El 27 de enero pasado se cumplieron 80 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz. La fecha ha sido nombrada como el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, según una resolución tomada por la Asamblea General de la ONU en 2005.
Es importante recordar que, entre los millones de personas que fueron asesinadas o que perecieron debido a las infames condiciones de los campos de concentración, no sólo se encontraban judíos, sino también personas perseguidas por ser homosexuales o bisexuales, personas acusadas de ser opuestas al régimen nazi, personas de raza negra, criminales (asesinos, ladrones, falsificadores, etc.), personas con discapacidades físicas o enfermedades mentales, prisioneros de guerra soviéticos, testigos de Jehová y población roma y sinti (conocidos popularmente como “gitanos”).
La atención de las conmemoraciones de este año fue enfocada en los sobrevivientes, quienes tomaron los micrófonos para, una vez más, advertir al mundo sobre los horrores vividos. Por su avanzada edad, no se sabe durante cuánto tiempo más podrán tener la salud y la fortaleza para continuar con su labor de recordación, por lo que se consideró prioritario darles la palabra.
Según una encuesta realizada por la Conferencia Judía de Reclamaciones Materiales contra Alemania había, hasta la fecha de su publicación en enero del 2024, 245.000 sobrevivientes del Holocausto aún vivos. La edad promedio de estos es de 86 años. Un 20 % tiene más de 90 años. El 61 % son mujeres. La mayoría eran niños o pre adolescentes en la época de la persecución nazi. Esta investigación se considera la más actualizada sobre el tema.
Aunque el número de sobrevivientes vivos parezca una cifra elevada, hay que recordar que no todos están en condiciones físicas, mentales o emocionales de brindar su testimonio. Muchos, al salir de los campos de concentración sufrieron culpa por sobrevivir, lo que los llevó al suicidio. Otros trataron de borrar los recuerdos y no hablaron de ello ni con sus familias cercanas. Pero hubo varios más que consideraron que sobrevivir al horror les imponía la tarea de brindar testimonio para educar a la sociedad civil y no olvidar.
Cuando estos sobrevivientes narran su experiencia, no se limitan a contar lo ocurrido en los campos de concentración. También narran los eventos previos vividos y observados: el creciente lenguaje de odio, las agresiones físicas y verbales, y la escalada de un discurso que terminó estallando en acciones de expulsión y exterminio, donde no hubo piedad ni excepciones.
El valor de estos testimonios es incalculable. Porque más allá de asumir la tarea de compartir los recuerdos del horror, narrarlos una y otra vez ha implicado revivir dichos momentos y mantener vivos el dolor y la tristeza, sin permitir que ese recuerdo descanse o se opaque.
El hecho de seguir con esta labor hasta el fin de sus fuerzas y de sus vidas, implica que ninguno comete la ingenuidad de pensar que, porque los tiempos han cambiado, hay garantías de que capítulos tan espantosos en la historia de la humanidad no volverán a ocurrir. Por lo contrario, la vuelta que están dando los actuales discursos políticos y sociales, pareciera advertirnos del peligro de repetir la historia.
Quizás esta columna parezca atrasada, fuera de tiempo después de la conmemoración. Pero siempre hay que hablar de Auschwitz. Siempre hay que conocer y volver a escuchar los testimonios de los sobrevivientes.
El dramaturgo y poeta alemán Bertold Brecht se preguntaba, al final de uno de sus poemas: “En los tiempos oscuros, / ¿se cantará también entonces? / También entonces se ha de cantar / y cantaremos sobre los tiempos oscuros”.
Tenemos que saber y recordar lo que pasó. Porque cuando el último sobreviviente de Auschwitz muera, será nuestra tarea cantar sobre los tiempos oscuros del pasado, del presente y del futuro.
(Publicada domingo 9 de febrero de 2025 en sección de opinión de La Prensa Gráfica. Foto de la entrada al campo de concentración de Auschwitz. Autor desconocido).
