El 20 de agosto de 1989, los hermanos Lyle y Erik Menéndez asesinaron a sus padres, José y Marie Louise Menéndez, en su residencia de Beverly Hills, California. Seis meses después, los hermanos fueron acusados del crimen, tuvieron un par de juicios y en 1996, fueron condenados a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.
Durante el primer juicio, las abogadas defensoras basaron su caso en la revelación de un largo historial de violencia ejercida por los padres sobre los menores. Esto incluía abusos sexuales, manipulación psicológica y emocional, golpes, gritos e insultos. Según los detallados y perturbadores testimonios de los hermanos, los abusos comenzaron cuando tenían alrededor de 5 años y se prolongaron hasta pocos meses antes del parricidio, cuando Lyle y Erik tenían 21 y 19 años, respectivamente.
Los hermanos llegaron a la conclusión de que la única solución a su problema era matar a ambos, sobre todo después de que José Menéndez amenazó con matarlos si le decían a alguien lo que pasaba. La situación se agravó cuando Erik habló con su madre y ella le confesó que sabía de los abusos, pero que había optado por ignorar la situación.
Este crimen vuelve a estar en la discusión pública gracias a la aparición de la serie Monsters: The Lyle and Erik Menéndez Story, disponible en Netflix. La serie, de 9 episodios, fue escrita y producida por Ryan Murphy, el cerebro creativo detrás de la temporada anterior, dedicada a la historia de Jeffrey Dahmer, un asesino serial.
A nivel técnico, hay cosas que admiten mejora. El guion se me hace desordenado en la presentación de los eventos, con constantes saltos en el tiempo. Esto demanda una gran atención de parte del espectador para poder ir armando el hilo de los eventos.
Tampoco me gustó la caracterización de los personajes, en particular la de Lyle Menéndez y la de su padre, José. Sentí que estaban algo caricaturizados. De hecho, al comenzar a ver la serie, me dio la impresión de estar viendo una especie de sátira o comedia negra y no una historia dramática seria. Pero luego uno se va acostumbrando al tono y los eventos dramáticos se sobreponen a ello. La serie tiene también grandes aciertos. Las actuaciones de Javier Bardem y Chloë Sevigny, como el padre y la madre, son muy buenas. Sin embargo, las actuaciones de Nicholas Alexander Chávez (como Lyle) y Cooper Koch (como Erik) se imponen por su excelencia. Ambos actores tuvieron el reto de encarnar a un tipo de personajes con un rango emocional complejo y lograron realizar su trabajo de manera creíble.
El episodio número 5, titulado “The Hurt Man”, fue (para mí) el mejor. Dura apenas 33 minutos y fue filmado en una sola toma, una sola vez. Lo siguiente puede considerarse como spoiler, así es que, si no ha visto la serie, sáltese el párrafo completo.
La acción entera ocurre en un salón de la cárcel donde se ve a la abogada defensora Leslie Abramson (interpretada por Ari Graynor), escuchando a Erik, quien detalla los abusos sufridos por su padre. La cámara está enfocada en la mesa donde están los dos personajes y se va acercando a Erik a una velocidad imperceptible. Sin cortes, sin flashbacks, sin ningún tipo de interrupción. Esto obliga al espectador a concentrarse en la información que está siendo compartida. También le obliga a fijarse en la complejidad de las emociones que la evocación de dichos eventos provoca en el personaje. A nivel actoral, la actuación de Cooper Koch es merecedora de todos los premios posibles.
También me pareció muy buena la penúltima escena, cuando los hermanos son transportados a la cárcel, secuencia que transcurre al ritmo de la canción “Girl I’m Gonna Miss You” de Milli Vanilli, detalle que cierra una especie de círculo, ya que también escuchamos la misma canción en una escena del primer episodio.
Incluir este caso dentro de la serie Monsters me parece excesivo. El caso de los Menéndez y de Jeffrey Dahmer son totalmente diferentes y no tienen comparación en su nivel de maldad. Dahmer era un asesino serial y caníbal quien, consciente de su propia crueldad, pidió en su juicio la pena de muerte. Los Menéndez eran un par de muchachos que tomaron una decisión desafortunada al matar a sus progenitores, decisión movida por el miedo y la tensión constante en la que vivían. Dicho estado de ánimo les hizo realizar un acto atroz y su crimen no se justifica, pero no eran asesinos seriales, como Dahmer.
La serie, sumada a un par de documentales recientes que tratan este caso, ha creado todo un movimiento de jóvenes en Tiktok que abogan por un nuevo juicio, tomando en cuenta los atenuantes mencionados. A esto se suman las declaraciones de Roy Roselló, ex integrante del grupo Menudo, en las que acusó a José Menéndez (quien era ejecutivo discográfico y uno de los gestores del éxito de Menudo) de haberlo drogado y violado. Las declaraciones de Roselló corroboran, de alguna manera, las acusaciones de los Menéndez, cuyos alegatos de abuso fueron considerados como mentiras bien elaboradas en su momento. El caso de los hermanos Menéndez ha sido referente en numerosos documentales y programas de “true crime” contribuyendo, sin duda, a un enfoque sensacionalista del suceso. Pero lo que habría que retomar y analizar más a fondo es el tema de los abusos sexuales y la violencia intrafamiliar hacia menores de edad. Por desgracia, nos hemos acostumbrado a ver este tipo de violencia como algo “normal” cuando se refiere a niñas y adolescentes, pero se evita hablar del tema cuando los abusos sexuales son realizados contra niños y adolescentes varones por parte de padres, tíos, abuelos y otros hombres del entorno familiar.
No hablar de este tipo de abusos contribuye a su impunidad y también a que sigan reproduciéndose conductas que perpetúan la cadena de violencia.
Ojalá el renovado interés en el caso Menéndez permita que estos temas puedan, por fin, discutirse y tomarse en serio.
(Publicado en La Prensa Gráfica, domingo 6 de octubre de 2024. Foto still de la serie mencionada, con los actores de la serie, que emula una foto verdadera de la familia Menéndez).
