Me gustaría ver un candidato fresco, hombre o mujer, que no esté quemado dentro del mundillo político. Que no esté ninguneado hasta el ridículo en las redes sociales. Alguien que me hable en un lenguaje con el que me pueda identificar. Que me hable de “vos” o de “usted”, pero jamás de “tú”, porque de niña me enseñaron que el “tú” se usa en otros países y no aquí en El Salvador.
Me gustaría un candidato que respondiera a las preguntas de manera directa y clara, no con 27 frases vacías e incoherentes que dicen de todo pero que al final no lo comprometen con nada. Frases de cajón que ya nos sabemos de memoria y que sólo son mentiras piadosas electoreras.
Me gustaría un candidato que cuando sea presidente, honre como se merece las dos grandes tragedias del siglo XX en El Salvador: la matanza de 1932 y la guerra de los 80. Me gustaría un candidato que comprendiera que hacer justicia no es sinónimo de cobrar venganza sino la única manera que queda para dignificar a los muertos, a los desaparecidos y a nosotros mismos.
Me gustaría un candidato con ideas modernas. Un candidato informado sobre los avances de la tecnología y la ciencia, sobre las tendencias de la cultura mundial, sobre las discusiones de la filosofía y la academia.
Me gustaría muchísimo un candidato que comprendiera que la cultura no es solamente el baile folklórico que se realiza como cápsula de entretenimiento en los eventos oficiales o en las recepciones diplomáticas. Un candidato que lea a los escritores nacionales, que le guste el buen cine y ojalá también el rock. Un candidato que cuando sea presidente le dé a la cultura la importancia que se merece.
Me gustaría un candidato que piense en cómo lograr el desarrollo sin destruir ni poner en riesgo los limitados recursos naturales del país. Un candidato que no venda la riqueza nacional al mejor postor y que anteponga el bienestar de la gente por sobre la ganancia económica.
Me gustaría un candidato que piense más en los árboles y la fauna en extinción y menos en el cemento. Un candidato que sepa dialogar y que sepa escuchar. Un candidato que tenga los pantalones o la falda bien puestos para ordenar esta finca. Un candidato que destape a los culpables de corrupción y delincuencia en todas sus formas. Un candidato a quien no le tiemble la mano para hacer justicia donde sea necesario hacerla, caiga quien caiga. Un candidato que haga próspero a El Salvador a partir de la honradez, del respeto, de la dignidad, la solidaridad y la ética.
Quiero un candidato que recuerde que el mandato presidencial es para gobernar a todos los connacionales sin importar sus creencias políticas y religiosas, sus preferencias sexuales, su edad, su educación, su sexo, su oficio o su nivel económico, y que no se gobierna para favorecer a unos pocos y darles migajas a los demás, que somos la mayoría.
Me gustaría un candidato con gestos naturales y sinceros, no con gesticulación forzada o sonrisas congeladas para hacer un spot publicitario. Un candidato que no se haga el simpático con la gente solamente cuando busca votos. Un candidato que no meta en miedo a la gente ni haga chantajes emocionales. Un candidato convencido en mejorar la calidad humana de los habitantes como medio para reducir el rencor que alimenta la violencia actual. Un candidato que revolucione la educación y la transforme en algo divertido.
Me gustaría un candidato que cuando sea presidente no viva aislado en una burbuja. Que vaya a almorzar al mercado, que camine por el centro, que vaya a los territorios dominados por las maras, que visite una cárcel, que pase consulta en un hospital público, que se coma una yuca con pepesca frente a la Universidad y que platique con los estudiantes, que se vaya a sentar con los indigentes y escuche sus historias de vida. Me gustaría un candidato empapado de la realidad nacional, no porque se la cuentan o porque la analiza a través de porcentajes y estadísticas, sino porque la palpa en directo.
Quiero un candidato que cuando sea presidente sea el primero en enlodarse los zapatos y arremangarse la camisa cuando hay una emergencia. Quiero un candidato que tenga palabra y en cuya palabra yo pueda confiar y creer.
Me gustaría un candidato humano, que no pose de lo que no es, informado, abierto a escuchar críticas, sensible ante el dolor ajeno, visionario, sin miedo y sin más compromiso que el bienestar de la ciudadanía y el progreso de la nación. Un candidato que sepa demostrar sus puntos con argumentos sensatos y buena educación. Un candidato que no subestime la inteligencia de la ciudadanía. Un candidato que sea respetuoso con sus oponentes políticos. Alguien que sepa reconciliar a la nación.
Me gustaría un candidato que cuando sea presidente, tenga la humildad de reconocer los errores que cometa y enmendar el rumbo. Alguien que no se encapriche con el poder y que no quiera sentarse en la silla durante más tiempo del que le corresponde.
Me gustaría un candidato que crea tanto en su proyecto político que se me contagie el entusiasmo. Un candidato que no tenga precio. Alguien a quien el poder no lo cambie. Alguien con los pies en la tierra, con la madurez emocional y psicológica necesaria para mantener la integridad ante las tentaciones del poder, que son muy bravas.
Me gustaría un candidato, hombre o mujer, con ideales, con imaginación, con sentido del humor y con paciencia. Un candidato que demuestre que hay otras formas de hacer política y que no siempre la política tiene que ser sucia o mediocre.
Dirán que soy una soñadora, pero como dijo John Lennon, no soy la única. Raros especímenes como el descrito ya se han visto en otros países. Existen.
Soñemos juntos, con fuerza. Quizás así logramos tener uno para nuestro atribulado país.
(Publicado en la revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 19 de enero 2014, bajo el título “Se busca candidato”).
I am a dreamer too…
Finalizo esta lectura con una sonrisa, usted ha escrito y hecho público un sueño compartido con mi persona. Y ahora estoy seguro de que no soy el único soñador.
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