Pequeños actos de resistencia
En agosto del año pasado decidí hacer un experimento: dejé de dar “me gusta” o “likes” en las pocas redes sociales que mantengo. Estaba fastidiada de ver los contenidos a los que la gente que sigo daba like y que aparecían en el TL de mi Twitter. Por lo general eran contenidos que me resultaban indiferentes o hasta desagradables. Lo peor era la sensación de ser una fisgona, una entrometida involuntaria en la privacidad ajena. También hubo otros motivos para hacerlo. Nuestras interacciones en redes alimentan algoritmos que toman decisiones sobre lo que aparece o no en nuestros correspondientes muros o líneas de tiempo, a veces con resultados espeluznantes. No entraré en detalles, pero tuve una de esas experiencias. El algoritmo no comprende ni respeta sensibilidades ni corazones rotos y algunas veces te impone ver o enterarte de cosas que preferirías no saber. El resultado de ello fue tan brutal que ese día cerré casi todas las redes que tenía, comenzando por Facebook y terminando por LinkedIn, una red para profesionales y que se supone …