Admito que ya me tienen bastante cansada todos esos escritores que se las quieren dar de malos, cínicos, ácidos, sarcásticos, irónicos, sangrones, promiscuos, duros, implacables, inconmovibles, etc. En el 98% de los casos, es pura pose y ni la saben llevar bien. Ni siquiera son originales porque quieren copiarle a otros, a Bukowski, a Céline, a Cioran, etc.
Pero James Ellroy tiene su asunto bien personal. Lo he leído y te engancha y te pega como una patada en el hígado después de haberte tomado un trago del peor aguardiente. Es fuerte. Duele leerlo. Pero te conmueve la tripa. Y eso lo hace un buen escritor.