Hace un par de semanas recibí un mensaje de una alumna que estudia 2º año de bachillerato en un colegio capitalino. En tono desesperado, me solicitaba le enviara “una especie de autobiografía” (sic), porque para su clase de literatura le habían asignado “personificar” a la escritora Jacinta Escudos.
Pocos días después, me envió otro mensaje, más corto pero más desesperado que el primero, urgiéndome a enviarle la autobiografía. Supongo que su plazo se estaba cerrando y que la alumna esperaba mi respuesta para comenzar a hacer su tarea de memorización y actuación.
No contesté dicha solicitud porque no supe bien qué decir. Lo que la mencionada alumna me estaba pidiendo era, prácticamente, que le hiciera la tarea. Pensé que no tengo el más mínimo deseo ni intención de escribir una autobiografía, ni corta ni larga. Por lo tanto decidí no acceder a su petición.
No sé cuál sea el objeto de una tarea semejante. Supongo que el profesor trató de hacer algo llamativo, como parte del programa de literatura. Pero estoy segura de que puede hacerse cosas más interesantes y lúdicas con la enseñanza de la literatura, sin que los alumnos tengan que ser sometidos al tedio de fingir que son algún escritor. En todo caso, ser escritor no es nada especial ni mucho menos emocionante como para representarse ante una audiencia, créanme.
Para fines de estudio puede resultar útil saber algo sobre la vida de un escritor y ubicar su obra dentro de un contexto histórico. ¿Pero por qué no dejar el canon para los académicos y permitir que la juventud se enamore rabiosa y apasionadamente de los libros? ¿Por qué no se enfoca la enseñanza de la literatura en transmitir la magia que emana de los libros y de sus historias? ¿Por qué en vez de enfocarnos en programaciones y cumplimiento de metas, nos enfocamos en que el estudiantado se enamore de la lectura? ¿Por qué no jugamos a que la literatura es algo emocionante?
Muchas veces, los métodos de enseñanza de la literatura conducen a lecturas encorsetadas e interpretaciones limitadas de los textos. Un lector obligado no busca más que lo que el profesor le orienta a buscar, limitando de esa manera la percepción de lo que podría descubrir por su cuenta y reduciendo el ejercicio de la lectura a un tedioso trámite que debe cumplir para obtener una nota en el examen o el trabajo escolar del momento.
En la enseñanza de la literatura suelen fracasar los métodos utilizados pero también el material seleccionado de lectura, que sumado al carácter obligatorio de leer ciertos libros, crea en los estudiantes un comprensible rechazo hacia todo lo relacionado al tema. Los mecanismos actuales de enseñanza, lejos de estimular la curiosidad, la búsqueda y la creatividad propias, refuerzan ese mecanismo de rechazo, que para muchos adolescentes, no será superado ni en la edad adulta.
No es que los libros seleccionados para ser estudiados en las diferentes etapas escolares sean malos. Nadie pone en duda su calidad. Se estudian porque fueron obras que marcaron la historia de la literatura, por un motivo u otro. Pero lo común es que los estudiantes no cuentan todavía con las herramientas o el bagaje necesarios para apreciar el mérito de esos libros, y terminan rechazándolos porque no encuentran en ellos historias que les hablen de su experiencia de vida.
He escuchado a jóvenes hablar de manera apasionada y fluida de un libro que leyeron por cuenta propia, pero que se quedan mudos cuando se les pregunta sobre alguna de las lecturas obligatorias escolares o expresan comentarios negativos, sobre todo de aburrimiento. Para la juventud sería más atractivo leer si se le permitiera seleccionar libremente sus lecturas escolares, de acuerdo a sus inquietudes y procesos de vida.
Es la pasión por la lectura lo que debería de transmitirse en las clases de literatura. La aburrida relación de fechas, títulos, nombres de escritores, los títulos de todos sus libros, personajes y clasificaciones históricas son temas de cultura general, sí, pero fácilmente olvidables por el tedio que implica tener que memorizar dicha información.
Si la literatura es creada, sobre todo, a partir de material subjetivo, ¿por qué no implementar mecanismos de enseñanza y evaluación de la literatura que tomen en cuenta, precisamente, la subjetividad del lector novel? ¿Por qué no dejar que los estudiantes lean los libros que les llame la atención y que digan qué les pareció? ¿Por qué no escuchamos hablar a los alumnos y adecuamos el sistema para lograr que queden enganchados con el hábito de la lectura, a la vez que adquieren otras habilidades y conocimientos? ¿Por qué en vez de evaluar su capacidad de memorización o de repetir lo que dice el profesor, valoramos su capacidad de análisis, su iniciativa y su expresión personal?
