E-book, Para leer

Leer en Kindle

Hace algunos días terminé de leer mi primer libro en Kindle. Varia gente me ha preguntado con insistencia qué me ha parecido la experiencia. Primero ubico un poco el contexto personal de lo que voy a decir.

El año pasado, el 2010, irá registrado en mi historia personal como el año en que menos leí en mi vida, comparable quizás solamente con los años en que comencé a leer cuando niña.

Lo digo con absoluta vergüenza e incomodidad. Pienso que leer, en el caso de un escritor, es vital. Es parte de su trabajo, de su oficio, de su crecimiento, de su escuela y también, claro que sí, de su esparcimiento.

El ejercicio de lectura que hacemos los escritores es algo complejo, y con el tiempo, o a medida que uno reflexiona más sobre el oficio literario y en particular de la escritura, tengo la impresión de que se lee buscando otras cosas, más allá de una buena historia. Nos fijamos o valoramos más el uso del lenguaje, el ritmo, la construcción de los personajes, cómo se amarran los capítulos, cómo se construyen los ambientes, cómo una palabra (o a veces, la ausencia de ella) nos provoca una emoción específica, etc.

Quizás, en parte, por eso dejé de tener ganas de leer. Di un taller bastante largo, tuve que leer muchos textos para demostrar ciertas técnicas literarias, y de pronto me vi leyendo pero no gozando más de la lectura, sino casi que haciéndolo como un trabajo. Hasta sentí algo de tristeza pensando que nunca me iba a volver a emocionar un libro con la inocencia del que simplemente lee para encontrarse con una buena historia.

Pero me desvié del tema.

El caso es que el año pasado casi no leí. Creo que a lo sumo leí 5 o 6 libros y a duras penas los puedo enumerar. Sé que leí los Diarios de Cheever, y un libro de artículos de Ray Bradbury (Zen en el arte de la escritura), Amor líquido de Zygmunt Bauman, La historia del tiempo de Stephen Hawking, un poemario de Raymond Carver y el tercer volumen de Dune de Frank Herbert. Y no recuerdo más.

Comencé a leer varios libros. Y de autores excelentes. Libros de Herta Müller (que me traje uno de Alemania), Vasili Grossman, James Joyce, Sandor Marai, V.S. Naipaul, Stanislaw Lem, James Ellroy, Oswaldo Ospina… no es que los libros fueran malos y no es que no me gustara lo que leyera. Fue simplemente que no pude continuar con ellos.

Este no poder continuar me llevó a concluir que leer es también un “oficio” o un arte per se, algo que uno tiene que hacer en un estado de ánimo y sobre todo, en una serenidad particular que no tuve el año pasado. (Recordemos que el año pasado regresé a El Salvador y un vuelco dramático en las circunstancias de mi regreso, salpicado con todo tipo de abrumadoras situaciones, me dejó, literalmente, en bancarrota y me obligó por enésima vez en la vida, a comenzar de cero y a trabajar como bestia para salir a flote).

Por fortuna las cosas se han ido asentando poco a poco y espero que este año las cosas funcionen mejor. Por lo menos con algo más de estabilidad y serenidad interior. Lo cual también espero me permita no sólo leer más sino sobre todo, escribir más ficción.

Pero volvamos al Kindle. En algún momento se dieron las circunstancias como para comprar uno y lo hice, a ciegas, literalmente. Nunca había visto uno de estos aparatos. Estaba (y sigo estando algo) escéptica sobre la euforia de los lectores electrónicos. Pero la posibilidad de comprar y leer libros en original, sin tener que estar buscando y esperando que alguien fuera a los Estados Unidos para que me trajera equis libro, me convenció de hacerlo.

Como dije en mi columna al respecto, leer en un Kindle no es mejor ni peor. Tiene las ventajas de poder transportarse fácil (y creo que para viajar será de gran utilidad). Me encanta poder acceder a libros que de otra forma, acá sería imposible conseguir.

Pero debo decir que, el hecho de tener uno, quizás por la novedad o porque ya estaba en otro estado mental, me han permitido gozar de nuevo con la lectura, engancharme con libros, y que me vuelva a hacer ilusión el hecho de leer, sin estar escarbando en la técnica literaria, los trucos del escritor, etc.

Comencé leyendo un libro que nada que ver (The Grand Design de Stephen Hawking), y también un libro de artículos de Orhan Pamuk llamado Other Colors. Quizás comenzar con ellos fue bueno, porque no eran ficción. Pero ahora estoy leyendo una novela que me tiene enganchadísima, Ilustrado del filipino Miguel Syjuco. Y el ver recientemente la película Moby Dick, basada en la novela de Herman Melville, con guión de Ray Bradbury y dirección de John Huston, me tiene releyendo el libro.

Lo curioso con Moby Dick es que lo leí hace uuuuuhhh añales, en español. Y que además tengo la versión impresa en inglés, pero la letra es muy pequeña. Así es que ahora lo estoy leyendo en el Kindle, con la letra más grandecita y en inglés. Que es como leerlo por primera y auténtica vez. (Sí hijos míos, leer en el idioma original a los escritores es un privilegio).

En fin, por la combinación de detalles que sea, si hay algo que le debo al Kindle es que me hizo volver a enamorarme de la lectura. Y como también lo dije en mi columna, si algo te estimula a leer, bienvenido sea.

Ahora, que si me ponen a escoger, yo sigo con mis libros de papel. Es lógico. Con ellos aprendí a leer y por ellos, aprendí a amar la literatura y a escribir. Y todo eso es el hueso de mi vida y de lo que soy. Quizás las generaciones del futuro, si aprenden a leer en estos aparatos, despreciarán el libro de papel. Pero nosotros, los de la vieja guardia, los continuaremos venerando como una parte esencial y preciosa de nuestras vidas.

2 Comments

  1. Felipe Argueta says

    Es indudable que los lectores electrónicos abren un mundo casi infinito de posibilidades de poder acceder a más y mejores contenidos de los que contamos actualmente en librerias y bibliotecas locales. Para los fanáticos de la literatura y del arte, el solo hecho de tener a la distancia de un click un abanico de opciones casi inagotable resulta por demás exitante. Visto desde este perspectiva, su elección ha sido más que atinada, y me animo en el futuro a adquirir un kindle.
    Sin embargo, mi instinto lector se resiste a sustituir la experiencia de visitar una libreria y palpar por primera vez un libro, indagar su contenido en la contraportada, urgar en el índice, oler entre sus páginas el aroma a nuevo. Es una experiencia vital e imprescindible al momento de adquirir un buen libro. Eso no lo proporcionará, creo, ningún lector electrónico.

    Disfruto mucho sus reflexones en Septimo Sentido, y a partir de hoy me tiene como asiduo lector de este excelente blog, por el placer de leer un poco de literatura.

    Un saludo!

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    • Felipe: en efecto, hay una serie de “ritos” (casi), que vienen vinculados al libro de papel y que el lector electrónico no puede repetir. El hecho de ir a librerías, por ejemplo. Además, hay que recordar el país en el que vivimos. No me atrevería a salir con mi Kindle a leer en algún lugar por la delincuencia.
      Pero como dije, tiene también algunas ventajas y hay que aprovecharlas. A mí me encanta la posibilidad de salir con varios libros metidos en este ligerísimo aparato de viaje o la de acceder a libros que aquí jamás voy a encontrar.
      Gracias por su comentario y bienvenido a este espacio.

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