En la Nochebuena de 1977, los guardias del centro clandestino de detención, tortura y exterminio conocido como El Vesubio, ubicado en un predio del Servicio Penitenciario Federal de Buenos Aires, Argentina, se mostraron generosos con los prisioneros. Esa noche les dieron permiso de quitarse las capuchas y fumarse un cigarrillo. También les permitieron hablar entre ellos durante cinco minutos.
Ese tiempo fue aprovechado por uno de los prisioneros, el de mayor edad, para saludar y darle la mano a cada uno de los detenidos que se encontraban ahí. El hombre en cuestión tenía casi 60 años. Estaba muy flaco. Se le veía adolorido. Cada movimiento que hacía le suponía un pesado esfuerzo, pero sacó ánimo para apretar la mano de todos.
La debilidad no era solamente física. Para esa fecha, cuatro hijas del detenido también habían sido capturadas. Dos habían muerto y alguno de los guardias se tomó el trabajo de enseñarle las fotos de los cadáveres. Las otras dos hijas estaban embarazadas y se desconocía su paradero.
Esto fue parte del testimonio dado por el psicólogo Eduardo Arias ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas, después de que fuera instaurada en los años 80. El prisionero al cual hacía alusión era Héctor Germán Oesterheld.
Cuando fue capturado el 27 de abril de 1977, Oesterheld ya era considerado un escritor consagrado y el padre de la historieta moderna en Argentina, creador de héroes como Mort Cinder, el Sargento Kirk y Ernie Pike pero, sobre todo, el genio detrás de una historia que había resumido el imaginario popular de la época a través de la ciencia ficción: El eternauta. Por eso, cuando los demás presos se enteraron de quién era su compañero de penurias, no había más que respeto y preocupación por su destino.
Se cuenta que para su cumpleaños 58, el 23 de julio de 1977, transcurrido en la cárcel, uno de los prisioneros le regaló una naranja. También se cuenta que uno de los guardias, ávido lector de sus historias, intervino para poder rescatar a uno de los nietos nacidos en cautiverio. Se cree que los últimos en verlo con vida fueron Javier Casaretto, Arturo Chillida y Juan Carlos Benítez, quienes fueron secuestrados a finales de 1977 y que permanecieron detenidos en El Vesubio hasta mediados de enero de 1978. Los tres sobrevivientes coincidieron en decir, en testimonios separados, que la última vez que vieron a Oesterheld con vida llevaba la cabeza vendada.
Héctor Germán Oesterheld nació en Buenos Aires en 1919, hijo de padres con ascendencia alemana, española y vascofrancesa. Aunque se graduó como geólogo, se involucró con el mundo editorial desde sus años universitarios, trabajando como corrector. Comenzó a publicar sus historias en 1943, en el suplemento literario del periódico La Prensa. Al año siguiente conoció a Elsa Sánchez y cuatro años más tarde se casaron. Tuvieron cuatro hijas: Diana, Beatriz, Estela y Marina.
Durante algunos años trabajó para diferentes editoriales, escribiendo relatos de divulgación científica pero también, cuentos infantiles con títulos que llegaron a ser muy populares como Moñito, el gatito juguetón; Nubecita, el chanchito distraído y Copito, el conejito haragán. Algunas de esas historias iban ilustradas por su hermana Nelly y sirvieron como textos para el aprendizaje de la lectura en la primera infancia.
En 1955 fundó, con su hermano Jorge, la editorial Frontera, donde comenzó a publicar revistas de historietas con diferentes tipos de héroes y ambientes. Los géneros del western, la ciencia ficción y la guerra eran constantes escenarios para sus aventuras. Para ello, hacía dupla de trabajo con varios ilustradores como Arturo del Castillo, Alberto Breccia y Hugo Pratt.
