Cuando se piensa en la poca visibilidad que tienen los libros de autores salvadoreños, ¿dónde radica exactamente el problema? ¿Falta calidad en nuestra narrativa? ¿Se publica poca obra porque no hay suficientes editoriales o porque no hay escritores? ¿El libro nacional recibe el mismo tratamiento que un bestseller internacional en las librerías locales? ¿Hay suficientes librerías y bibliotecas en el país? ¿Cuánto incide en esto la falta de crítica literaria y revistas culturales enfocadas en literatura salvadoreña?
Son parte de las preguntas que me quedaron zumbando en la cabeza luego de leer los resultados de una encuesta informal, lanzada a finales de febrero pasado por la revista cultural en línea Café irlandés. La revista preguntó a sus lectores sobre los lugares y formas de comprar libros escritos por autores nacionales, los medios informativos a los cuales acuden para informarse de algún título y las editoriales salvadoreñas que conocen.
Con la participación de 980 personas, los resultados de la encuesta, publicados bajo el elocuente título de “Lectores pasivos”, ofrece puntos de reflexión sobre diferentes aspectos que conforman la problemática del libro nacional, en particular, el de la narrativa de ficción.
Cuando se habla de editoriales salvadoreñas, por ejemplo, las más conocidas por los participantes son instituciones con muchos años de funcionamiento, que además tienen la ventaja de editar libros que son lectura obligatoria en los programas educativos: la Dirección de Publicaciones e Impresos (DPI), Clásicos Roxsil y UCA Editores.
Por desgracia, es mayor el número de lectores que desconocen la labor que se viene haciendo desde hace años por parte de varias editoriales independientes, que trabajan con limitaciones de diversa índole, sobre todo económicas. Esas limitantes hacen que los pocos recursos disponibles sean priorizados en la producción material del libro y se releguen otras actividades como la publicidad o la distribución.
La problemática del libro salvadoreño tiene varios componentes y situaciones que, como lectores comunes, nos es fácil identificar. Los libros de narrativa nacional, para mencionar un detalle específico, no tienen un lugar privilegiado en las librerías nacionales, a menos que estén publicados por grandes editoriales. El asunto se agudiza fuera de las ciudades importantes. ¿Cuántas librerías hay, fuera de los grandes centros urbanos, que ofrezcan a sus lectores obras nacionales que no están incluidas en el pensum escolar?
Un lector que quiera informarse de las últimas publicaciones salvadoreñas, tendrá que visitar varias páginas y redes sociales de carácter cultural para obtener alguna información. Encontrar comentarios críticos o avances de obras es todavía más difícil.
Las editoriales independientes, por la misma limitación de recursos, no se han dedicado a editar libros electrónicos. Hacer ventas directas desde webs propias o plataformas como Amazon, podría servir para establecer un público internacional entre académicos e investigadores de la literatura centroamericana, así como compatriotas que viven en el exterior, que quieren conocer o estar en contacto con manifestaciones de nuestra cultura.
Sin embargo, el lector nacional, según la encuesta de la revista, prefiere los métodos tradicionales de compra y no termina de subirse al carro del comercio electrónico. De la muestra, sólo un 28 % dijo comprar libros por internet. Los demás compran los libros en físico, en librerías ubicadas en centros comerciales o universidades. También se compran en ferias del libro y en presentaciones públicas con la presencia del autor.
Conocer mejor estos problemas quizás permitirá, a quienes compran libros, modificar actitudes que son parte del motivo por el cual las librerías limitan la existencia de los textos nacionales entre su oferta. Somos capaces de pagar veinte, treinta y hasta más dólares por un libro editado en el extranjero, pero pensamos que un libro salvadoreño que vale más de 10 dólares “es caro”. ¿Por qué persiste esa percepción de que lo nacional vale menos, de que si es producción local no sirve o es de menor calidad? ¿Por qué no le damos una oportunidad pareja a nuestra narrativa frente a la narrativa internacional?
La existencia de editoriales independientes que vienen haciendo una labor de hormigas, ha venido acompañada del surgimiento de algunas páginas web que poco a poco, van abriendo un espacio de comentario cultural y literario. Con diversas propuestas, estas revistas culturales conforman una red informativa y alternativa al exceso de polarización política que invade los medios nacionales. Grafomaníacos, La Zebra, Distópica y la misma Café irlandés son las más conocidas.
El entramado cultural nacional, donde es notoria la falta de múltiples mecanismos de apoyo a la literatura, es el que ha producido un lector local que añora las grandes ferias del libro que ve ocurrir en el extranjero, con escritores famosos como invitados y donde pueda comprar las novedades de las editoriales que publican a nuestros autores favoritos. Pero ese mismo lector no ve el libro salvadoreño ofrecido en la librería ni lo ve reflejado en las noticias de los medios, y por lo tanto, no puede desear un libro cuya existencia desconoce o que no sabe dónde obtener.
Solucionar estos problemas serviría, de manera colateral, para estimular a los nuevos escritores que, ante el aparente letargo de las publicaciones nacionales, se cuestionan cómo continuar con el oficio literario, en un medio que ofrece raquíticas oportunidades para dar a conocer una obra.
Una sociedad que no reconoce el valor de su producción literaria y que no compra libros de manera regular, es un problema que involucra a varios actores, cada cual con dinámicas específicas que contribuyen a mantener el status quo.
Al publicar los resultados de la encuesta, Café irlandés planteó la idea de realizar una feria de editoriales independientes salvadoreñas, para enfocar la atención y la visibilidad en nuestros autores y sus publicaciones.
Esta idea sería excelente para poner en el foco no sólo a las publicaciones que se realizan en el país, sino también para conocer la problemática que atraviesa ese sector en específico y, ojalá, encontrar soluciones o estrategias a seguir para mejorar el panorama local de las publicaciones literarias.
(Publicado en revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, El Salvador, domingo 24 de marzo, 2019. En portada, libros nacionales de diferentes autores y editoriales).
Hola Francisco , yo siento que la DPI, solo quiere publicar lo ya conocido, lo mismo de siempre.
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En octubre de 2016 presenté a la DPI un libro de fábulas de animales salvadoreños de mi autoría. Me dijeron que podría ser considerado y que pasaría por una evaluación del consejo editorial, pidieron que llevara unas copias siguiendo la normativa que establece la DPI. Hice lo que me indicaron. Cada cierto tiempo preguntaba si había noticias sobre la evaluación y me respondían que estaba pendiente. Después de varios meses estar consultando, desistí de hacerlo. Nunca recibí, al menos por cortesía, una respuesta favorable ni tampoco negativa. Me parece que la población del país que compra libros es reducida, si a ello le agregamos la marcada preferencia por autores extranjeros; los nacionales no tienen mayor opción comercial, solo queda la satisfacción de hacer lo que les gusta.
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