Recientemente fue presentada al público la propuesta de la Ley Nacional de Cultura, de la Secretaría de Cultura de la Presidencia. Contrario de lo que se anunció, el documento que recibimos los asistentes al Foro 2012 Cultura y Desarrollo, Consulta participativa sobre la Ley Nacional de Cultura (que se desarrolló del 20 al 22 de agosto), era un conjunto de ideas sobre lo que eventualmente podría contener la mencionada ley y no realmente un “borrador” de la misma, como dice la portada del documento que se entregó.
El folleto, de 22 páginas, incluye 14 con los textos completos de la Ley de Protección al Patrimonio Nacional y la Ley del Libro vigentes, para sugerir posibles modificaciones. Las 8 páginas restantes son lo que las autoridades correspondientes terminaron llamando “un esquema” de la Ley.
El primer día del Foro 2012 de Cultura y Desarrollo estuvo dedicado enteramente a ponencias de expertos nacionales y también de Colombia, Costa Rica, España y Cuba. Los temas fueron variados aunque podía sentirse su intencionalidad: la insistencia en la creación de pequeñas y medianas empresas para vender producto cultural.
Fue en el segundo día cuando se pudo conocer el esquema de la Ley que fue leído y comentado por la Secretaria de Cultura, Ana Magdalena Granadino, acompañada de todos los Directores Nacionales de la Secretaría de Cultura.
Los asistentes podían plantear observaciones, preguntas o sugerencias a la mesa mediante papelitos. Se recibieron más de 600 participaciones. Algunas fueron comentadas o respondidas.
Al tercer día, un grupo de personas subió al escenario a pedir que se presentara la versión completa de la ley, luego de haberse publicado aquella mañana, en otro periódico, una entrevista concedida por Gonzalo Castellanos, el consultor colombiano que trabajó en la propuesta. Se daba a entender que existía otra versión del documento.
Llegó a correr el rumor entre los asistentes de que ya existe una ley completa y redactada. Oí decir que tenía bastantes páginas más. De hecho la Sra. Granadino terminó confirmando que dicha versión existía. Pero dijo que había preferido no enseñarla porque quería que los participantes tuvieran mayor incidencia en su elaboración y no que recibieran un documento ya elaborado. Que esa versión se daría a conocer en las discusiones con las mesas sectoriales.
Si se quiere presentar esta Ley ante la Comisión de Cultura de la Asamblea Legislativa a más tardar a inicios del próximo año, como está definido en el cronograma de trabajo, hay todavía muchísimo qué hacer. Y ojalá que la meta no sea sólo presentarla, sino también lograr que la Ley quede lo suficientemente encaminada como para que no duerma durante años en las gavetas de los diputados, antes de ser finalmente discutida y aprobada.
El esquema presentado decepciona un poco porque está demasiado crudo, demasiado esencial. No hay una articulación completa, reglamentación definida ni otros detalles que la redacción de una ley supone.
La existencia de un documento más elaborado supondría una gran ventaja porque haría más claro y expedito el trabajo que sigue en los próximos meses, que deberá consistir en que todos los sectores involucrados en cultura, estudien la propuesta y hagan sugerencias en el plazo de 3 semanas. Discutir en base a un texto que plantea ideas generales no es lo mismo.
Por otro lado, el esquema de Ley que se dio a conocer plantea algunos asuntos que será largo de discutir y unificar. Por ejemplo, la insistencia de formar pequeñas empresas culturales y vender los “productos culturales” como una forma de generar ingreso para el artista, pero además, de generar desarrollo económico para la nación. Es algo que no se puede aplicar de automático a todos los sectores.
No se me ocurre qué empresa cultural podemos formar los escritores, por ejemplo, porque nuestro producto es un producto intelectual, el contenido de un libro, que termina siendo convertido en objeto material gracias a alguna editorial. A menos que nos convirtamos nosotros mismos en editores. Pero la edición es un oficio aparte que no todos conocemos y que tendríamos que aprender.
Una apuesta fuerte del esquema de Ley es la creación y fortalecimiento de una industria cinematográfica salvadoreña. Se la piensa como una fuente de trabajo que podría contratar a muchos trabajadores culturales de variadas disciplinas.