Pero la colaboración que marcaría su consagración definitiva sería la realizada con Francisco Solano López, con quien creó El eternauta. Aparecida por primera vez el 4 de septiembre de 1957, la historieta se fue publicando por entregas en Hora Cero Semanal, una de las publicaciones de Frontera. Sus episodios se extendieron hasta 1959 y tuvo varias secuelas y reediciones posteriores.
Subtitulada como Memorias de un navegante del porvenir, El eternauta es un ejercicio de metaficción en el cual el propio Oesterheld recibe en su estudio la visita de un hombre que se materializa de la nada, frente a él. Dicho hombre es Juan Salvo y le narra al autor la circunstancia que le ha hecho materializarse en ese día y lugar. Le cuenta de una invasión alienígena ocurrida en Buenos Aires, que comienza con una nevada que mata a todo ser vivo que tenga contacto con sus envenenados copos. También le cuenta de la posterior organización y resistencia de los humanos ante dicha agresión. Lo que leemos en El eternauta es, pues, el testimonio de Salvo contado al propio Oesterheld.
Con el paso del tiempo, el carácter humanista de Oesterheld se manifestó de manera más evidente en sus historietas. Sus publicaciones reflejaban su crítica social y anti capitalista. Hacia 1968 se comprometió a realizar una serie de biografías con la editorial Jorge Álvarez, serie que comenzaría con el Ché Guevara y con Eva Perón. Pero la biografía de Guevara fue retirada de la venta por el gobierno militar, hecho que obligó a abortar la de Eva Perón y el proyecto en general.
A inicios de los años 70, Oesterheld realizó adaptaciones de clásicos literarios para la popular revista Billiken, entre ellas 20.000 leguas de viaje submarino (con ilustraciones de Roberto Regalado) y Sherlock Holmes (ilustrada por Gustavo Trigo). También creó Marvo Luna, junto a Solano López y otros dibujantes; adaptó películas famosas en formato de historieta y escribió narraciones deportivas para la revista Sport.
Oesterheld comenzó también a escribir una nueva versión de El eternauta, ilustrada por Alberto Breccia, donde la historia se tornaba más radical. Para los años 70, tuvo problemas por ello con Solano López y también con su esposa, Elsa Sánchez, quien no estaba de acuerdo con el giro ideológico que él y sus hijas estaban dando. Las cuatro muchachas se incorporaron al movimiento Montonero. Finalmente, también lo hizo Oesterheld, quien dejó el hogar y vivió en la clandestinidad, trabajando en la estructura de prensa de dicha organización.
No se sabe la fecha exacta de la muerte de Héctor Germán Oesterheld. Su cuerpo nunca fue recuperado. Sin embargo, los testimonios de los sobrevivientes hacen creer que Oesterheld fue asesinado en enero de 1978.
Cuando su esposo y sus cuatro hijas fueron secuestrados por el gobierno militar argentino, Elsa Sánchez se dedicó a su búsqueda. Solamente pudo recuperar el cuerpo de Beatriz, la hija menor, quien al momento de su asesinato tenía 20 años. La experiencia la llevó a integrarse al grupo de las Abuelas de la Plaza de Mayo. Elsa murió el 22 de junio de 2015, de un infarto agudo al miocardio y sin encontrar la ubicación de los cuerpos de sus hijas, un nieto y su marido.
Desde la desaparición de Oesterheld, no fue raro encontrar la figura de Juan Salvo pintada en algún muro o callejón de Buenos Aires. Vistiendo el traje y la máscara para protegerse de la nieve apocalíptica, la figura de Salvo se convirtió en un símbolo de resistencia y en recordatorio mudo de la reflexión final que hacía Oesterheld sobre El eternauta: “El único héroe válido es el héroe en grupo”.
(Publicado en sección de opinión, La Prensa Gráfica, domingo 25 de mayo,2025. Ilustración: la emblemática figura del Eternauta, dibujada por Francisco Solano López).

Gracias por este artículo, yo vi la seríe de un tirón y me gsao en su mayoria, pero no tenía ni idea de el ator, gracias, un abrazo
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