Gabinete Caligari

Ferias de libros

Durante el mes de noviembre del año pasado, tuve oportunidad de estar en tres ferias del libro muy diferentes.

La Feria del Libro de San José de Costa Rica, la más pequeña de todas, que ha venido desmejorando considerablemente con los años, pudo darse el lujo de tener como invitado a José Saramago en sus mejores días, pero que en años recientes ha caído en ese letargo característico de las ferias de libro centroamericanas, que parecen realizarse nada más que por salir del paso. Para este año, el país invitado era Francia y se anunciaba con mucho bombo una exposición de libros de Gallimard, la más importante editora francesa. Pero la exposición no pasó de ser una colección de afiches que hablaban sobre el desarrollo de la historia de la casa editorial en mención.

Algo hay que decir a favor de la Feria y es que de nuevo se encuentra en las instalaciones de la Antigua Aduana, ya remozada, aunque el espacio en el que se instaló este año le dio una sensación de apretujamiento a los stands. Pero por lo menos era un lugar accesible al público, que acudió más o menos en buen número a una actividad que no ofreció atractivos ni sorpresas ni descuentos especiales para el público. O sea, a nivel de libros, no había nada que no pudiera encontrarse en una librería común y corriente de San José.

La Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile es una feria de mayor tamaño y es una de las ferias que poco a poco se está colocando entre las más importantes de la región, precisamente por su alto nivel de organización y por las actividades paralelas que se ofrecen. Este año, uno de sus mayores aciertos fue la organización de los Diálogos Narrativos Latinoamericanos, una serie de conversaciones con 15 escritores de todo lo ancho y lo largo del continente, actividad a la cual fui invitada.

Estos Diálogos fueron sin duda muy importantes por lo conversado dentro y fuera de las mesas, por los contactos establecidos y por lo que quedó sembrado en esta primera actividad. Es la intención de la Cámara Chilena del Libro, organizadora de estas mesas, que este tipo de actividades sean permanentes en la Feria de Santiago y que además el modelo sea retomado por todas las demás Ferias del Libro del continente, de manera de promover un gran diálogo entre nuestros escritores y lograr romper un poco esas barreras invisibles, que fueron el tema de conversación de las mesas: ¿Nos leemos los escritores entre nosotros? ¿Por qué no circula el libro en Latinoamérica? ¿Cómo está la situación de la literatura en los diversos países del continente americano?

Lo interesante de estas mesas es que derribaron esquemas. Claro que los escritores nos leemos entre nosotros, concluíamos en cada mesa. Para eso precisamente servían estos encuentros: para conocernos, intercambiar libros y direcciones, establecer una red de contactos y conocer el trabajo que cada cual hacía en sus países, algo que debido a la poca o mala distribución del libro en Latinoamérica no lograríamos si no acudiéramos a esta clase de eventos. Si en Centro América no nos damos cuenta de lo que se publica en Honduras o Nicaragua, menos que nos damos cuenta de lo que publican en Colombia, Ecuador o Uruguay. Y aunque el trabajo es de hormiga, eso de una persona trayendo un libro y luego esa persona prestándolo a uno o dos amigos más en su tierra, por algún lado se comienza a dar a conocer el trabajo de los demás.

Había preguntas que no podíamos contestar. ¿Por qué no se distribuyen los libros? Eso podrían contestarlo mejor las editoriales y los presentes éramos los escritores, y lo nuestro es escribir. Siempre era nuestra conclusión. Que no podíamos estar sembrando el trigo, cosechándolo y también horneando el pan y además vendiéndolo, aunque, a veces, eso es lo que toca hacer.

 Por lo demás, la Feria estaba instalada en un local espacioso y bellísimo, una antigua estación de tren, a la que acudieron más de 270 mil personas que visitaron los numerosos stands de la feria entre los que destacaron el dedicado al libro electrónico, directamente en la entrada de la Feria, dos stands grandísimos dedicados al comic o novela gráfica y un stand dedicado a las editoriales independientes.

Además de los Diálogos Narrativos hubo 500 actividades paralelas que fueron la atracción añadida de la Feria entre música, lecturas, presentaciones de libros, conversatorios y los Secretos de Autor, donde autores como Hernán Rivera Letelier y Pedro Lemebel, entre otros, se abrieron al público para contar gajes de su oficio, resultando ésta una de las actividades más populares.

