Columna de opinión

Un libro polémico

El 27 de marzo pasado, la editorial Anagrama de España dio a conocer su decisión de suspender, de manera indefinida, la difusión y puesta a la venta del libro El odio, del escritor Luisgé Martín.

Esta obra de no ficción está basada en un crimen cometido en el 2011 en la ciudad de Córdoba, España. Un sujeto llamado José Bretón asesinó a sus hijos, una niña de 6 años y un niño de 2. Luego quemó los cuerpos, dejando pocos restos identificables.

Bretón ejecutó dicho acto como venganza contra su entonces esposa, y madre de los menores, Ruth Ortiz, porque le había comunicado su intención de divorciarse. El asesinato de los niños fue planificado con detalle y ejecutado a sangre fría. Bretón fue capturado, llevado a juicio y condenado a 40 años de cárcel, 20 por cada niño.

Luisgé Martín, impresionado por este hecho, decidió escribir un libro con la intención, según sus propias palabras, de comprender cómo una persona puede cometer un crimen como este. Para ello tomó contacto con Bretón, ya en la cárcel, y le comunicó la idea. El asesino estuvo de acuerdo. Así fue como ambos establecieron un intercambio epistolar en el que se escribieron 60 cartas. En una de ellas, Bretón admitió haber cometido el crimen. Esto contradijo la declaración de inocencia asumida por el acusado en la última sesión del juicio, pese a que las pruebas presentadas lo incriminaban, sin lugar a dudas.

Luisgé Martín no entrevistó a Ruth Ortiz ni al resto de su familia para la escritura de su libro. Según comentó en algún artículo, no lo hizo porque no quiso desviarse de su intención inicial, la de comprender la mente del asesino. Como culminación de su investigación, Martín visitó a Bretón en la cárcel y le llevó ropa, algo que narró en un artículo que no entendí si era un adelanto del libro o si era un escrito explicativo a propósito del lanzamiento. No puedo verificar este detalle porque el artículo apareció en la página web del periódico español El confidencial, pero ya fue retirado, supongo que a raíz de las múltiples protestas que generó su contenido.

Ruth Ortiz se enteró de la publicación de El odio por las notas de prensa que comenzaron a aparecer. Anagrama había enviado ejemplares del libro a periodistas y críticos culturales, como es su costumbre antes de cada lanzamiento, y estos comenzaron a publicar artículos al respecto. La señora Ortiz interpuso de inmediato una demanda para impedir la salida del libro argumentando que daba voz al asesino y revictimizaba a sus hijos. Un juez emitió una orden para suspender, de manera temporal, la circulación de la obra, pero luego derogó dicha decisión, argumentando que, al no tener la publicación a mano para su lectura, carecía de elementos suficientes como para prohibir que saliera a la venta.

Anagrama anunció que suspendía de manera provisional el lanzamiento, acatando la decisión del juez. En ese comunicado, con fecha 21 de marzo, la editorial decía estar “plenamente conscientes de la monstruosidad de los crímenes cometidos por José Bretón”, argumentando que El odio busca presentar a los lectores la maldad del asesino, sin exculparlo del crimen. Apelando a la libertad de expresión y al derecho de la creación literaria, la editorial se mostró anuente a esperar la resolución judicial correspondiente. Sin embargo, la mecha de la polémica ya estaba encendida.

Incontables artículos y posts publicados en diversos medios y redes sociales condenaban el libro de Martín, por considerar que causaría sufrimiento a la señora Ortiz. Algunos argumentaron que impedir su circulación era atentar contra la libertad de expresión y el derecho de las personas a leerlo, si así lo deseaban. Hubo quienes justificaron la obra de Martín, mencionando como ejemplos A sangre fría de Truman Capote y El adversario de Emmanuel Carrére, ambos basados en casos reales de asesinatos. Otras personas dijeron que no comprarían el libro y que, además, no volverían a leer nada de Luisgé Martín o de Anagrama. Numerosas librerías españolas anunciaron que no lo venderían. Todo esto culminó con la decisión de la editorial de cancelar su circulación sine die.

