Gabinete Caligari

¿Tú me comprendés?

Un amigo panameño me preguntó alguna vez cómo se aprende a vosear. En Panamá no usan el “vos” y a él le parecía que hablarlo era casi como hablar otro idioma, por la diferenciación en la conjugación de los verbos. Él entendía cada palabra pero era incapaz de contestarme en clave de “vos”, aunque se empeñó en hacerlo en un par de ocasiones.

La pregunta me llamó la atención. Para nosotros, los centroamericanos, el uso del “vos” se da de forma natural. Lo curioso del aprendizaje del voseo es que se hace de manera informal, es decir, es un aprendizaje estrictamente oral. Aunque el voseo se usa en toda Centro América (menos Panamá), en algunos lugares al sur del Estado de Chiapas (en México), algunos lugares de Colombia y Bolivia, y en  Argentina, Uruguay y Paraguay, la conjugación verbal que aprendemos en la enseñanza primaria no incluye el voseo, aunque sí incluye el uso del “vosotros” usado en España, pero no en Latinoamérica.

El “vos” y la conjugación de sus verbos tiene su forma de escritura. Pero si no se sabe vosear, la pronunciación exacta se pierde al ser leída, porque en muchos de los casos verbales no se puede tildar la fuerza de voz en la sílaba necesaria. Esto implica que alguien podría leerlo como una conjugación desde la segunda persona, es decir, desde el “tú”.

A pesar de lo extendido y natural que es el uso del voseo en la región, confieso que sufrí un shock cultural cuando llegué a Nicaragua a inicios de los años ochenta del siglo pasado. A los pocos días de llegar, tuve que tomar un taxi. Como buena salvadoreña, me senté en el asiento de atrás, sin saber todavía que los taxis en Managua eran colectivos. El taxi iba vacío cuando me subí. En algún momento del trayecto, el taxista se volteó casi que por completo para mirarme y me dijo: “mirá, ¿qué hora tenés?”. Este sujeto, al que jamás había visto en mi vida, me estaba hablando confianzudamente, tratándome de “vos”. Como no le contesté, el tipo repitió la pregunta. Supongo que pensó que no lo había escuchado. Y por supuesto, no habiendo nadie más en el taxi, era obvio que estaba hablándome a mí. Me sentí como en aquella escena de Taxi Driver, cuando Travis Bickle (el protagonista de la película, magistralmente interpretado por Robert De Niro), pregunta: “Are you talking to me?”.

Pensé que era un caso particular. Pero después de pocas semanas me di cuenta de que en Nicaragua tratan a todos de “vos” de primas a primeras, incluso a los extraños. Para muchos, es una señal de la amabilidad del nicaragüense. Pero jamás me pude acostumbrar a ello y jamás lo adopté como práctica personal. Mil veces expliqué lo del uso del “usted” en El Salvador y mil veces más fui mal interpretada por hablar como me habían enseñado en mi tierra.

Ese shock cultural ocurrió por cuestiones de aprendizaje. Me enseñaron que el “vos” era usado estrictamente con personas muy cercanas, de mucha confianza; y que el “usted” se usaba para personas que uno no ha visto jamás en la vida, a las que probablemente no vuelva a ver o con quienes se tienen relaciones cordiales pero distantes emocionalmente. Al jefe en el trabajo se le trata de “usted”, por ejemplo.

Los códigos de utilización del “vos”, el “usted” y el “tú” pueden variar de acuerdo al grupo familiar y social en el que se desenvuelve el hablante. Un detalle curioso del uso de “usted” en El Salvador, es que también se usaba con personas de confianza pero que a la vez, son de respeto. Por ejemplo, un hijo a su padre puede tratarlo de “usted”, aunque el padre trate al hijo de “vos”. También se usaba entre hermanos o entre parejas. Una pareja de casados podía tratarse de “usted” hasta la muerte.

Lo que aprendí del uso del “tú” es que no era frecuente. Era apenas la conjugación verbal de la segunda persona que aprendíamos en la primaria, como mero requisito gramatical. Junto con el “vosotros”, era aprender algo que nunca íbamos a usar. El “tú” era como una galaxia inexistente del habla. De hecho, el “tú” tenía un tufito a persona con pretensiones arribistas y era usado por la gente de la “high life” (como la llamábamos en los setenta), que se creía ser mejor que el común de “la chusma”. Era una manera presumida y dizque refinada de hablar, algo que los diferenciaba del común de la gente que usábamos el “vos”.

