Gabinete Caligari

Gente con propósito

Una costumbre bastante común para el fin de año es hacer una lista de propósitos para cumplirlos en el nuevo año. Por lo general uno suele ser bastante sincero cuando hace esas resoluciones pero también sabe, en el fondo, que no va a cumplirlas. O por lo menos, no todas.

Durante las primeras semanas cumplimos a cabalidad pero si cualquier día hay un impedimento o una variante en nuestra rutina, nos relajamos en la disciplina y, casi sin darnos cuenta, dejamos de lado lo que prometimos al inicio del año con tanto entusiasmo.

La costumbre de hacer propósitos de Año Nuevo es bastante antigua. Se dice que el emperador Julio César comenzó la tradición haciendo sus resoluciones el primer día del año para honrar al dios romano Jano (el dios de las puertas, los comienzos y los finales). Este dios estaba representado por dos rostros, cada uno de los cuales le permitían ver uno hacia el año pasado y el otro hacia adelante, hacia el año nuevo.

El tipo de propósito que hacían los romanos era más bien de tipo moral, como por ejemplo, lograr el perdón de los enemigos. Hoy en día, por lo general, los propósitos de año nuevo son mucho más mundanos: bajar de peso, hacer ejercicio, dejar de fumar, sacar mejores notas, terminar los estudios, ahorrar dinero, hacer un viaje. Los hay más específicos según la persona. Los hay con bajo o alto nivel de dificultad.

Quiero compartir dos historias que me llamaron la atención en días recientes y que podrán servir de motivación para cumplir nuestros objetivos, y en particular para aquellos que hayan resuelto comenzar un plan de ejercicios en el 2013.

La primera historia es la de Ernestine Sheperd, una mujer estadounidense de 75 años que ostenta el Récord Mundial Guinness de los años 2010 y 2011 por ser la mujer físico culturista de mayor edad en el mundo. En el 2012, su récord fue superado por una mujer de Colorado, Edith Wilma Connor, de 77 años.

La señora Sheperd se levanta todos los días a las 3 de la mañana para correr poco más de 15 kilómetros y entrena con pesas 4 o más días a la semana. Por lo demás, entrena a mujeres de la tercera edad y trata de motivarlas para alcanzar el máximo de su potencial físico. “La edad no es más que un número” es la frase motivacional que les repite con frecuencia a sus alumnas.

Pero Ernestine no pasó toda su vida entrenando. De hecho llevó una vida bastante sedentaria y nunca se interesó por el deporte. En una ocasión salió de compras con su hermana y se probaron unos trajes de baño. Ambas se burlaron de sus cuerpos y decidieron comenzar a hacer ejercicios. En ese entonces Ernestine tenía 56 años. Poco tiempo después, su hermana murió a consecuencia de un aneurisma cerebral. Ernestine se deprimió mucho pero después de un tiempo de duelo, decidió retomar el ejercicio para honrar la memoria de su hermana.

Fue en el 2007, cuando Ernestine tenía 70 años, que contrató a un entrenador personal para poder competir como físico culturista. Cuando entró a un concurso, siete meses más tarde, ganó el primer lugar en su categoría, superando incluso a mujeres que eran más jóvenes que ella.

La segunda historia, y que es un caso igual o más fascinante todavía, es el de Charles Eugster, de Suiza. Este odontólogo de 93 años comenzó a entrenar seriamente a los 87.

Eugster fue un niño bastante enfermizo pero su salud mejoró cuando le extirparon las amígdalas. A partir de entonces, el joven decidió hacer lo posible para mantenerse saludable y siempre hizo algún tipo de ejercicio. Sin embargo, cuando se casó adoptó las costumbres sedentarias de su esposa.

Después que se divorció, a los 60 años, retomó el deporte del remo, que ya había practicado antes. Ganó algunas medallas. Pero cuando cumplió 85 años entró en crisis. Tomó conciencia de lo viejo que estaba. Tenía exceso de peso, mala postura y le colgaba el pellejo donde antes hubo músculo. Muchos amigos habían muerto y pensó que pronto le tocaría a él. Como había continuado con la práctica del remo, decidió que podía exigirse un poco más de esfuerzo a sí mismo y se metió a un gimnasio a hacer físico culturismo.

Eugster ha expresado en varias entrevistas que lo que persigue con el ejercicio es tener buena salud. Según Eugster, nos han lavado el cerebro para creer que después de los 65 años estamos terminados. “Nos han dicho que la vejez es un continuo estado de declive y que debemos dejar de trabajar, bajar el ritmo y prepararnos para morir. Yo no estoy de acuerdo. Para mí, alguien de 65 años es joven. Yo voy a cumplir 92 este año. Es una perspectiva atemorizante, la ley promedio está en contra de mí y sí, un día algo va a pasarme y eso será todo. Pero hasta que ese día llegue, yo continuaré trabajando en mis abdominales”, declaró en una entrevista del 2011 al periódico inglés The Guardian.

Eugster imparte charlas motivacionales para hacer conciencia no sólo sobre las bondades del ejercicio y de un estilo de vida saludable, sino también sobre el concepto erróneo que nos impone la sociedad sobre la tercera edad y su relación con el trabajo y el retiro laboral. Argumenta que, por ejemplo, muchos adultos mayores piensan que, al no tener trabajo, ya no tienen ningún valor ante su familia, amigos y la sociedad en general. Y esa sensación de inutilidad los deprime al grado de provocarles enfermedades y matarlos.

Quizás los propósitos de año nuevo fracasan no solamente por falta de disciplina sino sobre todo por falta de una motivación más profunda. Los casos de Sheperd y Augster demuestran que, con la motivación adecuada, no hay obstáculo ni pretexto alguno para dejar de hacer lo que nos hemos propuesto.

(Publicado en la revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 30 de diciembre 2012).