Columna de opinión, Cultura
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Analfabetismo literario

Se habla mucho sobre la importancia de la lectura, pero pocas veces se examina la profundidad y el alcance que tiene esta afirmación. Hay un discurso bonito y romántico en torno a esta actividad: leer te hace vivir otras vidas; leer te hace viajar; quien lee nunca está solo; leer te hace ser mejor persona; leer es mágico, etc.

Sin despreciar dichas afirmaciones, que algunas personas sienten como verdaderas, hay otros aspectos que debemos conocer para promover la lectura en diversas edades, pero sobre todo en la niñez y la adolescencia. Desde la activación de diversos circuitos neuronales del cerebro y el enriquecimiento del vocabulario propio hasta la capacidad de analizar, visualizar y razonar, la lectura es una herramienta vital en la formación del ser humano.

Sin embargo, como mencioné hace un par de columnas (cuando escribí sobre la creación de una mega plataforma de auto publicaciones), la cantidad de lectores no está aumentando al mismo ritmo que aumentan los libros. Tampoco está aumentando la calidad de esos lectores, en el sentido de que muchos no tienen capacidad para comprender lo que leen.

La más reciente campanada de alerta sobre este tema la dio el escritor italiano Antonio Scurati, en su discurso de aceptación de la medalla del Círculo de Bellas Artes de Madrid, en octubre de 2025. Scurati es el autor de M, una pentalogía de excelentes novelas, que describen el ascenso al poder de Benito Mussolini y la conformación del fascismo en Italia. Esta serie le valió varios premios, entre ellos, el Strega (el premio literario más importante de Italia) y el Premio Europeo del Libro.

En su discurso, Scurati sostiene que “durante los últimos cinco siglos, el proceso de alfabetización de masas, combinado con la difusión de la práctica de la escritura y la lectura, creó las condiciones para el nacimiento de la democracia”. Esta relación entre lectura y democracia se da, en buena parte, mediante la existencia de la novela, ya que esta “afirma el principio sin precedentes de que toda vida merece ser contada y, por si fuera poco, en cualquier forma, incluso y sobre todo mediante un lenguaje popular, en consonancia con sus modernos antihéroes”.

Sin embargo, advierte que, en los últimos veinte años de este siglo, “el triunfo de las redes sociales ha generado ya un masivo resurgimiento del analfabetismo literario”, debido a la lectura rápida y la atención superficial que produce la avalancha de contenidos en redes. Esa sobreabundancia hace que muchas personas ya no sean capaces de asimilar, analizar y seleccionar información. Tampoco son capaces de reflexionar sobre los niveles de significado de los contenidos que consumen, lo que les aleja de ejercer el pensamiento crítico. Sometidos a lecturas de narrativas complejas, muchos lectores sienten que no pueden enfocarse durante “demasiadas páginas” pero tampoco pueden identificarse con los personajes o situaciones planteados en las tramas. De remate, las redes sociales encierran a sus consumidores en burbujas donde sus creencias y deseos son reforzados por contenidos afines a su gusto individual, de manera que creen estar viviendo en su cómoda versión de la verdad, como si fuera la única aceptable.

La escritura y publicación de su obra monumental sobre Mussolini no es casual. En su discurso, Scurati recordó que “Benito Mussolini, antes de ser cabecilla de una banda y dictador, fue un periodista brillante y disruptivo. Revolucionó el lenguaje de la comunicación política de la época, imponiendo una simplificación brutal pero tremendamente efectiva”. Esto es algo que ocurre en todo sistema totalitario. Recomiendo leer los diarios de Víctor Klemperer, filólogo judío alemán que, desde su cotidianidad y observación, registró cómo el vocabulario de los alemanes iba cambiando a medida que Adolfo Hitler y su partido se posesionaron de todas las instituciones políticas y del discurso público.

Las advertencias de Scurati se suman a muchas otras, lanzadas en años anteriores pero que, quizás en este 2025, han aumentado su resonancia, gracias a la imposición del uso masivo de la llamada Inteligencia Artificial (IA).

Según el informe PISA de este año, por ejemplo, el 50 % de los alumnos de primaria tienen bajos niveles de comprensión lectora en España, mientras que los niveles de los estudiantes europeos, en general, siguen bajando. Esto se refuerza con un informe de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), que señala las carencias de los jóvenes en cuanto a comprensión lectora, su pobreza de vocabulario, su escaso interés por la literatura y el impacto de la tecnología, entre otros problemas.

Así mismo, profesores universitarios de diferentes países han advertido sobre las limitaciones de lenguaje, la falta de comprensión lectora, problemas de redacción y la poca capacidad de análisis y reflexión con la que los nuevos estudiantes ingresan a los estudios superiores. Ante estas imposibilidades, muchos se apoyan en la IA de tal manera que la utilizan más como un sustituto de su pensamiento y no como una herramienta de trabajo.

Un artículo reciente del escritor español Jorge Corrales mencionó que los niños tienen problemas para visualizar con imágenes lo que van leyendo, es decir, las conexiones neuronales que permiten esa función no están activándose debido a la sobre exposición a pantallas. Parte de lo que hace emocionante la lectura es, precisamente, la película que vamos inventando en nuestra imaginación sobre el texto leído. Pero si alguien no es capaz de visualizar nada, ni tampoco de entender plenamente lo que está leyendo, no es de extrañar que deje abandonada la lectura y que prefiera los resúmenes en videos de un minuto o las películas y series basados en alguna obra literaria.

Se podrá pensar que la imaginación es una característica poco importante en la vida. ¿Pero qué hubiera sido de los científicos, los exploradores y los descubridores de los grandes inventos de la humanidad si no existiera la imaginación? ¿Cómo podríamos sentir empatía por el sufrimiento y las realidades ajenas si no somos capaces de ponemos en los zapatos de los demás para comprender lo que viven otras personas?

La falta de imaginación, de vocabulario, de crear pensamiento lógico y traducirlo en escritura, la incapacidad de leer algo y comprender los diferentes planos de significado que un texto representa, está relacionado con ese analfabetismo literario que se extiende, peligrosamente, en el tiempo actual.

Para Antonio Scurati, la importancia de la lectura y de la escritura queda clara, en cuanto que abarca múltiples funciones como analizar, discernir, criticar, pensar y empatizar. Junto con otras capacidades, como “la memoria del pasado, la inteligencia de las cosas y el fervor de la lucha” podrá, además, salvaguardar la democracia.

Recomiendo leer el discurso completo de Scurati, para conocer todas las ideas planteadas por el escritor. Puede buscarlo en internet bajo el título “Declive de la literatura, amenaza para la democracia”.

Siendo esta mi última columna del año, aprovecho la oportunidad para agradecer su lectura y comentarios. Espero que este espacio haya sido de su agrado y que pueda seguir contando con ustedes en 2026. Les deseo paz, prosperidad, abundancia, amor y mucha buena literatura, cine, música y arte que, en estos tiempos complicados de la humanidad, se constituyen en refugio, consuelo, aliciente, desahogo y esperanza para recordar que también somos capaces de crear belleza.

(Publicada domingo 28 de diciembre, 2025, sección de opinión, La Prensa Gráfica. Fotograma de la serie Mussolini, El hijo del siglo, basada en las novelas de Antonio Scurati. El papel de Mussolini es interpretado por el actor Luca Marinelli).


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