Aquella diferenciación de uso del “vos”, el “usted” y el “tú” se ha modificado bastante. No sé si todavía existen matrimonios que hoy en día se traten de “usted”. Pero ahora resulta que cualquier extraño te trata de “vos”, porque supuestamente el “usted” es muy frío e impone distancia. O peor aún, te tratan de “tú”, algo que cada día escucho con más tristeza porque me parece una forma no original de hablar entre salvadoreños y que, además, cae en aberraciones como mezclar el “tú” con las conjugaciones del “vos”: “tú tenés razón” o “tú podés hacerlo”, por ejemplo.

Esta aberración del habla se escucha cada vez con más frecuencia, incluso de parte de comunicadores y funcionarios públicos de todo nivel, personas que se supone son estudiadas y que deberían de tener un mejor conocimiento del lenguaje. Si a esto le sumamos la incontenible contaminación de nuestra lengua con una avalancha de palabras en inglés utilizadas para describir puestos de trabajo, conceptos y nombres de negocios (entre otros), podemos prever que nuestro hablar como salvadoreños va camino de convertirse en un híbrido extraño, plagado de anglicismos y fallas gramaticales, donde nuestras expresiones locales van desapareciendo poco a poco.

En lo personal, me reservo el derecho a seguir utilizando el “vos” y el “usted” tal como los aprendí, aunque no podré evitar que mis tímpanos sangren cada vez que escucho esa abominable mezcla del “tú” con el “vos”. ¿Tú me comprendés?

(Publicado en revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 8 de mayo de 2016. Foto propia).

1 Comment

  1. Mardoqueo Siliezar says

    Bueno, apreciada columnista, quisiera comenzar recordando, estrictamente hablando ningún idioma es realmente gramatical. La tradicion aprendida en aulas seguro es querida y apreciada pero la realidad, seguro coincidira, es mas abundante, diversa y…retadora porque es como las corriente de viento, caprichosas y la gramática es lo que la ley de transito a las calles y carreteras de un pais…un buen intento de describir y moldear el “corazón” de una jungla rica, semi-caotica y rebosante de formas, sonidos y colores que en realidad carece de fronteras y que se va metamorfoseando sin que nadie en empresa individual o grupal, le “fije la tabla de precios” aceptados ;). El idioma, como los pueblos y su cultura, son como un río que lleva con el muchos elementos y muchos cambios siempre concurrentes en el tiempo. La elevación del nivel tecnológico y por ende económico y social de las sociedades repercute en la eventual “selección natural” y la discriminacion de los “artículos de intercambio” aceptados mediante canones establecidos gracias a costumbres y puntos de vista aprobados y disfrutados. He ahí el ejemplo, aunque solo por referencia opaca y muy distante, entre el latín culto y el latín vulgar. Hoy en día, las lenguas romances, si probablemente supiste, se originaron del latín vulgar…el del vulgo o clases bajas. Nuestro español Salvadoreño, es nada mas y nada menos que un particular coctel de “conchas” que la gente prepara con los ingredientes prestados, recombinados y reciclados que los afluentes culturales, no los de alta clase, les proveen y que sus hablantes proponen, usan y en muchas ocasiones terminan…popularizando. Al final, Idioma nace y crece desde una base muy amplia y …si, popular. Hablar un idioma es escoger tu propio estilo particular entre islas flotantes de faunas y floras muy coloridas. Cada quien en su estilo. La discrecionalidad existe gracias a nuestro propio libre albedrío. Hay fuerzas imparables e ingobernables pero cada quien elige sus propias avenidas de expresión y cultiva su propio jardín de lenguaje, no cree? Por supuesto, hay tesoros y logros redondos por su nivel de complejidad y acierto. Su percibida elegancia tradicional, la cual es validación de estatus de nuestro nivel cultural y humanístico, pero es talvez el el mineral valioso entremezclado con su matriz mineral…el oro, si así prefiere, de nuestro idioma, aunque si le soy sincero anda mas por bronce amalgamado.

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