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Con un vodka en la mano

El viernes 4 de octubre de 1974 aparentó ser un buen día para Anne Sexton. Por la mañana, visitó a su terapeuta, la doctora Schwartz. Cuando terminó la sesión, se montó en su Cougar rojo, modelo 67, para almorzar con su amiga Maxine Kumin. Comieron sandwiches de atún. Bebieron vodka. Fumaron. Revisaron las pruebas de impresión del próximo libro de Sexton. Maxine también era poeta. Desde que se conocieron, habían formado un vínculo estrecho. Hablaban a diario, se veían a menudo. Si estaban lejos, se escribían cartas. Entre ambas trabajaban sus poemas con la misma rigurosidad como si estuvieran en el taller literario donde se conocieron. Instalaron una segunda línea telefónica, en cada una de sus casas, para dedicarla exclusivamente a hablar dos o más horas diarias sobre sus versos. Escribieron juntas cuatro libros para niños.

El último de su tribu

Lo encontraron muerto sobre una hamaca, cubierto con plumas de guacamaya, en las afueras de una choza de paja. Fue el último sobreviviente de su tribu. Nunca se supo su nombre. Se le calculaba unos 60 años de edad. Se cree que la mayoría de los miembros de su pueblo fueron asesinados en la década de 1970, por ganaderos y colonos que querían seguir ampliando sus dominios en la zona de Tanaru, estado de Rondonia, en el Amazonas brasileño. De aquel feroz ataque, sobrevivieron apenas siete miembros. Después, en 1995, seis de ellos murieron al ser atacados por mineros ilegales contratados por terratenientes que buscaban eliminar todo rastro indígena en dicha zona, para tomar posesión de aquellas tierras. En 1996, la Agencia de Asuntos Indígenas de Brasil (FUNAI) supo de la existencia de esta tribu, luego de localizar las ruinas del asentamiento. Intentaron hacer contacto con el único sobreviviente, pero él rehuyó todo acercamiento. De hecho, su tribu pertenecía a uno de los 114 pueblos indígenas no contactados, que viven aislados en la selva amazónica, …

El enigma moral de un atlas

El Atlas de Anatomía y Topografía Aplicada Humana, conocido popularmente como el Atlas de Pernkopf, consta de cuatro volúmenes y es considerado el mejor libro de su género, gracias a sus más de 800 láminas de minuciosas ilustraciones realizadas en acuarela. Muchos las consideran verdaderas obras de arte. El atlas fue un valioso material de referencia médica durante varias décadas hasta que se conoció su historia. Su gestor fue el doctor austríaco Edouard Pernkopf. Entró a la escuela médica de la Universidad de Viena en 1907. Ahí se hizo miembro de una fraternidad de estudiantes alemanes, quienes tenían fuertes ideas nacionalistas. Este intercambio sería decisivo en su vida.

Ordenando la biblioteca

Aproveché las recientes vacaciones de agosto para arreglar uno de mis cuatro libreros. Tenía los libros puestos uno encima del otro sobre los estantes, pero no los había clasificado y ordenado. Estaban así desde hace casi un año, en que me vi obligada a mudarme. Falta de tiempo y de ánimo me hicieron posponer la tarea. Este librero en particular es el más grande que tengo. Los libros los pongo en doble fila para que quepa la mayor cantidad posible. Fui bajando y sacudiendo cada libro, al mismo tiempo que iba colocándolos en el suelo, en columnas, según la eventual clasificación que tendrían en el mueble (cuentos, novelas, psicología, historia, autores centroamericanos, poesía). En este librero también hay autores de los que tengo varios títulos3: Jorge Luis Borges, Marguerite Yourcenar, Juan Carlos Onetti, Yukio Mishima, Franz Kafka, Clarice Lispector, entre varios más.

Protestas, arte y cambio climático

El pasado 22 de julio, tres miembros del grupo italiano Ultima Generazione, realizaron una protesta frente al cuadro “La primavera” de Sandro Boticelli. Dos de los participantes pegaron sus manos sobre el vidrio de seguridad que protege la obra, mientras un tercer miembro ayudaba a desplegar una manta donde se leía “Última generación. No al gas. No al carbón”. La emblemática obra del Renacimiento, en exhibición en la Galería del Ufizzi, en Florencia, se calcula fue pintada entre 1477 y 1482. Las autoridades del museo actuaron con rapidez para retirar a los jóvenes del lugar. Estos serán acusados por los delitos de interrupción de un servicio público, resistencia a un funcionario público, realizar una manifestación no autorizada y destrozo de bienes, pese a que ni la pintura ni el vidrio de seguridad sufrieron daño alguno. Mientras tanto, los acusados recibieron la orden formal de no volver a Florencia en los próximos tres años, medida que también se aplica en toda Italia contra los fanáticos violentos de los clubes de futbol.

