El escritor estadounidense Stephen King, conocido por sus historias de terror, publicó el mes pasado un ensayo llamado Guns, donde se muestra a favor del control de tenencia de armas en su país. El texto lo escribió luego de la matanza de la escuela de Sandy Hook, en Newton, Connecticut, ocurrida en diciembre del 2012.
La versión completa del ensayo puede adquirirse en internet por 99 centavos. También fueron publicados algunos fragmentos del mismo en varios periódicos del mundo. La versión en español se llama “Adiós a las armas” y apareció en el suplemento Radar del argentino Página/12.
En dicha versión, King habla sobre la primera novela que escribió, cuando aún se encontraba en secundaria. Después de varios años, la reescribió (cuando ya sus primeros libros eran bestsellers), y la publicó en 1977 con el título de Rabia, usando el seudónimo Richard Bachman.
La novela tiene como personaje principal a un joven con problemas llamado Charlie Decker. Charlie tiene un padre déspota y está en plena angustia adolescente. Un día lleva una pistola al colegio, mata a su profesor de matemáticas y mantiene como rehenes a sus compañeros.
Entre 1988 y 1997, ocurrieron cuatro incidentes separados en escuelas secundarias que llamaron la atención de King. Eran cuatro hechos donde jóvenes habían entrado a sus escuelas, con armas, habían amenazado e incluso asesinado a algunos de sus compañeros. Aunque la forma de actuar o los resultados de las situaciones eran diferentes, todos tenían algo en común: los hechores, de apellidos Cox, Pierce, Carneal y Loukatis, tenían entre sus pertenencias una copia de Rabia.
Cuando Stephen King supo del cuarto caso, le pidió a su editorial que retirara el libro de circulación. La editorial accedió a hacerlo. Aunque no fue fácil porque la novela estaba incluida en una edición especial con otras tres novelas publicadas bajo el nombre de Bachman.
“Yo no saqué Rabia de circulación porque lo demandaba la ley; estaba protegido por la Primera Enmienda y la ley no podía pedirme que la retirara. La retiré porque a mi juicio podía estar lastimando a la gente”, dice King al respecto. Pero no se disculpa por haber escrito el libro, es algo que dice no hará.
“Hace falta más que una delgada novela para hacer que Cox, Pierce, Loukatis y Carneal hiciesen lo que hicieron. Eran chicos infelices con problemas psicológicos profundos, chicos que fueron patoteados en su escuela y lastimados en sus casas por negligencia parental o directamente abuso”, dice King. “Mi libro no quebró a Cox, Pierce, Carneal o Loukatis, o los convirtió en asesinos: encontraron algo en mi libro que sintieron que les hablaba porque ya estaban quebrados. Pero sí veo a Rabia como un posible catalizador, y por eso es que lo saqué de circulación. Uno no deja un bidón de nafta donde un chico con tendencias piromaníacas pueda encontrarlo”.
El escritor cuenta que después de la matanza de Sandy Hook, una de las argumentaciones que escuchó en el debate que se ha generado en cuanto al control de armas, fue el de una mujer en California que decía que las armas eran simples “herramientas”, como una cuchara.
A esto, King responde enérgico: “Las armas no son herramientas –salvo que se dé vuelta una pistola y se use la empuñadura para clavar un clavo–. Las armas son armas. Las automáticas y semiautomáticas son armas de destrucción masiva. (…) En la mayoría de los casos, son compradas legalmente. Estas máquinas de matar se venden por Internet mientras escribo esto. La pregunta se ha hecho muchas veces, pero supongo que debo repetirla: ¿Cuántos tienen que morir antes de que entreguemos estos juguetes peligrosos? ¿Los asesinatos tienen que ser en el mall donde uno compra? ¿En el barrio? ¿En la propia familia?”.
Aunque King menciona los problemas psicológicos de los jóvenes atacantes relacionados con su novela, no profundiza en el punto. Pero en el reciente debate sobre el tema de la tenencia de armas en los Estados Unidos, se originó una fuerte discusión en torno a la relación entre las enfermedades mentales, el sistema de salud mental estadounidense y el fácil acceso a las armas de fuego en aquel país.
Algunos consideraron que centrarse en este tema era desviarse de la discusión sobre el control de armas. Pero muchos, en particular los que trabajan en el sistema de salud mental y los familiares y amigos de enfermos mentales, insisten en que es una discusión necesaria y pertinente debido a las múltiples deficiencias de dicho sistema, que han empeorado a medida que se reducen los fondos presupuestarios para atender esta área de salud.
No ha sido fácil. Los miembros de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, su sigla en inglés), han favorecido esta discusión para culpar a los enfermos mentales de los ataques armados en escuelas y lugares públicos.
Los que abogan por la discusión de la salud mental insisten en que hay problemas reales que deben resolverse en el sector. Con o sin leyes para regular la tenencia de armas, insisten en la creación de leyes que permitan a familiares y profesionales, como psicólogos o psiquiatras, tomar acciones preventivas que permitan protegerse y proteger a otros ante situaciones de amenaza real. Creen que es necesario que las compañías de seguros reduzcan la carga burocrática, para que los pacientes tengan menos obstáculos para permanecer en instituciones especializadas. Sostienen que es urgente aumentar los fondos para crear mejoras en el sistema e invertir en el área de investigación. Y creen que la sociedad, en su conjunto, debe comenzar a ver la enfermedad mental con menos estigma. No tratarla como un tabú o como algo vergonzoso sino como un tema de salud.
El presidente Barak Obama presentó en enero de este año una propuesta de control de armas que tendrá que ser discutida y aprobada en un Congreso dividido. Eso en un país que ama sus armas y que tiene cerca de 80 muertos diarios por heridas de armas de fuego.
(Publicada en la revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 10 de marzo, 2013).
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