Este año se conmemora el 125 aniversario del nacimiento de dos de las más renombradas figuras de la literatura salvadoreña: Salvador Salazar Arrué (conocido como Salarrué) y Carmen Brannon (conocida como Claudia Lars).
Salarrué nació en Sonzacate, departamento de Sonsonate, el 22 de octubre de 1899. Poco menos de dos meses después, el 20 de diciembre, nacería en Armenia, departamento de Santa Ana, Claudia Lars. Años después se conocerían, algo quizás inevitable para dos personas que comenzaban una carrera literaria en el reducido ambiente cultural del país.
Lars se dedicó sobre todo a la poesía, aunque también escribió numerosos artículos, muchos de ellos para la revista Repertorio Americano, una de las más importantes publicaciones culturales centroamericanas, fundada por el escritor costarricense Joaquín García Monge. Dicha revista se convirtió en uno de los espacios más relevantes para el debate intelectual de la época, donde numerosos escritores, no sólo de la región, sino también de Latinoamérica, publicaron artículos y ensayos. Otro de los autores publicados en ella fue también Salarrué.
Este se dedicó sobre todo a la narrativa, a través de cuentos y novelas que tenían dos vertientes: el retrato del mundo rural de su época y la recreación de mundos peculiares, nacidos de su desbordante imaginación, así como de su interés en temas espirituales y esotéricos. Salarrué también se dedicó a la pintura, complementando la creación de esos mundos imaginarios de manera visual.
No quiero cansar al lector repitiendo datos biográficos de ambos escritores, porque toda esa información nos fue brindada y repetida hasta el cansancio como parte de nuestros estudios escolares. Salarrué y Lars son parte del canon literario nacional, por lo que sus libros son (o fueron) parte de nuestras lecturas obligatorias. Esa obligatoriedad, junto con una forma desactualizada de transmitir la importancia de la obra de ambos, puede ser uno de los factores del desinterés actual de los jóvenes hacia su lectura.
En 1999, cuando se cumplió el centenario del nacimiento de Salarrué y Lars, la todavía existente Dirección de Publicaciones e Impresos publicó la narrativa completa de Salarrué (en tres tomos), y la poesía completa de Lars (en dos tomos). Ambos trabajos involucraron la participación de numerosas personas que colaboraron en las recopilaciones, las valoraciones literarias, cronologías históricas, compilaciones fotográficas y el complejo proceso de edición que culminó en ambas colecciones. Esto fue un hito en su momento, ya que mucha de dicha obra permanecía dispersa o agotada.
Desde el 2022, el repositorio virtual de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador (UCA), ha puesto a disposición del público la Colección Virtual Salarrué, la cual puede consultarse de manera gratuita. Esta consta de una minuciosa cronología sobre su vida y obra, galería fotográfica y una colección documental y hemerográfica. Falta todavía hacer una labor equivalente no sólo en referencia a la obra de Claudia Lars, sino también de numerosos escritores salvadoreños que conforman lo que podría considerarse una época dorada de nuestra literatura y que son los autores que hoy consideramos nuestros clásicos.
La presencia de las figuras de Salarrué y Lars es una referencia obligatoria para nuestra cultura. Sin embargo, es necesario refrescar la lectura de sus obras y analizarla desde un enfoque actualizado, que permita a las nuevas generaciones comprender su valor. Es común (y tristemente ofensivo) encontrar, por ejemplo, a población joven que se refiere a los textos de Salarrué como “bodrios” o como cosas incomprensibles y aburridas que no merecen leerse. De Lars ni hablan.
Es lógico pensar que hay cuentos de Salarrué que no se comprendan, no solamente por su lenguaje sino por su contenido. Muchos de sus cuentos reflejan la realidad rural de su época, una realidad que hoy es desconocida para muchos. Por otro lado, todo el interés de Salarrué sobre temas esotéricos y espirituales abarca otra parte de su obra que puede comprenderse desde el estudio de la teosofía, una disciplina de conocimientos espirituales y filosóficos que tuvo fuerte influencia entre toda una red de intelectuales de inicios del siglo pasado en Centroamérica.
Me gusta pensar en los cuentos de Salarrué, que tocan temas de la realidad rural salvadoreña del siglo pasado, como textos que rescatan memoria y que nos permiten atisbar en cómo vivían los campesinos de entonces. Por otro lado, no me canso de decir que el mejor archivo histórico del lenguaje urbano de San Salvador está contenido en Cuentos de cipotes, una colección de historias recopiladas y concebidas a partir de las conversaciones del autor con los niños que pululaban por el centro de la ciudad, muchos de ellos trabajando como “canillitas”, como se llamaba entonces a los vendedores de periódicos. Ese registro de vocabulario y del detalle de la realidad rural, encontró su mejor refugio en la ficción de Salarrué, donde pervive como un documento de memoria vivencial, fuera de la constricción del cinturón academicista o de la visión romántica de la porno miseria.
Salarrué y Claudia Lars son dos de nuestras figuras más representativas. Su obra está asociada, sin duda, a nuestra identidad como salvadoreños. Para expertos y académicos, la obra lírica de Lars es una de las más importantes de su época, aunque sigue sin tener su debido estudio y reconocimiento. Más reconocido es Salarrué, incluso a nivel internacional. Su libro Cuentos de barro suele ser ubicado como uno de los que más ha influenciado el cuento regionalista en español, llegándolo a comparar con El llano en llamas de Juan Rulfo.
Llama la atención que, para este aniversario, fueron pocas las actividades conmemorativas realizadas en torno a estos escritores. Hubo un conversatorio en la Universidad Tecnológica. También se publicó un número especial dedicado a Salarrué en la revista literaria El Escarabajo, que puede encontrarse en línea y que recomiendo leer. Hasta donde sé, el Ministerio de Cultura no llevó a cabo actividad o publicación alguna en homenaje a ninguno de los dos autores.
Sirvan estas líneas como un mínimo espacio de reflexión sobre el olvido y el descuido en el que vamos dejando caer a nuestros clásicos literarios.
(Publicado domingo 15 de diciembre, 2024, en La Prensa Gráfica. Foto: portadas de las ediciones de conmemoración de centenario, mencionadas en el artículo).
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Al menos el museo Marte rescata un poco la faceta de artista plastico de salarrue. Debieran hacer un parque alusivo a las letras salvadoreñas, con citas alusivas, asi como el “parque del amor” en Lima.
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