El próximo 20 de diciembre será estrenada en los Estados Unidos El Conde de Montecristo, la nueva versión fílmica basada en la novela homónima de Alejandro Dumas.
La película, una producción francesa, dirigida por Alexandre de la Patelliére y Matthieu Delaporte, con una duración de tres horas, viene precedida por comentarios muy entusiastas que la califican como una obra maestra. Aunque no quedó seleccionada, fue una de las cuatro películas participantes en la competencia para representar a Francia en la próxima entrega de los Premios Óscar de la Academia de Cine de Hollywood.
Las diferentes noticias que he leído sobre esta película me han hecho preguntarme por qué vuelve a filmarse esta historia, que ya cuenta con 40 versiones diferentes de cine y televisión (la primera de ellas, un corto de 14 minutos realizado en 1908 por Francis Boggs y Thomas Persons). ¿Por qué sigue siendo atractiva para el público esta historia, basada en uno de los grandes clásicos de la literatura?
La novela El Conde de Montecristo fue escrita por Alejandro Dumas, con la colaboración de Auguste Maquet. Dumas solía contar con ayudantes de escritura (lo que en su día fue conocido como “negros literarios” o “escritores fantasmas”) para ayudarle con esta extensa historia, que en su edición impresa consta de aproximadamente mil doscientas páginas. El desarrollo de la narración a lo largo de varios períodos históricos, que van desde 1815 hasta 1839, y la numerosa cantidad de personajes involucrados, más sus intrincadas relaciones, hicieron necesaria la colaboración de Maquet.
A pesar de ello, las primeras ediciones de la novela contaban con algunos errores que, poco a poco, fueron enmendados en las futuras ediciones que tuvo la obra. Fue inicialmente publicada en forma de folletín en el Journal des Débats, forma habitual de publicación de muchas novelas porque permitía un mayor acceso al público y mejores ganancias para su autor. La serie de publicaciones se realizó entre el 28 de agosto de 1844 y el 15 de enero de 1846. Su primera impresión en forma de libro se realizó en París por el editor Pétion, entre 1844 y 1845, en una edición que constó de 18 volúmenes.
El impacto que tuvo la historia entre los lectores fue indiscutible. Se convirtió en el libro más popular de la época en toda Europa, ya que su éxito inicial en Francia obligó a traducirla a toda lengua conocida. Es, y sigue siendo, la novela más popular de Dumas, rivalizando incluso la saga de Los tres mosqueteros, otro de sus populares títulos.
La historia narra la vida de Edmundo Dantés, un marino acusado de bonapartista y condenado a vivir como prisionero en el tenebroso castillo de If, una prisión en las cercanías de Marsella, de la cual sólo se sale muerto. El motivo de la captura de Dantés obedece a una conspiración de tres personas, cada cual con un interés particular en deshacerse de la presencia del marino. Después de años preso, un evento inesperado le permite escapar de la isla y comenzar a fraguar una meticulosa venganza contra aquellos que le hicieron mal.
Sin entrar en demasiados detalles, para no arruinar la lectura o la eventual vista de la película, la historia de Edmundo Dantés es la encarnación de aquel conocido dicho de que la venganza es un plato que se sirve frío. Pero limitarse a leer esta novela como una historia de venganza es pasar por alto varios otros temas que la misma toca. De hecho, en algún momento, el personaje central aclarará que lo que busca es, en realidad, hacer justicia, una justicia personal a la que, según él, las personas tienen derecho a recurrir cuando las autoridades, por corrupción o por conveniencia personal, no sirven a los ciudadanos sino a sus intereses particulares.
La lealtad, la amistad, la traición, la generosidad y numerosas reflexiones sobre temas como la pena de muerte, el suicidio, la soledad y la relación con la divinidad en tiempos de tribulación personal, son parte de los temas que toca la novela en diferentes pasajes.
La proximidad del estreno de esta película me ha hecho emprender la relectura de la novela, para refrescar detalles de la historia. La única vez que la leí fue en mi adolescencia, uno de los tantos libros que mi padre me regaló. Era la versión completa, en dos tomos gruesos de los cuales no pude despegarme hasta terminarlos. Recuerdo que la narración me causó una impresión profunda y que me indignó mucho toda la parte inicial de la injusticia cometida contra Dantés.
Ahora, releyéndola, puedo apreciar mejor su valor literario. Me he sorprendido pensando, en varios pasajes, sobre el profundo conocimiento que Alejandro Dumas debió tener sobre la naturaleza humana para describir, con tanto realismo, la mezquindad, la envidia, la altanería y la soberbia de quienes se piensan invencibles por poseer un título nobiliario o riquezas cuantiosas, pero también la profunda desolación interior que puede llegar a sentir alguien hasta perder todo deseo de vivir, como ocurre con Dantés cuando está abandonado a sus suerte en aquel encierro inhumano.
Justamente por eso es que El Conde de Montecristo continúa siendo una novela que apela a nuestra humanidad y que sigue resonando en quien la lea, a pesar de haber sido publicada hace 180 años. Aunque suele ser catalogada como una novela de aventuras, la complejidad de su historia y el retrato de este fascinante y misterioso personaje continúa atrayendo lectores (y también espectadores) de todos los tiempos, por la sabiduría con que su creador nos comparte la visión de su época y por la habilidad con que nos retrata la esencia humana, una esencia que no ha cambiado y con la que nos seguimos identificando tantos años después.
De ahí que un libro se convierte en un clásico literario, porque tiene todavía tanto que decirnos, no importando nuestra edad o lugar de origen. A eso se suma el indiscutible genio de Alejandro Dumas, a quien continuaremos leyendo mientras sigamos necesitando comprender los complejos laberintos del alma y la naturaleza humana.
(Publicado en sección de opinión, La Prensa Gráfica, domingo 22 de septiembre de 2024. Ilustración de uno de los folletines en que se publicó la novela El Conde de Montecristo, Wikipedia, dominio público).
