Columna de opinión
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Modernizar los derechos de autor

Foto en blanco y negro donde se mira parte de un teclado y dedos apretando las teclas.

Cada 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor. Como suele ocurrir con la mayoría de las efemérides, es una ocasión propicia para varias reflexiones que, por desgracia, se miran opacadas por la excesiva comercialización de la fecha. Por eso esperé hasta hoy para hablar sobre este tema.
La intención de conmemorar los derechos de autor en el Día del Libro debería servir para concientizar sobre la importancia de proteger los derechos de los creadores de obras literarias, artísticas, musicales y cinematográficas. La realidad es que dichos derechos son tomados como algo simbólico y carente de importancia. Pero los cambios de los paradigmas culturales y el acceso a las herramientas de inteligencia artificial hacen urgente su discusión y actualización.
El Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor fue establecido por la UNESCO en la Conferencia General celebrada en París, en 1995. Su objetivo es rendir homenaje a los libros y promover la lectura, así como también reconocer a los autores y su contribución al progreso social y cultural de la humanidad. La fecha fue seleccionada porque coincide con el fallecimiento de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega. Coincide también con el nacimiento o fallecimiento de otros escritores, como Vladimir Nabokov, Josep Plá y William Wordsworth.
La Convención Universal sobre Derecho de Autor fue adoptada en Ginebra el 6 de septiembre de 1952. La Convención establece que cada uno de los Estados firmantes se compromete a tomar todas las disposiciones necesarias para proteger los derechos de los autores de obras literarias, científicas y artísticas, incluidas obras musicales, dramáticas, cinematográficas, pintura, grabado y escultura. El Salvador es uno de los firmantes de dicha convención.
Los derechos de autor permiten a los artistas controlar la reproducción, distribución y exhibición de sus obras. Esto significa que nadie más puede hacer uso de la obra sin la autorización del titular de los derechos. La duración de estos varía según el país y el tipo de obra, pero por lo general duran toda la vida natural del autor más un período determinado de años después de su muerte. Esto oscila entre 50 a 100 años, en dependencia de la legislación de cada país.
Una vez que los derechos de autor han expirado, la obra pasa a ser de dominio público, lo que significa que puede ser utilizada libremente por cualquier persona sin necesidad de obtener permiso o pagar regalías.
Hablando del mundo del libro, el pago de las regalías es la retribución económica que recibimos los autores al permitir que alguna editorial publique nuestra obra. Dicho pago es, por lo general, del 10 % del precio de venta al público sobre cada ejemplar. Dicho porcentaje varía si la publicación es de tapa dura o blanda, libro electrónico, audiolibro u otro formato de reproducción, pero por lo general, no excede el 15 %.
Aquí es donde comienza el desequilibrio, ya que dicho modelo económico, que ha sido implementado durante décadas, no se pone en cuestionamiento jamás, pese a que las regalías o pagos no suelen compensar la cantidad de tiempo que un escritor invierte en la escritura de una obra. Tampoco compensa los sacrificios personales ni el estrés psicológico o emocional que el tratamiento de ciertos temas produce en el autor.
Para entender esto con pesos y centavos, basta leer las demandas de los escritores del Writers Guild of America, ahora en huelga. Mientras la industria del cine y la televisión genera millonadas por medio de la reproducción de series y películas en múltiples medios, quienes escriben dicho material reciben un pago irregular que, según ellos mismos, ha ido a la baja en los últimos 10 años.
En los países latinoamericanos, el libro es un objeto de lujo debido a su precio. Se importan más libros de los que se producen. El precio tiene un efecto en cascada sobre lectores y autores. Compra libros quien tiene la capacidad económica para ello. Pero la mera compra no garantiza su lectura. La euforia comercial del Día Internacional del Libro no garantiza, de ninguna manera, que se incrementa el número de lectores y tampoco, que los escritores recibiremos más compensación económica. Por el contrario, las ventas de libros con descuentos o saldos sufren esa misma aplicación del 10 % que mencioné más arriba. Mientras más bajo es el precio, más baja es la regalía.
Hay un prejuicio absurdo de que hablar de dinero y literatura es una abominación, un pecado. Ningún artista o escritor vive del “amor al arte”. Eso no paga la renta ni compra alimentos, ropa o medicamentos. Tampoco lo paga ese 10 % de regalías, que termina siendo algo simbólico. Quizás, cuando fue establecido ese porcentaje era un promedio aceptable. Sin embargo, el crecimiento y evolución de la industria editorial y librera en los últimos años, ha consolidado un negocio que mueve millones de dólares anuales y que ha creado grandes emporios de edición.
Esto debería de ser suficiente para reconsiderar el porcentaje que recibimos los autores como resultado de alguna publicación. Por lo contrario, no sólo no se discute una posible actualización del valor de las regalías, sino que se exige a los escritores una participación constante en las actividades promocionales, actividades que consumen mucho tiempo y energía. Esta inversión adicional de tiempo no se ve reflejada en un aumento de los beneficios económicos para el autor. Es algo así como trabajar horas extra sin que sean pagadas.
En el mundo del libro, prácticamente todos los actores que componen la pirámide de producción del mismo pueden vivir de sus oficios (editores, impresores, libreros, distribuidores, etc.). Todos menos los escritores, quienes estamos en la base de esa pirámide y proveemos las historias que son nuestra reinterpretación de la realidad a través de la imaginación, el lenguaje, la sensibilidad y la experiencia individual.
Sin escritores no hay libros. ¿O seremos descartados y sustituidos por la inteligencia artificial, que no necesitará ser pagada ni tendrá derechos de autor?

(Publicado en sección de opinión, La Prensa Gráfica, domingo 7 de mayo de 2023. Foto: ROBERT SŁOMA en Pixabay).

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