Música

Objetos de devoción: Goat’s Head Soup, The Rolling Stones

No recuerdo bien cómo llegó a mis manos. Creo que mi madre hizo un viaje. Pedí que me trajera música. Un casette. Los casettes eran esa cosa nueva, moderna y pequeña que sustituía a los 8 track y a los discos de vinilo, que parecían cintas de grabación, sólo que diminutas, casi de tamaño Barbie, metidas en un cajoncito de plástico que metías de lado dentro de otro aparato y hacía que la cinta girara y se escuchaba música.

Fue mi propia madre la que puso en mi mano Goat’s Head Soup de The Rolling Stones. Y desde que pobré aquella sopa, oh madre, I was never quite the same again.

Escuché aquel casette al revés y al derecho, una y otra vez, con la devoción que sólo sienten los miembros de una secta que de tan secreta ni siquiera pueden reunirse y aquella música es la clave enviada para descifrar el divino misterio.

Descifrar “Winter”. Descifrar “100 Years Ago”. Descifrar “Coming Down Again”. “Angie”, “Hide your Love”, “Silver Train”. Descifrar “Can You Hear the Music”. Y por supuesto que tenés que bailar con Mr. D. Tararear Do Do Do Do Do Do. Y esperar la clásica forbidden y chabacana line: “I bet you keep your pussy clean”.

Tomé tanta sopa que me sabía cada canción de memoria. Cada entrada de guitarra, cada batería, cada acorde de piano, you name it, yo me la podía.

Pero la cinta se enredó en los carriles de la grabadora. Algo que solía pasar con aquellos aparatejos. Como la histeria es mala consejera y aquel era my beloved Rolling Stones, desarmé la caja con paciencia y con un destornillador para no romper la cinta e hice no sé qué más maniobras extrañas, auto-didactas y de cirugía plástica para reconstruirlo.

Quedó algo malón pero se dejaba escuchar. La primera canción cortada. Otra canción, no sé por qué, pegaba un acelerón y luego volvía a velocidad normal. Volví a aprenderlas con esos defectos, pero seguí escuchándolo con la misma devoción. Luego la caja se desarmó y logré que durara un rato más, pegándola con cinta negra de electricista. Así resistió otro rato hasta que un día simplemente no pudo más y se me desbarató.

Levanté toditos los pedazos, como hacen algunas señoras cuando se les rompe un jarrón favorito, y metí cada pedacito en una bolsa plástica con el supuesto de que algún día “que tuviera tiempo”, me iba a sentar a armarlo de nuevo y montarlo en una caja vieja de otro casette, etc. etc. Algo que jamás realicé.

Hoy en la tarde, buscando otra cosa que nada que ver, le mencioné este disco al vendedor, no sé ni por qué, y dijo que lo tenía. Por poco me desmayo. Se lo arrebaté de las manos y lo compré. Llevaba años buscándolo.

He vuelto a escucharlo. Ha sido como encontrar esa bolsa con las piezas desarmadas y, por fin, arreglar el casette roto.

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