Otra apuesta es el Sistema de Coros y Orquestas Juveniles, considerado “como un programa estratégico de formación de nuevos músicos y apoyar los planes de prevención de violencia juvenil (sic)”.
Una de las propuestas de la ley es incluir a artistas, autores, compositores e intérpretes, ejecutantes y partícipes de los procesos creativos y de interpretación de las artes en los programa de seguridad social, salud y pensiones. La Sra. Granadino afirmó estar ya en pláticas con el INSSS respecto a este tema, que por cierto, es una de esas tareas titánicas, si llegara a implementarse. Esto comenzaría con una especie de inventario de artistas en general, una “acreditación del oficio artístico”, como dice en alguna parte la Ley, y la posterior contribución de parte del Fondo Nacional de Artes y Cultura, FONAC, que sería, si no entendí mal, la institución a la que le correspondería pagar la cuota patronal. El artista tendría que pagar su propia cuota, tal y como si lo hiciera si trabajara en una empresa u oficina.
El FONAC quedaría creado a partir de la aprobación de esta Ley y recibiría su financiamiento con un porcentaje (entre 1 y 5%) de la recaudación bruta de todo espectáculo público artístico y musical en vivo así como de la recaudación de taquilla de los asistentes a las salas de cine, de donaciones que se le otorguen por parte de la empresa privada, organismos internacionales y gobiernos extranjeros, así como recursos que se designen del presupuesto nacional.
El último día del Foro debía organizarse un Grupo Promotor de la Ley, formado por dos representantes de cada sector cultural identificado, más los Directores Nacionales de la Secretaría. Este Grupo será el encargado de discutir las propuestas que la Secretaría reciba por escrito en las próximas 3 semanas, y servirá de enlace y comunicador con cada uno de los sectores, sobre los avances que tengan estas reuniones.
El Grupo Promotor no quedó conformado ni firmó la Carta de Compromiso que se suponía debían firmar. Quedó pendiente el nombramiento de dos representantes de cada sector, acaso por la asistencia al Foro de pocos de sus miembros. La gran mayoría de asistentes eran trabajadores de las Casas de la Cultura en todo el país y otros empleados de la Secretaría. Y aunque había asistentes que no eran empleados estatales, su cifra iba disminuyendo a medida que transcurrían los días del Foro.
Tampoco se presentaron las conclusiones y las devoluciones de la jornada anterior. Creo que a todos nos hubiera gustado saber cuál era el balance general que se hacía de aquel encuentro.
Insisto: hay infinidad de trabajo por delante, sobre todo si va a involucrarse a los sectores del quehacer cultural en las discusiones posteriores. Hay grupos que están muy bien organizados y a los que se les facilitará convocar a sus gremios. Pero otros, como los escritores, ni siquiera estamos organizados y pensar en juntarnos para discutir este documento es algo que no sé cómo va a ocurrir. En otros casos, se trata de sectores con un perfil muy amplio para los cuales habrá que nombrar representantes, como por ejemplo, los salvadoreños en el exterior o mujeres y cultura.
Esperemos que haya un equipo de la Secretaría dedicado a trabajar permanentemente en la elaboración de una propuesta final, que logre transformar al lenguaje jurídico los planteamientos que resulten de estas discusiones. Ojalá haya armonía en las reuniones y que se hagan propuestas sensatas y realistas, de ambas partes. Y que las propuestas no degeneren en discusiones estériles que prolonguen la toma de acuerdos. Pero sobre todo, ojalá que las sugerencias de los sectores trabajadores de la cultura sean realmente tomadas en cuenta. Porque si no, este ejercicio de “consulta pública” habrá resultado en vano.
Que la Ley vaya a ser finalmente aprobada, respetada y cumplida, o que no vengan posteriores funcionarios a querer cambiarla, será otra historia.
Además hay que tomar en cuenta que una Ley Nacional de Cultura no va a funcionar si no va acompañada de una campaña educativa permanente, a todo nivel, donde la cultura deje de ser percibida como un asunto menor de la sociedad.
(Publicado el 2 de septiembre 2012, revista Séptimo Sentido, La Prensa Gráfica).
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