Él era un escritor filipino que apareció flotando en el río Hudson de Nueva York. Se llamaba Crispin Salvador y estaba escribiendo “su gran novela” en el momento de su muerte. Miguel Syjuco, su amigo, también escritor y filipino, acude para hacerse cargo de los asuntos del difunto, sobre todo de los asuntos literarios. Pero Syjuco no logra encontrar el original de la novela en la que trabajaba su mentor.
A medida que trata de reconstruir los hechos y los últimos días de Salvador, decide escribir su biografía y así nos vemos metidos en el viaje de retorno de Syjuco a las Filipinas con el ánimo de encontrar información que pueda complementar y darle pistas sobre el fallecido. De esta manera, el escritor Miguel Syjuco nos mete en su novela Ilustrado en una especie de juego de muñecas rusas que vamos abriendo página a página.
¿Novela de auto-ficción? ¿Juego auto-referencial? No tengo la suficiente información sobre la vida real del autor Syjuco verdadero como para opinar, pero para ser franca, no me parece importante hacer la diferenciación y, por otra parte, si lo fuera, el resultado ha sido muy sutil (en comparación con otros autores que en sus novelas de auto-ficción recargan tanto los elementos personales que la historia pasa a segundo plano y lo importante son ellos mismos como personajes).
Syjuco es personaje y autor de la novela que el lector tiene entre manos. El lector lee fragmentos de los diferentes libros escritos por Crispin Salvador y de la biografía en progreso que escribe el personaje Syjuco; además vamos conociendo la vida de éste, su pasado, su familia, su infancia, y también, a través de la vida de Salvador, de sus antepasados y de los libros que escribió, de varios episodios emblemáticos de la historia filipina.
Es imposible seguir dando diciendo más sobre el argumento de esta novela de trama tan compleja, primero y precisamente por esta característica que menciono. La estructura con la que juega el autor es, a pesar de lo fragmentaria, bastante digerible en su orden y no podría considerarse precisamente experimental. Podría decirse que es más bien un formato de exposición, una suerte de “muestrario” del trabajo de sus personajes, de los diferentes tonos y registros que sus personajes manejan en la escritura.
Y ése es precisamente uno de los grandes valores de esta novela, su rica gama de registros, de tonos. Aunque valga decir que algunos de los registros resultan cansinos (por ejemplo, los fragmentos de Manila Noir, que terminé saltándome porque no me gustaron para nada). Pero el lector puede muy bien saltarse las partes que le parecen excesivas. Confieso que yo lo hice con esa narración en particular y no perdí el hilo de nada. Me parece en el mosaico general que el libro (con un total de 320 páginas), bien aguantaba una podada de unas 50 páginas, pero ésa es mi apreciación muy particular.
Por lo demás, la novela utiliza otros códigos contemporáneos como correos electrónicos, entradas de blogs y fragmentos de una entrevista concedida por Salvador en 1991 a The Paris Review, entre otros.
Algo que me llamó la atención en particular fueron ciertas descripciones que hace Syjuco de situaciones o del paisaje o del ser filipino que, si le quitáramos la nacionalidad, bien podrían referirse a cualquier país de la región centroamericana:
These fellow travelers have logged thousands more miles than most in the world, hugging hello and goodbye, working and saving, remitting money each payday, writing letters on onionskin paper to save on postage, telling their clan they’ll soon be home, finally; they’ll arrive unrecognized by unrecognizable children, to spouses whose kisses have become ostensible and indebted. It’s like that aphorism of Ovid’s that Crispin once shared with me: Everything changes, nothing ends. Me, I’ll arrive to nothing. That’s really how I prefer it.
Son curiosos también los paralelismos, o mejor dicho, el angst literario (llamémoslo así) que sufren los filipinos en cuanto al exotismo de su tierra que no difiere demasiado del nuestro, esa camisa de fuerza del exotismo y del realismo mágico que también sufrimos nosotros y que no nos resulta difícil comprender:
Our imaginations grow moss. So every Filipino novel has a scene about the glory of cooking rice, or the sensuality of tropical fruit. And every short story seems to end with misery or redemptive epiphanies. And variations thereof. An underlying cultural faith in deus ex machina. God coming from the sky to make things right or more wrong.
Son varias las reflexiones sobre la literatura que se hacen dentro de la novela, a propósito de los personajes escritores. Por fortuna, no se trata en este caso de escritores borrachos, drogadictos, bohemios, perdidos y sin rumbo en la vida como por desgracia nos están acostumbrando demasiado a leer últimamente algunos autores. Eso es de agradecérsele a Syjuco.
Ilustrado es una apuesta fuertísima y arriesgada a su propio talento. Puedo imaginar que habrá más de alguno que no termine el libro o que no llegue al epílogo que es la gran clave que no se puede dejar de leer porque es la que descifra, literalmente, todo el misterio. Hay cierta sensación, al llegar al último capítulo de que todo cae en su lugar y de que uno ya se imagina el final, pero créanme, uno (como lector), no sabe absolutamente nada, porque el golpe y la sorpresa están por venir. Y en ese sentido Syjuco se la jugó muy bien con ésta que es su primera novela.
Si usted lee en inglés se la recomiendo en el original pues está escrita en inglés filipino, es decir, con variantes del inglés bien peculiares y pringas de español aquí y allá que supongo se pierden en la traducción al castellano (que está en Tusquets). Además, algunas palabras en tagálog, uno de los idiomas que se habla en la zona de Manila.
En resumen, una primera novela asombrosa, original, altamente recomendable. En lo personal, quedo con ganas de leer los futuros libros de Miguel Syjuco.
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