No cabe duda de que el mundo de la publicación de libros ha cambiado profundamente en el último par de décadas. La industria editorial ha vivido transformaciones dramáticas a partir del surgimiento y desarrollo de las tecnologías digitales. Esto ha tenido un efecto en cascada que ha modificado las antiguas relaciones y formas de trabajo relacionadas con este sector.
La aparición de los libros digitales y audiolibros, la compra de libros en sitios web, la creación de diversas plataformas para la auto publicación, e incluso, la existencia de páginas web que comparten copias piratas de libros, son parte de los elementos que han afectado la preponderancia del libro impreso en papel.
Hay otros elementos que, aunque no relacionados directamente con la industria editorial, tienen peso en la toma de decisiones de mercadeo y distribución. La mera existencia de las redes sociales es crucial para la comercialización de libros, no solamente para las editoriales en sí, sino también para los autores. En todas las áreas del arte, espectáculo y cultura, se ha hecho necesario crear una presencia pública (tanto empresarial como individual), para poder divulgar el producto que se produce y vende. Esto aplica también a libros y escritores.
Dicha presencia permite que las editoriales puedan vender sus publicaciones directamente, desde sus sitios web, algo que también hacen numerosas librerías y otros emprendimientos. A partir del 2020, es casi imprescindible que cualquier negocio haga entregas a domicilio, lo que facilita la compra para las personas que tienen problemas de movilidad.
Los sitios de las editoriales sirven, además, como una plataforma para compartir adelantos de los títulos, calendarios de eventos de autor, bases de concursos literarios y primicias sobre futuras publicaciones. Muchas producen y envían además newsletters semanales a sus suscriptores, donde puede leerse material de fondo como entrevistas, recomendaciones o curiosidades literarias.
Las interacciones que se logran a través de estas plataformas permiten a los ejecutivos editoriales tomar diversas decisiones, ya que los análisis basados en los datos de venta, los “me gusta” y los flujos de lectores hacia los materiales ofrecidos, ayuda a comprender las preferencias de los compradores y los libros o actividades que les son más atractivos.
La existencia de todas estas herramientas tecnológicas puede dar la impresión de que es más fácil que nunca publicar un libro y que prácticamente, cualquier persona que se lo proponga puede escribir algo y transformarlo en una obra literaria. Las redes sociales, que se manejan, en gran parte, a través de entradas escritas, pueden brindar la sensación equívoca de que escribir una novela, un cuento, un poema, una obra teatral o cualquier otro género literario, es algo fácil, accesible y realizable.
Persiste un concepto romántico sobre cómo funcionan las editoriales. Se cree que alguien manda un manuscrito, es aprobado de inmediato y al publicarse, el libro se convierte en un éxito de ventas y su autor en una super estrella literaria, famosa en el mundo entero. Nada está más alejado de la verdad.
Las editoriales no son instituciones que promueven y subsidian la literatura y las artes en general. Una editorial, a menos que se especifique lo contrario, suele ser una empresa que debe generar la suficiente ganancia económica como para mantener a una plantilla de empleados e invertir en la publicación de libros. Hay editoriales de todo tamaño, pero incluso las más pequeñas deben generar beneficio económico para sobrevivir y continuar publicando.
Esta obligación de generar ingresos es lo que, en gran medida, influencia la toma de decisiones sobre libros a publicar. Muchas veces, se declinan gran parte de los manuscritos propuestos, aunque estén bien escritos, porque la cantidad de obras que son enviadas para publicación sobrepasa las capacidades reales de producción de una editorial.
La sobre abundancia de plataformas de publicación y de editoriales, es un arma de doble filo en cuanto a las ventas y la visibilidad de obras de buena calidad. La competencia ante la cantidad de libros que se publican es abrumadora. Según datos de la UNESCO, cada año se publican aproximadamente 2.2 millones de libros a nivel mundial. Esta cifra no incluye las auto publicaciones o libros producidos por editoriales artesanales, que no son registrados con el número ISBN.
Es importante tomar en cuenta estos factores, sobre todo para quienes comienzan o piensan incorporarse al mundo de las publicaciones. He leído incontable cantidad de historias de nuevos escritores que se sienten frustrados y enojados cuando las editoriales no aceptan publicar sus libros o cuando son sometidos a un proceso de corrección y revisión de sus textos, un modus operandi no sólo normal sino deseable al publicar. A ningún lector le agrada leer un libro plagado de errores ortográficos o que tenga errores estructurales en su historia.
El funcionamiento del mundo editorial no se enseña ni se aprende en ninguna universidad, porque no existe una carrera que te enseñe todos los pormenores adicionales al oficio de escribir. Sin embargo, ya existen algunas universidades que ofrecen masters o diplomados que ahondan en todos estos procesos. Mucho de la dinámica editorial se va aprendiendo con la práctica, sobre la marcha. Además, cada editorial y sus correspondientes editores, pueden tener diferentes criterios y estilos de trabajo. Para los nuevos escritores, lo importante es preguntar e informarse lo mejor posible, para evitar futuros malos entendidos o decepciones.
Muy atrás quedaron los procesos de publicación donde editor y escritor establecían diálogos que buscaban sacar todo el brillo posible a una obra literaria. Hay casos muy famosos, como el de Gordon Lish, el reconocido editor de Raymond Carver. Pero también son notables las labores de Robert Gottlieb, quien trabajó con Joseph Heller, Toni Morrison y John Updike, así como Max Perkins, editor de Thomas Wolfe, F. Scott Fitzgerald y Ernest Hemingway, entre otros. A propósito de Perkins, recomiendo la película Genius (2016) de Michael Grandage, donde se cuenta la relación de Perkins con Thomas Wolfe. El argumento puede servir como un punto de referencia interesante para comprender la labor que realizaban los editores de antaño y cómo trabajaba con los escritores, sobreponiéndose al ego propio y ajeno, para lograr que las obras desarrollaran todo su potencial.
Algunos escritores nuevos que terminan rechazados para ser publicados en papel por alguna editorial, recurren a las plataformas de auto publicación e incluso a sus redes sociales, para dar a conocer sus manuscritos, pensando que el proceso editorial es algo innecesario. Pero cuando nos asomamos a su material, podemos comprender los motivos de los rechazos editoriales. Para ser escritor no basta con ser buen redactor, sino saber armar y contar una historia de manera coherente e interesante.
Es importante promover el diálogo entre editores y nuevos escritores, para que los autores emergentes comprendan los mecanismos de trabajo, las dificultades, las funciones y las expectativas de cada sector involucrado en la producción y venta del libro.
Eso quizás sirva para encontrar soluciones a los problemas que van surgiendo de toda esta transición entre las formas tradicionales de trabajo con las revolucionadas por el uso de las herramientas tecnológicas. Pero, sobre todo, ojalá ayude a que, sin importar el formato o la editorial, los libros que se publiquen y leamos a futuro incrementen su calidad literaria.
(Publicado domingo 26 de enero de 2025, sección de opinión de La Prensa Gráfica. Foto de Kerttu en Pixabay).

Pienso que editor y escritor son como una pareja que se quejan de su relación, pero en algún punto saben que no pueden vivir el uno sin el otro.
No creo que exista el escrito perfecto, incluso pienso que si tuviéramos que pulir un trabajo para lograr la perfección más cercana, nadie publicaría nada. Toda obra se suelta cuando el autor siente que más no la puede mejorar, y que ya es tiempo de dejarla ir.
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