Columna de opinión
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Bullying: un problema de todos

un grupo de piezas de juego a la izquierda y una de esas mismas piezas, aislada a la derecha.

A mediados de marzo de este año, los habitantes de Teotihuacán, México, se vieron conmocionados por la muerte de Norma Lizbeth Ramos, de 14 años. Lizbeth murió por trauma craneoencefálico, resultado de los golpes sufridos durante una fuerte pelea que tuvo con una compañera de clase. Dicha pelea fue la culminación del acoso escolar o bullying, que Lizbeth estaba sufriendo, debido a que el color de su piel era más oscuro que el de sus compañeras.

En el video que se hizo viral en internet, se ve cómo la agresora golpea a la ahora fallecida, con un objeto que parece ser una piedra. Uno de los detalles más escalofriantes del video es que el pleito estaba siendo presenciado por varios compañeros de estudios. Filmaban y tomaban fotos con los celulares. Ninguno intentó separar a las muchachas, ni siquiera de manera verbal. Por el contrario, animaban a la agresora a darle “más fuerte”. Mientras la agresora golpea una y otra vez sobre la cara y la parte trasera de la cabeza a Lizbeth, pueden escucharse risas constantes, como si lo que estaba ocurriendo frente a sus ojos fuera algo muy divertido. En algún momento, la agresora se voltea al grupo y les dice, con un tono de lástima: “No le está saliendo sangre”.

Algunos vecinos del lugar llamaron a la policía. La presencia de la patrulla fue lo único que logró detener el pleito. Lizbeth fue llevada al hospital con la nariz fracturada y la cara hinchada y desangrada. Ambas alumnas fueron suspendidas de clase durante un mes. En las tres semanas siguientes, Lizbeth comenzó a sentirse mal, a tener dolores de cabeza y náuseas. Cuando fue al hospital nada más le dieron aspirinas. El fin de semana antes de morir, comenzó a sufrir desmayos intermitentes hasta que, en uno de los desvanecimientos, no volvió a despertar.

La familia de Lizbeth explicó que estaban enterados del acoso sufrido por la adolescente. Denunciaron el asunto ante las autoridades escolares, pero ni los maestros ni la directora del centro de estudios le dio la importancia debida. “Eso es algo que pasa todo el tiempo”, comentó la directora.  

 La familia y vecinos del lugar protestaron por la muerte de Lizbeth cerrando una carretera para exigir justicia. Esto logró llamar la atención de la Fiscalía del Estado de México y hasta del presidente. La agresora ya fue detenida y será sometida al debido proceso, aunque por ser menor de edad, su condena máxima podría ser de sólo 5 años. La directora del centro educativo fue destituida y no podrá volver a dirigir ninguna escuela más.

Según un estudio realizado por la ONG Bullying Sin Fronteras, siete de cada 10 niños en el continente americano son víctimas de acoso escolar. A nivel mundial, son 6 de cada 10 niños quienes sufren, todos los días, algún tipo de acoso o ciberacoso. El mismo estudio indica que en El Salvador, son 4 de cada 10 niños quienes sufren acoso diario. Esto incluye desde insultos verbales hasta agresiones físicas, pasando por un asedio sistemático y constante que incide en la salud mental y física de quienes la sufren.

Se suma a esto el acoso cibernético o ciberbullying. Según un informe de la UNESCO, el 80 % de las víctimas de esta forma de acoso suelen ser niñas. México, Argentina, Honduras, Costa Rica y Chile ocupan los primeros lugares de este tipo de agresión en Latinoamérica. Pero las cifras tanto de bullying como de ciberbullying pueden ser engañosas, ya que muchos casos no llegan a ser denunciados. Esto es debido a que la mayoría de víctimas tienen miedo y no saben a quién acudir. Los agresores suelen amenazar a sus víctimas, advirtiéndoles que, si denuncian o intentan obtener ayuda de los adultos, las agresiones empeorarán.

Algunas víctimas tratan de resolver el asunto por su cuenta. En el caso de Lizbeth, su agresora la había citado a las afueras del colegio para arreglar cuentas. Según el testimonio de su familia, Lizbeth dijo que acudiría a la cita porque pensó que así podría terminar, de una vez por todas, con el problema, ya que ni las autoridades escolares ni la familia de la agresora ponían un punto final a la situación.

En muchos casos, los adultos desestiman o hasta ignoran la gravedad del acoso y no reaccionan hasta que es demasiado tarde. Por ello, los niños y adolescentes que sufren de bullying pueden sentirse aislados, incomprendidos, perder interés en los estudios, desarrollar anorexia o bulimia, autolesionarse o entrar en depresión. Cuando el acoso llega a niveles insostenibles, la situación puede escalar y terminar en suicidio o, como en este caso, en agresiones mortales que terminan con la vida de sus víctimas.

La autoestima de los agredidos sufre heridas que dejan secuelas que se extienden hasta la edad adulta. Esto se verá reflejado en diversos problemas de salud mental, alcoholismo, adicciones y conductas agresivas o auto destructivas.

 El caso de Norma Lizbeth es trágico en muchos sentidos. Aunque su familia la apoyó y buscó maneras de terminar con el acoso, hubo múltiples fallas en la red que debió ampararla. Falló la escuela, fallaron sus compañeros de clase, fallaron los maestros y la directora del centro. Falló también el sistema de salud que la mandó a casa con un par de aspirinas, sin una revisión completa y sin un seguimiento de su estado.

Por desgracia, los datos de bullying y ciberbullying van en aumento cada año, a nivel mundial. El estudio de Bullying Sin Fronteras estima que cada año mueren 200.000 niños y jóvenes alrededor del mundo, como resultado de acoso o ciberacoso.

Es imprescindible comprender que estos casos no son problemas aislados entre dos menores. Son problemas complejos que implican discriminación y violencia, y que afectan, de manera profunda, la salud de todo el tejido social.

Pensemos en esos jóvenes que se reían con cada golpe que recibía Lizbeth. ¿Qué clase de adultos llegarán a ser, ellos y tantos más, si como sociedad no escuchamos y amparamos a nuestros menores?

(Publicado en La Prensa Gráfica, domingo 26 de marzo, 2023. Imagen de Alexa via Pixabay).  

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