Columna de opinión

Por nuestros compañeros animales

Hace poco se me perdió un gato. Ocurrió poco después de una mudanza. Como nunca me había pasado antes, revisé páginas y videos de internet sobre las cosas que podían hacerse para localizar al animal. Por desgracia, mencionaban recursos que están plenamente disponibles en otros países, pero que aquí son inexistentes o de funcionamiento limitado.

Varias de estas páginas indicaban localizar al animal si tenía implantado un microchip. Que yo sepa, los microchips con la información del dueño o con geo localizador no es algo que esté disponible todavía en El Salvador. Si lo está, supongo que cuesta una pequeña fortuna. No, mi gato no tiene microchip. Tampoco collar.

La siguiente indicación era buscar en todos los refugios de animales de la zona. En los alrededores de donde vivo, no existe ninguno. Sé que hay algunos pocos proyectos privados que rescatan animales abandonados en el país, pero que no dan abasto para atender a satisfacción esta problemática. En todo caso, ninguno se encuentra cerca de mi vivienda.

Sentí envidia de no estar en un país donde existiera este tipo de opciones, que podrían ser una esperanza para quienes perdemos a un animalito. Esto me llevó a preguntarme no sólo por qué no existen más refugios, sino también por qué nuestra relación con los animales de compañía es tan accidentada.

Regalar o comprar un perro o un gato es una práctica común. Pero estos no son un juguete o un objeto decorativo. Hace falta tomar consciencia de que cuando se adopta un animal, asumimos una responsabilidad sobre otro ser vivo. Eso implica no sólo alimentarlo y darle cobijo, sino también atender sus necesidades médicas y procurar su bienestar general. Los gastos económicos que implica esto, pueden tomar desprevenidos a muchos y hacerlos arrepentirse de una adopción.

Por otro lado, los animales tienen personalidades diferentes. Algunos pueden resultar hiperactivos o tener hábitos que exasperen a los humanos, como destruir zapatos y muebles o hacer sus necesidades en cualquier lugar. Por ello, algunas personas se arrepienten o se aburren de tener un animal. Les resulta tediosa la permanente obligación del paseo, la atención de sus necesidades, bañarlos y las múltiples medidas de higiene a tomar en el área donde viven.

Para personas que tienen gatos, una mudanza puede ser el pretexto perfecto para deshacerse de un animal indeseado, aduciendo que “los gatos aman más a la casa que a la gente”. No piensan que al dejar atrás al animal, los nuevos dueños no suelen aceptarlos, llevan a sus propios animales o que no podrán hacerse cargo de uno más.

Con demasiada frecuencia nos enteramos de casos de gente que abandona a sus animales en cualquier lugar, que los maltrata, los mantiene en las más espantosas condiciones o hasta los mata, con lujo de sadismo. Muchos animales abandonados encontrarán la muerte, por ser dejados a orilla de carreteras con mucho tráfico. Hay gente que, por desgracia, disfruta atropellándolos o envenenándolos a propósito.

Nunca he podido comprender cómo la gente tiene el corazón de ir a botar lejos a los animales, como si fueran basura. En internet es fácil encontrar videos de estas situaciones, donde los animales esperan, leales, en el lugar donde fueron dejados por sus antiguos dueños o de perros que salen corriendo detrás del carro de sus amos, con la esperanza de que todo sea alguna especie de juego. Por desgracia, no suele serlo.

No todos los animales callejeros son abandonados. Algunos se escapan, como los gatos, sobre todo en momentos de gran estrés como lo es una mudanza. Algunos perros y gatos, que tienen un gran espíritu aventurero y curioso, deciden salir a correr y ver mundo, desorientándose en el proceso y perdiendo noción de cómo regresar a casa.

 Los animales que logren sobrevivir a su nueva condición, irán adaptándose a la vida callejera, pero estarán expuestos de manera permanente a enfermedades y a todo tipo de peligros. Su calidad de vida se mirará severamente reducido, así como su tiempo de vida. Si el animal no fue esterilizado por sus dueños, significará además un crecimiento o formación de colonias donde nuevas crías nacerán y sobrevivirán por su cuenta, incrementando el problema de los perros y gatos callejeros.

Esto demuestra que necesitamos crear una cultura de respeto y sensibilización hacia los animales. Si alguien se arrepiente o se ve imposibilitado de seguir cuidando a un animal, que por lo menos existan instituciones que puedan hacerse cargo de ellos de manera temporal, mientras se le encuentra un mejor hogar. Pero en un país donde dichos refugios escasean, ¿a dónde se puede ir? Esto no justifica, de ninguna manera, que sean abandonados.

Es una deuda pendiente, tanto de los gobiernos como de la sociedad civil, abrir espacios que promuevan la solución a todos estos problemas de abandono y crueldad animal. Aunque existen algunas iniciativas que cumplen un gran papel, como La Manada de Pick o las campañas de vacunación y esterilización impulsadas por algunas alcaldías, es necesario que se expandan a todo el país y que cuenten con los recursos económicos y técnicos necesarios para atender esta problemática.

Tenemos problemas críticos que atender, es cierto. Pero así mismo, contamos con una creciente población de perros y gatos, con quienes compartimos nuestra cotidianidad. Es más que comprensible que nos preocupemos por ellos y por su bienestar. Por desgracia, el tema de los derechos animales no suele discutirse ni tomarse con la debida importancia en nuestra sociedad. Que yo sepa o recuerde, ningún político se plantea entre sus promesas respetar los derechos de los animales, construir y subsidiar refugios, capacitar a la población en primeros auxilios aplicados a perros y gatos e impulsar programas masivos de vacunación y esterilización para ellos.

“La grandeza de una nación y su progreso moral pueden ser juzgados por la manera en que se trata a sus animales”, dijo alguna vez Mahatma Gandhi.

¿Cuál sería la calificación de El Salvador, si alguien fuera a medirnos por la forma en que tratamos a nuestros animales?

(Publicada el domingo 4 de julio de 2021, sección de opinión de La Prensa Gráfica. Foto de Eveline de Bruin en Pixabay).