Este caso reaviva muchísimos elementos de reflexión, sobre todo para quienes gustamos de la lectura y para quienes somos escritores. ¿Hay límites éticos para la creación literaria y artística? ¿Cuál es la responsabilidad que implica la libertad de expresión?

Aunque los sucesos que narra El odio ocurrieron hace 14 años, un crimen de tal magnitud deja una estela traumática que afecta a toda la sociedad. A pesar del tiempo transcurrido, las sensibilidades respecto al mismo continúan a flor de piel. Si como dice Martín su intención era comprender la mente del asesino, debió entrevistar a la señora Ortiz para indagar a profundidad en el daño irreparable causado a ella y, por supuesto, a los menores. Perder a ambos hijos de manera tan atroz es un tipo de sufrimiento que no tiene ni tendrá paliativo alguno mientras ella viva. Causar ese dolor, esa herida profunda e incurable, era justamente lo que Bretón pretendía con su torcida venganza.

Como escritora, entiendo la motivación de Martín. Mucho de lo que intentamos hacer a través de la literatura está relacionado con nuestro afán por comprender las conductas y los pensamientos de las personas. Pero esto puede hacerse (y se ha hecho muy bien) desde la ficción, desde la adaptación de los elementos de cualquier caso real a un entorno ficticio. Esto permite que personas afectadas por casos similares puedan identificarse con la historia narrada, evitando nombrar a víctimas y sobrevivientes de manera directa.

Comparar El odio con las novelas de Capote o Carrére no es muy afortunado. Las circunstancias, el proceso de investigación y la época de su publicación fueron diferentes. Cabe recordar que A sangre fría fue un libro que se armó a partir de un sinnúmero de entrevistas a varias personas y que Capote terminó estableciendo una relación bastante inusual con uno de los asesinos. No pudo terminar su novela hasta que los culpables fueron ejecutados. Luego de su publicación, Capote perdió casi todas sus amistades y no pudo volver a escribir otro libro, porque el peso emocional y psicológico que le ocasionó su escritura fue algo que no logró superar.

Hay un punto que se debatió muy poco en la discusión sobre El odio y es que nos falta reconocer que existe una fascinación morbosa con la vida de los criminales. Son numerosas las películas, series, libros, etc. que se basan en historias reales de asesinos. Cuando estos productos están al alcance del público, se convierten en éxitos de venta y de consumo, sin importar lo que los sobrevivientes o las familias de las víctimas opinen al respecto. Baste recordar cuando se emitió la serie Dahmer, estrenada en el 2022 en Netflix. Los familiares de las víctimas y algunas personas que tuvieron cercanía de primera mano con el caso, manifestaron su inconformidad con esta emisión, ya que revivía aquellos perturbadores sucesos, ocurridos entre 1978 y 1991. A pesar de ello, la serie no dejó de ser transmitida ni disminuyeron las cifras de audiencia.

La literatura de ficción puede ayudar a reflexionar sobre la oscuridad del corazón humano. Puede aportar preguntas o algunas respuestas que buscamos para vislumbrar la realidad. Pensemos en la novela El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, por ejemplo. Pero mientras haya un público que demande y consuma este tipo de historias, seguiremos viendo casos parecidos a los de El odio, porque lo cierto es que el morbo vende. Y vende mucho.

(Publicado domingo 6 de abril, 2025, sección de opinión de La Prensa Gráfica. Ilustración de Charles Le Brun, «Etudes d’yeux», «Estudio de ojos». Un detalle de estos dibujos fue utilizado como portada para la edición del libro de Anagrama).


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1 comentario

  1. Avatar de Estela
    Estela says

    Su reflexión da en el clavo, creo que a Martín solo le interesa el morbo y lo que le iba a generar económicamente (igual que a Anagrama, una vergüenza). Me alegra que se haya suspendido todo, por ahora… Para el asesino, que ese bodrio se llegue a publicar en otra forma de venganza y tortura hacia Ruth Ortiz.

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