Peter Stamm, de origen suizo, es uno de los autores de lengua alemana cuya obra destaca como de las más importantes de la narrativa contemporánea europea actual. Autor de novelas y cuentos, su obra ha venido siendo comparada (por cierto uso de los recursos del minimalismo), con las obras de Raymond Carver y de Albert Camus. Pero más vale entrar en la obra de Stamm con la mente en limpio y hacer una lectura propia, ajena a lo que las contraportadas y los críticos y académicos dicen, comentarios muchas veces distorsionadores de lo que uno realmente encuentra en la lectura.
Los voladores es una colección de 12 cuentos, lo primero que leo de Stamm. En general me ha dejado una buena impresión y ganas de leer más de este autor. Pero (y por eso digo que hay que llegar a su lectura con la mente en blanco), me desconcertó no encontrar eso que dicen sus críticos y sí encontrar otros valores, nada similares a los que pregonan.
¿Minimalismo? No diría que Stamm trabaja con minimalismo. O por lo menos no lo hace a través del lenguaje. Quizás podría decirse que lo hace a través de su planteamiento pues las historias son bastante sencillas y jamás utiliza retruécanos ni giros rocambolescos para contar sus narraciones. Va a lo que va. Cuenta su historia, de principio a fin, de la A a la Z, de principio a fin. No hace experimentos con las estructuras ni las formas ni el lenguaje. Aunque a esto no le llamaría yo minimalismo, pues el lenguaje que ocupa no es desnudo, simple.
Las historias son concentradas en un hecho, es decir, tampoco se desvían en contarnos historias de personajes secundarios o paralelos. Son historias tradicionales en su planteamiento, bien hilvanadas, efectivas. En algunas de ellas, como en “La expectativa”, parece que los primeros dos o tres párrafos dan un rodeo innecesario antes de aterrizar en la historia, pero una vez que aterriza, la atención del lector está atrapada.
Los ambientes son inequívocamente europeos y muchas de las historias están ubicadas en pueblos cuyos nombres no se mencionan pero cuyo paisaje local los ubica fácilmente en ambientes opresivos, aislados, en ese tipo de pueblos que a pesar de contar con algún acceso a la modernidad, nunca pasarán de ser los pequeños infiernos de los que los personajes soñaron escapar alguna vez pero en los que se miran condenados a vivir sus minúsculas desventuras domésticas.
Las historias, como ya se dijo, tampoco son grandes temas y son pequeños eventos que trastocan la cotidianidad o un evento que trastoca la vida completa. En “La ofensa”, el cuento que más me gustó, lo que parecía comenzar como un amor termina convertido en un sentimiento no correspondido y hasta burlado. En “Los voladores”, el cuento que le da título al volumen, un niño no es recogido a tiempo en la guardería por sus padres y es llevado por la profesora a su apartamento. En “La carta”, una viuda descubre entre las pertenencias de su esposo un paquete de cartas y con ello parte de los secretos de la vida de su esposo. En “En la vejez”, un hombre vuelve a su pueblo natal para enfrentar asuntos de su pasado.
La impresión que nos dejan los textos de Stamm es de frialdad. No son textos emocionales, multicolores, explosivos. La vida se retrata tal cual es, la palabra exacta se utiliza para decir lo que se debe, los personajes son así, con sus luces y sus sombras, sus miserias y sus excesos.
Acaso el minimalismo del que se habla en Stamm radique en la recreación de universos contenidos en tan poco espacio (y hablo estrictamente de sus cuentos, no he leído ninguna de sus novelas todavía). Pensándolo, cualquiera de los argumentos de sus cuentos daría para una novela corta por lo menos o para relatos de más largo alcance. No lo sé. Lo cierto es que para un escritor que sabe manejar las herramientas técnicas adecuadas, toda/cualquier historia se puede convertir en algo digno de ser contado, en el formato que el autor así lo prefiera. Stamm lo logra con el cuento sin duda alguna.
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