Si Daniel Alarcón, nacido en Perú y criado en Alabama, no hubiera recibido una beca del programa de escritura creativa de Columbia y no hubiera tenido como profesor a un editor de la revista Harper’s y si ese editor no hubiera mostrado interés por sus textos y no le hubiera dado la tarjeta de Eric Simonoff, un agente literario, y si Simonoff no hubiera firmado contrato con él y si el editor del New Yorker no se hubiera retirado dando así lugar a que la editora que lo continuó quisiera dedicar un número a nuevos escritores, y si Simonoff no le hubiera hecho llegar a esa editora un relato de Alarcón y si esa editora no lo hubiera publicado, ese relato no hubiera despertado, como despertó, el interés de tantas editoriales y es probable que su primer libro, Guerra a la luz de las velas jamás se hubiera editado en Harper Collins en 2007.
—Una profesora me dijo: “Solo puedes escribir tu primer libro una vez, nunca vas a pasar de nuevo por esa inocencia”. Ahora he visto a muchos amigos que han fracasado, he visto a gente criticando escritores que nunca ha leído. Esas cosas son parte de perder la inocencia. Uno ya no vuelve a tener la sensación de escribir solo para uno mismo, sin pensar en la crítica ni en los lectores.