Uno de los libros cuya lectura más me ha impresionado es Estambul, ciudad y recuerdos del escritor turco Orhan Pamuk, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2006. El libro es un relato sobre su infancia y adolescencia, pero también una memoria cultural sobre su relación con la ciudad de Estambul. Una relación de amor, sin duda, pero también de bastante amargura, según señala el mismo autor.
Pamuk recrea diferentes aspectos de su vida personal y familiar, a la vez que nos describe la visión que tuvieron de la ciudad diversos personajes ilustres como Gustave Flaubert, Gerard de Nerval, Antoine Ignace Melling y diversos escritores turcos. Estambul es un personaje de esta narración, donde se habla de las transformaciones que han sufrido diferentes barrios, calles y edificios a lo largo de su historia y en los recuerdos de Pamuk.
Cuando terminé de leerlo, pensé que era necesario un libro así sobre San Salvador. Que alguien pudiera hilvanar sus recuerdos y vivencias con las diferentes transformaciones que ha pasado la capital y que, a través de ello, se pudiera reconstruir una historia de la ciudad desde la perspectiva de alguien que hubiera conocido San Salvador a fondo, que hubiera vivido sus metamorfosis y su crecimiento desordenado y que supiera reconocer el valor estético, cultural, histórico y social de nuestra capital.
Recordé el libro de Pamuk cuando me enteré de que el kiosco ubicado al centro del parque Simón Bolívar había sido demolido. El perímetro del parque está cerrado con láminas desde hace un par de años, para evitar acceso al mismo. Fotos tomadas con dron y publicadas por un par de periódicos, más personas que anduvieron por el lugar, confirmaron el derribo del kiosco y de las bancas.
Según un video emitido en septiembre del año pasado por la Gerencia de Prensa y Redacción de la Alcaldía de San Salvador, la actual remodelación costará dos millones de dólares. En el modelo animado puede verse que la estatua de Bolívar pasará a ocupar el centro del parque y que construirán senderos enladrillados y gradas, por lo cual es de suponer que parte de los árboles y zonas verdes serán sacrificados, como ha sido característico en remodelaciones similares de otros espacios públicos.
Según declaró el alcalde Mario Durán en ese mismo video, la reconstrucción dará lugar a un “espacio novedoso”, que convertirá este parque en el punto de entrada al Centro Histórico. En una entrevista televisiva, Manuel Rodríguez, director de Desarrollo Municipal de la Alcaldía, declaró que el parque contará con “un nuevo diseño”, lo cual a todas luces indica que el diseño original del lugar no será respetado.
El parque Bolívar es uno de los más antiguos de San Salvador. Su diseño data de 1908, aunque hay antecedentes de que dicha cuadra ya era utilizada como parque desde 1901. El kiosco y las bancas del Bolívar tenían una característica que los diferenciaba de otras estructuras similares, ya que contaban con decoraciones en forma de ramas, troncos y raíces de árboles, un estilo naturalista que los integraba al conjunto de árboles y plantas que abundaban en su entorno.
Esto también era parte del concepto utilizado en otros espacios similares del país: un kiosco al centro, del cual convergen senderos para caminar, bancas para sentarse y abundante vegetación, que permitía a los paseantes sentarse en medio del agradable micro clima creado por los árboles y plantas circundantes.
Los kioscos sirvieron también como centro de actividades culturales gratuitas. Se usaban para dar conciertos de música, sobre todo los domingos, cuando la gente paseaba por la ciudad o disfrutaba alguna golosina en las bancas de sus parques.
Según investigaciones del arquitecto y restaurador Joaquín Aguilar, el proyecto inicial de este parque estuvo a cargo de don Juan Munés, Director General de Parques en la época de su creación. El parque Bolívar sufrió numerosas restauraciones a lo largo de sus más de cien años de existencia. Todas esas restauraciones respetaron siempre su modelo y su concepto original.
Conservar los edificios y estructuras arquitectónicas urbanas es posible, siempre y cuando haya voluntad política y social para hacerlo. Pensemos en la reconstrucción de varias ciudades europeas que, después de haber sufrido daños considerables durante los bombardeos de la II Guerra Mundial, fueron reconstruidas después de minuciosos estudios e investigaciones para reproducir su arquitectura original. Uno de los ejemplos más notables de esto fue la reconstrucción de Varsovia, la capital polaca, cuyo casco antiguo se levantó de manera idéntica a como era la ciudad, antes de que sufriera la destrucción del 80 % de sus edificaciones.
Quienes conocimos San Salvador antes de la guerra, hemos visto cómo la ciudad se fue desplazando y creciendo hacia sus periferias, construyendo nuevos puntos de conglomeración y zonas comerciales donde, hoy por hoy, se dan los mayores espacios de convivencia pública.
La pérdida de la arquitectura original de la ciudad implica también la pérdida de costumbres y tradiciones que, de remate, no están quedando documentadas, ya que se comete el error de pensar que sólo los grandes eventos públicos son dignos de ser registrados. Por eso, descubrir Joya de Cerén fue tan importante, porque nos hablaba de la rutina de vida de nuestros ancestros, las personas comunes.
Las ciudades no son solamente un conglomerado de hierro, cemento y asfalto. Aunque no parezca obvio, las ciudades son también un testimonio patrimonial de la cultura, del concepto de la estética y de la historia de sus habitantes. Las ciudades pueden sufrir cambios dramáticos en su infraestructura debido a eventos como terremotos o incendios, pero también por conceptos como la modernización arquitectónica que impone la creación de conjuntos urbanísticos con variedad de estilos, muchas veces con resultados chocantes o desafortunados.
Las ciudades son también depositarias de la memoria social e individual. Aunque San Salvador parece más una ciudad llena de olvido y de historias borradas a fuerza. Poco quedará de nuestra memoria, si no hacemos el esfuerzo por documentar y darle la debida importancia a las transformaciones patrimoniales de las que estamos siendo testigos.
(Publicada domingo 21 de abril, 2024, sección de opinión de La Prensa Gráfica. Foto del parque Bolívar, con el kiosco al fondo, tomada por Juan Martínez, para Diario El Mundo).
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