el humor y el cinismo, sobre el mundo visto desde su particular óptica.
Entre 1909 y 1912 ya había publicado sus obras completas. Bierce comenzó a manifestar la idea de visitar los antiguos campos de batalla en los que había estado y también sentía curiosidad por lo que estaba pasando en México con Pancho Villa. A nadie le extrañó mucho. Pensaron que buscaba nuevo material para escribir.
En 1914, después del viaje a México y de la carta fechada en Chihuahua, alarmada por la falta de información sobre Bierce, su hija Helen solicitó ayuda al gobierno de los Estados Unidos para localizarlo. A pesar de la investigación oficial que se abrió sobre el caso, nunca se obtuvieron informaciones precisas de su paradero ni tampoco de su estado, es decir, vivo o muerto.
A partir de entonces se formularon diversas teorías e historias sobre el posible fin de Bierce, algunas bastante descabelladas, pero ninguna comprobada.
La más común es que Bierce habría viajado a México para integrarse a las filas del ejército de Pancho Villa y que lo más probable era que hubiera muerto en algún combate. Pero hay motivos para dudar de esto. Su biógrafo y amigo Walter Niele sostenía que Bierce no había montado a caballo durante mucho tiempo, era un hombre mayor, sufría de asma y además era crítico del accionar de Villa.
Una versión muy difundida es la de su supuesto fusilamiento en Sierra Mojada. Uno de los ancianos del pueblo decía recordar haber visto un fusilamiento, cuando era niño, donde mataron a “un americano al que llamaban El Ruso, por considerarlo un espía”. En aquellos tiempos, cualquiera que anduviera preguntando demasiado por Villa era tomado por espía.
Alguna versión duda que Bierce hubiera viajado a México y especula con la idea de que el escritor se suicidó en los Estados Unidos. Durante toda su vida, Bierce manifestó su preferencia por una muerte rápida, su desprecio por la decadencia de la vejez y las agonías largas. Era partidario del suicidio como una opción de muerte digna.
Según ello, Bierce habría visitado los diferentes campos de batalla en los que estuvo durante la Guerra Civil, para luego ir al Gran Cañón de Colorado y pegarse un tiro.
Algunas versiones de lo ocurrido se tornan un tanto rocambolescas. Hay una versión que insiste en que Bierce viajó a Panamá en calidad de espía junto al aventurero inglés F.A. Mitchell Hedges, famoso por el descubrimiento de una calavera de cristal en unas ruinas mayas en Belice. Bierce habría viajado también por Centroamérica y habría sido visto por un explorador de apellido Johnson que lo describió como un hombre de largos cabellos blancos, vestido en pieles de jaguar, con las uñas crecidas y mantenido a fuerza por una tribu nativa que lo creía un dios.
El interés de Bierce por ir a México a ver con sus propios ojos cómo iba la revolución le habría dado la excusa ideal para preparar todos sus asuntos con el fin de hacer “un viaje largo”. No dejó asuntos pendientes antes de partir. El que la carta hubiera sido fechada en Chihuahua no demostraba que estuviera en México en el momento de escribirla.
Todo indica que su acto final fue planeado meticulosamente. Para aquel último viaje Ambrose Bierce se llevó, como único equipaje, el secreto de su muerte.
(Publicado en revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 13 de enero 2012).