Es necesario insistir en un cambio radical del sistema de enseñanza, tanto en métodos como en contenidos, si lo que se espera es que nuestros menores sean lectores funcionales cuando lleguen a la edad adulta.
Uno de los atractivos de la lectura es que nos permite penetrar en un espacio de libertad plena. Nadie puede decirnos cómo imaginar un monstruo, por ejemplo, porque aunque el escritor lo describa hasta el mínimo detalle, la visualización que se hará del mismo será de acuerdo al gusto estético y la imaginación individual de cada lector.
La literatura es un espacio de libertad plena. Un libro es un fragmento de libertad ajena. Subversión en su estado más puro. Un secreto que se transmite entre escritor y lector. Esa libertad que el escritor ejerce en el momento de su escritura es un fuego, una brasa que el escritor le transmite al lector. Pero así como el escritor debe tener libertad plena para escribir su obra, así también el lector debe tener libertad plena para seleccionar sus lecturas, no importando su edad.
Sólo así, y no con camisas de fuerza ni obligaciones, se podrá comprender y vivir a plenitud la magia de la literatura.
(Publicada en revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 17 de mayo 2015).
Hola Jacinta Escudos pues le diré algo usted como literato es una completa basura, que escritor o escritora no estará orgullosa o orgulloso de que un alumno comparta su vida (la del escritor o escritora) es algo un tanto estúpido como ilógico pero bueno decisión de cada quien ustedes como autores salvadoreños solo porque se encuentran en lugares altos ya sea del gobierno o de universidades prestigiosas se creen que son los últimos autores en el mundo y se hacen los importantes para mi opinión no deben ser así, para esa gracia mejor renuncien de sus trabajos y dedíquese mejor a ser barrendera publica porque con ese tipo de actitudes como el suyo vamos en decadencia culturalmente
Yo un joven de 16 y ver este tipo de cosas solo porque una escritora de alta alcurnia no quiere brindar datos de su vida me da asco como dijo Horacio Castellanos Moya un colega suyo porque como se va a poner a creer que yo siendo escritor no brindare datos de mi vida es algo que no tiene sentidos sabe le dire algo el mejor literato no es aquel que escribe muchos libros sino aquel con sus acciones de vida es el orgullo de su pais.
Atentamente
Francis Lara
Companero y amigo de la nina que le pidio datos de su vida.
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Muy de acuerdo con su apreciacion, las camisas de fuerza nunca han sido amigas de la creatividad.
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Tuve la suerte de crecer con un padre que fue lector empedernido, devoraba cualquier libro que caía en sus manos, como menciona Vargas Losa en alguna de sus obras, y de tener en casa una modesta pero basta librera, de la cual no leí ningún libro, al menos en mi infancia ni cuando cursaba “letras” en bachillerato, pero de la que después elegía por mi gusto, poco a poco, los libros que me parecían interesantes, por la portada o por su titulo claro esta y asi llegue a lo que ahora… amor por la literatura, amor por la lectura.
Siento diferir con su artículo, aclaro que solo en la parte de que ser un escritor no es algo interesante ni emocionante, pues es todo eso y mas, por eso me interesa leerla y oír de su vida en Alemania, de las cámaras fotográficas de su padre y sobre todo hablar de una forma literaria de nuestro país, usted es una escritora que emociona a seguir leyendo y reitero la parte de oírle, pues es literalmente oírle a través de su lectura
Considero que usted es un importante aporte a ayudarnos en todos esos cambio necesarios, de sistema, de forma de enseñanza y de aprendizaje, que debemos hacer para descubrir ese maravilloso mundo, porque el que lee un libro conoce el mundo decía mi papá, creo eran palabras tomadas del maestro Verne; y de esa forma ayudar a esa tan importante juventud, niñez que tan necesario es en nuestros días, en países como el nuestro.
Tengo dos niñas que intente iniciarlas con Corazón de Edmondo De Amicis pero prefirieron Sinsajo, la mayor de 13 años y recortes de periódico de las tiras de Mafalda, la menor de 9, al menos ya leen.
espero seguir oyéndola,
Saludos,
Gr.
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Gracias por compartir sus impresiones. Saludos.
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