Lo que callamos los peatones

Hace pocas semanas hubo un pequeño escándalo debido a la falta de acera en un recién inaugurado edificio. Para quienes solemos andar a pie, esto no fue novedad alguna. De hecho, podemos señalar múltiples situaciones existentes que complican la circulación de los peatones en el espacio público desde hace años. San Salvador no es una ciudad amigable con quienes andamos a pie. No sólo se trata de la falta de aceras. Hay aceras quebradas, que se encharcan y enmohecen con cada lluvia, que tienen agujeros profundos o desniveles que pueden producir accidentes o caídas graves. En algunas esquinas, se retiraron antiguas señales de tránsito, cortándolas desde la base pero dejando unos centímetros de metal, donde más de alguno se tropieza. Esto lo sé porque una vez, andando en sandalias, pegué contra alguna de esas bases cortadas y me hice una herida en el pie de la cual hasta me quedó cicatriz. Suerte que cuento con vacuna anti tetánica.

El cambiante panorama literario

Un estudio presentado durante el XXV Congreso de Librerías (celebrado entre el 22 y el 25 de junio pasado, en Madrid, España), afirma que el mayor problema que sufre la industria del libro es el exceso de novedades literarias. Según el mismo estudio, el 86 % de los títulos que se ofrecen en España venden menos de 50 ejemplares en todo el año. La velocidad a la que se van produciendo novedades literarias no permite que cada libro pueda tener el tiempo de exposición debida en librerías. A los pocos días, los libros pasan de la mesa de novedades a los anaqueles y a bodega, para dar cabida a lo nuevo. Los títulos que no muestran ningún movimiento suelen ser devueltos a las editoriales. Muchos de ellos irán a la trituradora para reciclar el papel y permitir tiradas de libros nuevos. Es una rueda de hámster que no se detiene.

Releer

Hace pocas semanas terminé de releer Moby Dick, la novela del estadounidense Herman Melville. Aunque la leí en algún momento de mi adolescencia, sentí como si lo hacía por primera vez. No descarto que lo que leí en el pasado haya sido alguna versión condensaba, porque no recordaba una serie inmensa de detalles que me impresionaron mucho en esta ocasión. Lo leí a mi ritmo y tardé más de un año para terminar. Me maravillé de nuevo con su lectura y, aunque es extenso, no quería que se me terminara. Decidí hacer esta lectura en el idioma original, lo cual sin duda le agregó novedad. Si en la primera lectura descubrí una historia interesante, en la segunda descubrí detalles técnicos y de lenguaje que no percibí antes. También pude comprender por qué hay gente que la odia. La novela de Melville tiene la lentitud propia de las navegaciones de antaño. Además de la persecución del cachalote blanco por el barco Pequod, comandado por el obsesivo capitán Ahab, el libro es todo un manual de navegación …

La importancia del librero

Hace un tiempo, fui a una librería a comprar una novela llamada El amor es una droga dura, de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi. Cuando entré al lugar, me puse a buscarlo por mi cuenta en la sección de literatura de ficción. Lo busqué según el nombre alfabético de la autora. Al no encontrarlo, busqué por el título, pero tampoco tuve suerte. Estaba segura de que lo tenían porque la misma librería lo había anunciado, así es que tuve que solicitar ayuda de alguno de los vendedores.

Quiero mi cafecito yo

Desde hace cosa de año y medio, ha hecho su aparición en nuestra colonia un hombre necesitado. Siempre anda peludo, sucio, con ropa que le queda muy grande y que también está sucia. Suele cargar algunos bultos de no se sabe qué. Quizás carga sus escasas pertenencias y cosas que va recaudando en sus caminatas por la ciudad. Quién sabe. Cuando aparece en nuestro portón, se anuncia con un sonoro “buenos días” o “buenas tardes”, porque al tipo le gusta gritar. Quiere hacerse notar por una de nuestras vecinas en particular. “¡Quiero mi cafecito yo! ¡Quiero mi cafecito yo!”, grita a pulmón partido. Lo dice exactamente con esas palabras. Luego grita el por favor y otro montón de peticiones que dependen del horario en que aparece. Pide dinero para comprar pupusas si es la hora de la cena. Si viene a media tarde, nos recuerda que es la hora del cafecito y del pan. Si pasa a media mañana o cerca del mediodía, quiere un plato de comida. Algunas veces dice frases muy largas que …

La Callejera

Todo comenzó hace cosa de 5 o 6 años. Un día me asomé a la ventana que da a la calle de la colonia y vi a una gata tomando agua de la cuneta. El agua se miraba espumosa, es decir, parecía agua jabonosa, de alguien que estaría lavando algo. Bajé de inmediato a sacarle un trastecito con agua limpia. Ella, huraña, salió corriendo al verme. Dejé el traste en el patio frontal, con la esperanza de que lo descubriera y tomara agua limpia.

La vida interrumpida

¿Recuerdan los días iniciales de la pandemia, en el 2020? ¿Recuerdan la última vez que estuvieron en la calle, lo que estaban haciendo? ¿Recuerdan las calles vacías los días en que sólo se podía salir según el número de DUI? ¿Recuerdan el temor a contagiarse, un temor que se convirtió en angustia individual y colectiva? ¿Recuerdan el miedo a ser llevados a uno de los centros de cuarentena? ¿Recuerdan lo que hicieron durante el confinamiento inicial?