No se culpe al lector
Hace algunos años, me tocó visitar una universidad en Tegucigalpa, Honduras, como parte de una gira de presentación de una de mis novelas. Al terminar el conversatorio, hubo un momento para firmar libros. Un estudiante me pidió autografiar una copia de Contra-corriente, mi segunda publicación. Lo firmé, pero había algo raro en el ejemplar, algo que no terminaba de detectar, por más que lo hojeara. Se lo dije a la persona que me lo llevó, que me parecía una edición rara. Sin pena alguna, el estudiante me dijo que era un libro pirateado. Que debido a que mis libros son imposibles de encontrar en Honduras, habían conseguido un ejemplar y lo habían fotocopiado, haciéndolo parecer lo mejor posible a un original. La verdad fue que me conmovió. Pensar que había personas que querían, a toda costa, leer algo que yo hubiera escrito y que para ello se tomaran tanto trabajo, me parecía una forma de halago. Recordé la anécdota cuando hace pocas semanas, resucitó la discusión sobre el pirateo de libros, gracias a un tweet …