De la Feria del Libro de Guadalajara (FIL) puedo decir menos, ya que la agenda personal que llevaba me impidió verla con tanto detenimiento como a las dos anteriores. Apenas me quedaron unas pocas horas para deambular por dos o tres stands, y eso por encima. Y las dimensiones de la FIL son como para pasarse fácilmente tres o cuatro días viendo libros.

Resultó abrumador encontrarse en un lugar lleno de tanto libro así como también enfrentarse a tanta, demasiada gente metida en ese lugar. Hay que decirlo: no todos iban a comprar. Muchos de los visitantes iban por el paseo. Podríamos quizás suponer que muchos iban por la variadísima cantidad de entretenimiento paralelo que la FIL ofrecía a sus visitantes entre actividades musicales, literarias, teatrales, con ofertas para jóvenes, niños y adultos.

Una de las grandes novedades de la FIL de este año fue un stand de literatura centroamericana, la primera vez que esto ocurría en sus 25 años de historia.

El stand fue financiado por el Fondo de Cultura Económica de México, con apoyo de Conaculta de México, Cerlal de Colombia y de la propia FIL, para subsidiar los gastos de transporte y de logística. Ninguno de los gobiernos ni las cámaras del libro de los 6 países representados de la región (todos excepto Belice), hicieron ningún aporte económico para que este stand pudiera hacerse realidad.

Paralelo a esto, se contó con la presencia de doce escritores de la región centroamericana cuya producción se hizo visible a través de la presentación de libros propios pero también de dos antologías, una de poesía y otra de cuento, cuyo contenido fue seleccionado por Sergio Ramírez, y publicadas por el Fondo de Cultura Económica.

Para alguien que gusta de los libros, lo más conveniente al ir a una feria como la de Guadalajara es saber qué es lo que se anda buscando. O ir con mucho tiempo para deleitarse viendo libros y dejarse sorprender por las auténticas ofertas (que no son liquidaciones de estorbosos saldos de librerías o de las bodegas editoriales), por las novedades (que algunas editoriales guardan para ser lanzadas precisamente durante la FIL) o por buenos libros que ya están fuera de la circulación corriente en las librerías, de manera que el visitante pueda tener sorpresas que hagan que su visita a la feria valga la pena. Y que valga incluso la pena una segunda y hasta tercera visita.

Estar en ferias del libro como las de Santiago o Guadalajara da gusto. Tenerlas es un lujo. Y creo que dan mucho espacio para la reflexión sobre todo por la actitud con que se celebran. Porque son eso, una celebración. Y no un evento que se ejecuta por obligación año con año.

Son eventos que honran y miman a una persona: al lector. Aunque también, de manera circunstancial, a todos los que tenemos que ver con ese maravilloso invento que es el libro: escritores, editores, libreros, distribuidores, impresores, dibujantes, diseñadores y demás.

Las ferias del libro pueden ser además el pretexto para juntar lo mejor de la creatividad del ser humano en cuanto a lo artístico, ofreciendo una serie de actividades paralelas que llamen la atención de aquellos que no sean muy dados (o que crean no estar muy atraídos) a la lectura. Pueden programarse actividades lúdicas donde se establezca el vínculo entre literatura y el cine, la música y el teatro, por ejemplo. Esas otras disciplinas pueden ser la llave de entrada al mundo de la literatura.

Pero lo mejor es que cuando uno acude a ferias del libro como la de Santiago o la de Guadalajara, y toma el pulso de sus asistentes, sabemos que el libro está muy lejos de morir.

(Publicada en Revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 8 de enero 2012).

3 Comments

  1. Interesante tema en su columna de hoy. Déjeme contarle, Jacinta, que asistí a la Feria del Libro que se hizo el año pasado en San Salvador; en general la Feria me pareció “un poco muerta”, como me lo dijo una amiga. Bueno, yo iba buscando a varios autores, pero el principal era Carlos Monsiváis y mi decepción fue que ni siquiera en los puestos de libros mexicanos pude encontrarlo. Pero lo bueno fue que me encontré con otros autores que yo desconocía, de quienes adquirí un par de libros que me han causado una grata compañía.

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  2. Susana says

    Muy interesante Jacinta y como siempre un relato vivo y “visual” :Gracias por los que estamos lejos ya anoté dos nombres de autores que buscar..es posible que yo llegue en Julio así es que si hay algún (algunos) libros que le interesarían y que puedo llevar de aquí hàgamelo saber.
    Fraternalmente
    Susana

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