Si alguien pensó que esto de que los escritores se dediquen a promocionar sus libros para venderlos (o a promocionarse a sí mismos) nació en tiempos recientes, se equivocó. Viene desde tiempos atrás, como lo verifica no solamente este anuncio en el que Ernest Hemingway anuncia una marca de cerveza, sino que se remonta incluso hasta los tiempos de Herodoto, cuando éste se auto-financió su propio “book-tour” para promocionar su libro de historia, que tuvo su gran impulso cuando pudo declamarlo frente a una muchedumbre rica e influyente en los Juegos Olímpicos, en el Templo de Zeus.
Este artículo del New York Times hace un excelente recuento de varios casos de lo que los escritores han tenido que hacer, a lo largo de la historia, en el afán de hacer visible su obra: How Writers Build the Brand – NYTimes.com (en inglés).
Que clima tan agradable esta haciendo hoy.
El tema de las marcas es fascinante, lugubre pero fascinante. A inicio de este año leí el relato corto Shoplifting from American Apparel, del escritor Tao Lin. Este libro ofrece nociones sobre formas de autopromoción, casi inofensivas, precisas y fiables, que le resultaron a este escritor. Curiosamente no son pocos los escritores jovenes de origen asiático, dentro y fuera de los EEUU, que han llevando esto de la autopromoción a otro nivel. En lo personal admiro su tesón e ingenio. Los críticos por su lado cuestionan mucho la calidad de sus obras, lo cual revive el debate que resume bien aquel viejo refrán: ‘Hay mucho ruido y pocas nueces’. Aunque no siempre es así.
Modificaré, so pena de sacrificar sonoridad sensual, una frase popular sobre los aromas escrita por Patrick Suskind para decir: ‘que quien domina el marketing domina el corazón de los hombres’.
Larga vida Jacinta.
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