Hay muchas cosas que se pueden decir sobre Dahmer – Monstruo: la historia de Jeffrey Dahmer, la serie limitada estrenada hace pocas semanas en Netflix. Compuesta por 10 episodios de casi una hora de duración cada uno y co-creada por Ryan Murphy e Ian Brennan, este drama criminal cuenta la historia del asesino en serie Jeffrey Dahmer, conocido como el Monstruo de Milwaukee, quien mató y desmembró a 17 hombres entre 1978 y 1991, la mayoría de ellos afroamericanos. Fue arrestado y condenado a 15 cadenas perpetuas en 1992, muriendo en la cárcel a fines de 1994, a manos de otro prisionero.
La serie se presenta como un drama biográfico y, aunque se toma algunas libertades en cuanto a los hechos reales, la esencia de los acontecimientos están retratados con bastante veracidad. Parte de este logro se debe, sin duda, a su nivel técnico: el guion, las actuaciones, la ambientación, la fotografía y la edición construyen una historia asfixiante y repulsiva, una que cuesta ver de una sentada, como se suele hacer con las series hoy en día.
Dahmer – Monstruo tiene una puesta en escena muy dura. Hasta el más curtido en películas y documentales sobre asesinatos se sentirá abrumado por el contenido, desde el primer episodio. Supongo que de ahí se originan parte de los comentarios que manifiestan su hartazgo al ver filmadas historias sobre criminales, argumentando que lo que hay que conocer es la historia de las víctimas. Quizás quienes opinan así no lograron terminarla, porque justamente es la falta de idealización del criminal, el mostrar los hechos de manera cruda y dura, lo que hace que estos episodios nos impacten y nos dejen pensando en muchas cosas.
Jeffrey Dahmer (interpretado por Evan Peters) se nos presenta como un ser repulsivo, pero sin caricaturizarlo. Su personalidad, que vamos conociendo en varias etapas de su vida, no nos hace tenerle simpatía ni lástima de ningún tipo. Aunque se puede comprender de dónde provinieron o por qué adoptó ciertas conductas, el espectador no puede (ni debería) por ello justificar su crueldad. Para Dahmer no hay redención posible.
La serie nos permite reflexionar sobre la huella que deja un asesino serial, la cual no se limita a las víctimas de los asesinatos, sino que se extiende a la familia del criminal, a la gente de su entorno inmediato y también, por lo tanto, a la comunidad donde ocurren los hechos.
El programa también nos plantea las fallas del sistema. La policía de Milwaukee no le dio importancia a los múltiples llamados y quejas telefónicas sobre el mal olor, los ruidos y los gritos que salían del apartamento de Dahmer, ubicado en un complejo de apartamentos donde la mayoría de residentes eran afroamericanos. En alguna ocasión, la misma policía ayudó al asesino a hacer entrar a una de las víctimas, a quien Dahmer ya había sedado, pero que logró escapar. La policía consideró que era un problema entre una pareja gay y no le dio importancia a la situación, pese a que el muchacho era un menor de edad.
La historia va girando como un caleidoscopio que nos permite conocer la dimensión de la tragedia, mediante los puntos de vista de su padre, Lionel Dahmer (magníficamente interpretado por Richard Jenkins); de Glenda Cleveland, la vecina que hizo múltiples llamadas a la policía para advertir que algo malo pasaba; de varias de las víctimas, en particular de Anthony Hughes, de 31 años, y su familia, a cuya historia se le dedica un episodio entero; y, también, de la familia Sinthasomphone, migrantes de Laos, dos de cuyos hijos fueron víctimas de Dahmer.
También se retrata la enfermiza cultura estadounidense que acostumbra darle un tratamiento de superestrellas a los más despiadados criminales. Cuando Dahmer está en la cárcel, recibe numerosas cartas que van desde hombres manifestándole su admiración y solicitándole un autógrafo, pasando por el envío de cómics y tarjetas de felicitaciones con su imagen, hasta cartas de mujeres que le mandaban dinero y fotografías de ellas mismas, desnudas. Esta fascinación de algunas personas por los criminales no es nueva. Recordemos que Charles Manson y Richard Ramírez, otros dos siniestros criminales, se casaron estando en la cárcel con mujeres que les escribieron y visitaron.
Familiares de las víctimas de Dahmer se mostraron sorprendidos e indignados debido a que Netflix no les contactó para advertirles de la emisión de esta serie. Es una falla innegable de la plataforma, algo que debió hacerse como una muestra elemental de respeto. Para dichos familiares, cada vez que aparece una película, documental o serie citando los casos, se revive de nuevo el sufrimiento de aquellos eventos. Es un tipo de dolor sin solución que perdura de por vida.
Entre muchos puntos de reflexión que derivan de este tema, la serie podría servir para analizar el motivo por el cual consideramos las historias criminales como una retorcida forma de entretenimiento, a tal punto de que constituye todo un género fílmico y literario. Esto ocurre desde siglos atrás, donde las historias de asesinos y su persecución son el material fundacional de géneros como la novela negra y de terror.
El rechazo que algunos sienten ante este tipo de historias puede estar relacionado con la negación a admitir que, cualquiera de nosotros, puestos en una situación extrema, podríamos cometer actos brutales. Nos da miedo aceptar que hay una sombra que nos habita y que nuestro lado bestial puede imponerse en algún momento. Esa indagación en nuestra oscuridad es uno de los grandes temas de la literatura, del cine, del arte y de la filosofía. Y lo es porque para el género humano es importante intentar comprender el punto de quiebre a partir del cual alguien comete actos extremos de crueldad.
No es obligatorio para nadie consumir este tipo de programas. Pero para quienes estamos interesados en comprender los mecanismos de funcionamiento de la mente criminal, series como Dahmer – Monstruo son justamente eso: un material de estudio más para indagar en la maldad humana.
(Publicado en sección de opinión, La Prensa Gráfica, domingo 9 de octubre, 2022. Foto: gráfico promocional de la serie).