Gabinete Caligari

Un dólar mensual de pensión

A comienzos del mes pasado leí un caso en este periódico que me dejó pensativa. Era la historia de Carlos Serén, de 54 años, que recibe como pensión mensual un dólar con 21 centavos. Sí, leyó usted bien: un dólar con veintiún centavos, a los cuales le descuentan diez centavos para pagar el Seguro Social.

Su historia es similar a la de miles de salvadoreños: Serén comenzó trabajando en un ingenio donde estuvo durante siete años sin ahorrar para una pensión. Esto en la década de los 80, cuando las pensiones todavía se cotizaban con el ISSS para los empleados del sector privado formal. Serén era empleado del sector privado pero no estaba formal.

Luego comenzó a trabajar en la Supertienda Toyita. A pesar de ello, las cotizaciones fueron inconstantes, con meses donde no se pagaba nada a su cuenta.

Para no hacer el cuento más largo, Serén fue arrollado por un pick up, sufrió un daño de por vida en las piernas y desde el 2007 gestionó pensión por invalidez. Cuando se metió a hacer el trámite se dio cuenta de la cruda realidad.

Al principio llegó a recibir poco más de 100 dólares de pensión mensuales, pero a partir de diciembre del 2010, y con la reducción del ahorro en su cuenta, lo que le corresponde recibir es ese triste dólar con veintiún centavos. El cual sólo podrá recibir durante ocho años más. Y cuando termine la pensión dejará de tener acceso también, en consecuencia, a los servicios del Seguro. Eso a los 62 años.

Seguramente hay cientos de casos más como éste en El Salvador o incluso peores. Porque las cifras indican que la población económicamente activa que está ahorrando para una pensión es relativamente baja. De hecho, es común encontrar a personas que no tienen el beneficio de la Seguridad Social ni del ahorro de pensión.

Según la estadística citada por Lourdes Quintanilla, autora del reportaje, de la población económicamente activa del país, que hasta el 2010 era de 2.6 millones de personas, 2.4 millones dicen tener alguna ocupación laboral y casi la mitad de ellos, o sea, 1.2 millones, carecen de un ahorro para pensión en la vejez. De esas millones de personas económicamente aptas para ser productivas, solo 611,737 están con cuentas activas en las administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), según datos hasta abril de este año. Otras 14,386 personas están con el sistema público.

Traigo también el tema a colación porque me llamó la atención el plan del gobierno de motivar al retiro voluntario a miles de empleados públicos que reciben simultáneamente salario y pensión como jubilados, para poder ahorrar unos 33 millones de dólares de las arcas públicas.

Supongo que cada caso es diferente, pero me arriesgo a decir que en la mayoría de casos, los jubilados que se encuentran trabajando lo hacen porque sus pensiones simplemente no alcanzan para cubrir sus gastos.

Este fenómeno, de jubilados trabajando, está creciendo a nivel mundial. Y no es porque a los mayores les sobre la energía o porque les encantan los oficios que consiguen, sino porque la necesidad se impone.

La mayor y mejor parte de los años productivos del ser humano se empeñan dedicando la vida al trabajo. Este es un asunto que damos por sentado pero que implica mucho más de lo que aparenta la simple frase: nuestra vida está gobernada por el trabajo. Nuestros horarios de sueño, de alimentación, de entrar y salir de nuestros hogares, el tiempo de recreación, el tiempo que realmente queda libre para nosotros (y que es el tiempo de nuestra vida), todo eso está en función del trabajo que realizamos, porque buen parte de nuestra vida está en función de trabajar.

La inmensa mayoría de las veces nos vemos sometidos a trabajar en labores que nos desagradan, que son mal pagadas, que no nos llenan como seres humanos porque no se relacionan con nuestros estudios, nuestras habilidades innatas, nuestros intereses y nuestra inteligencia. Muchas veces apenas cumplimos funciones de autómatas en una sociedad a la que lo único que le interesa es el cumplimiento de metas y beneficios, y no la realización del potencial individual.

Pero nos conformamos porque es lo que debemos hacer para sobrevivir en esta sociedad. Se supone que llegará el tiempo de la jubilación, cuando por fin podamos dedicarnos a nuestra vida, es decir, a ser amos de nuestro tiempo completo para hacer lo que nosotros queramos con él. Esto, siempre y cuando, podamos garantizar las condiciones de sobrevivencia mínima.

Este sería el cuadro ideal. Esto sería lo justo. Pero con pensiones miserables o simplemente inexistentes, esto es imposible. Y la edad del descanso se prolonga en una edad de trabajos y angustias.

La realidad es que vivimos en un sistema frío y que no tiene ni una pizca de humanidad ni de compasión. Casos como el del Sr. Serén ocurren aquí y en todo el mundo. La empresa proveedora de la pensión hace matemáticas para justificar su caso. Para ellos está claro que quien incurrió en una equivocación fue Serén, por no ahorrar durante toda su vida pensando en su pensión.

A Serén lo auxilian sus hermanos con el pago del agua y la luz. Pero Serén también tiene que velar por su madre de 77 años. Así es que va al centro de San Salvador a vender juguetes. A veces vende algo, muchas veces no.

Se me ocurrió de pronto que la cultura del ahorro para la pensión y la cotización a un seguro médico deberían ser cosas que se les enseñe a los niños desde la primaria. Un valor inculcado desde la infancia. Pero no sé si eso serviría porque tengo la impresión de que el sistema siempre tiene maneras de hacer trampas y que el individuo siempre pierde.

Por lo cual lo que debe haber es toda una revolución del sistema, para que alguien que haya trabajado honradamente toda su vida no se mire desamparado en su vejez.

(Publicada en revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica, domingo 23 de septiembre 2012).

2 Comments

  1. Marlon Herrera says

    Este es uno de tantos casos inhumanos e injustos del sistema, indigna y estremece conocer esta realidad, y más aún cuando la sociedad es indiferente ante ello. No olvidemos a nuestros mayores que han dedicado su vida y los que se encuentran en su etapa productiva trabajando por sobrevivir, sin esperanza a que su futuro sea diferente al mostrado en esta historia.

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