Cine, Columna de opinión

Un año de buen cine

Escribo esta columna al día siguiente de anunciadas las nominaciones a los Premios Óscar, premio anual concedido por la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas a lo que sus miembros votan como lo mejor del cine.

Como cada año, después de dicho anuncio, el público discute sobre las ausencias y las personas o películas que, según muchos, debieron recibir una nominación. Mientras van y vienen nombres y argumentos, pienso que se pierde de vista el estado general del cine que conocimos el año pasado que, en mi opinión, aportó muchísimas producciones de gran calidad. Me arriesgo a decir que el 2023 fue un año de buen cine.

En años anteriores, parecía que el cine se había estancado, sobre todo a nivel argumental, al punto que el cine de acción y super héroes tomó protagonismo. Renombrados directores saltaron a descalificar dicho género, manifestando su preocupación por el impacto que han tenido las plataformas de streaming en cuanto a la producción y los hábitos de los espectadores para ver películas. Hubo también varios intentos de hacer nuevas versiones de algunos clásicos y de convertirlas en versiones políticamente correctas, que pasaron sin pena ni gloria y que, por supuesto, no pudieron superar a sus originales. Dio la impresión de que los guionistas se habían quedado cortos de ideas. Pese a ello, el cine europeo, japonés y coreano, supo aportar propuestas que, en muchos casos, se enfocó en construir historias con mensajes poderosos, sin necesidad de forzar su narrativa para complacer grandes audiencias.

Podría pensarse que ese impasse creativo no tenía mayor importancia. Pero si lo pensamos desde el punto de vista de la crisis post pandemia, en que las salas de cine, grandes y pequeñas, trataban de volver a los niveles de asistencia anteriores, la necesidad de crear un cine atractivo era vital para estimular a las personas a regresar a las salas y evitar el cierre de éstas. Era imprescindible proyectar películas que rompieran el hábito de quedarnos en casa y verlas en nuestras pequeñas pantallas. Retornar a los niveles de asistencia pre pandemia fue un camino cuesta arriba.

El año pasado se dio un fenómeno curioso, cuando dos esperadas películas, Barbie de Greta Gerwig y Oppenheimer de Christopher Nolan, se estrenaron el mismo fin de semana, el 21 de julio. Esto originó el llamado Barbenheimer, una manera de nombrar la supuesta rivalidad entre dos películas de naturaleza tan opuesta, que generó además una reacción masiva que hacía años no veíamos.

Para ver Barbie, muchísimas personas acudieron vestidas del rosado característico de la famosa muñeca. Parte del fenómeno también comprendió el reto de ver ambas películas el mismo día, lo cual implicaba una inversión sustancial de tiempo, ya que Oppenheimer dura tres horas. Pero también implicaba pasar de una comedia a un drama (o viceversa) en la misma sentada. Oppenheimer también atrajo a multitudes, a pesar de su longitud y de las siempre complejas construcciones fílmicas de Nolan.

Ambas películas superaron todas las expectativas. Barbie recaudó más de mil millones de dólares en entradas. Oppenheimer no se quedó atrás y al poco tiempo recaudó mil millones también. Fue un empuje importante para terminar de convencer a los espectadores que, muchas veces, el cine se disfruta mucho más, no sólo al verse en pantalla grande, sino al compartir el momento con otros cinéfilos igualmente identificados con el tema de una película.

Las producciones cinematográficas del año pasado mostraron una gran diversidad de historias y niveles de producción. Elegir entre ellas “la mejor” puede resultar una tarea muy complicada porque la diferencia argumental es tal que compararlas para seleccionar sólo una, siempre dejará la sensación de que se comete una injusticia con las no seleccionadas

Para que una película gane o no un premio se invierten también millonarias sumas de dinero en propaganda y relaciones públicas, que complementarán los valores, reales o magnificados, de cada una.

Pienso, por ejemplo, en Maestro, dirigida y protagonizada por Bradley Cooper, película basada en la vida del conductor Leonard Bernstein. Tuve grandes expectativas, pero me quedó debiendo. El personaje de Bernstein nunca terminó de despegar, de darse a conocer. Parecía que estaba tan encerrado en sí mismo, que estaba lejos. Imposible dilucidar sus conflictos internos y, por lo tanto, no era posible empatizar con él. Mejor desarrollo tuvo el personaje de Felicia Montealegre, su esposa, interpretado maravillosamente por Carey Mulligan. A pesar de la buena fotografía de algunas escenas, me quedé con la impresión de que Cooper se empeñó en hacer una película para que lo tomaran en serio como actor y director. Su intencionalidad se notó demasiado.

Los premios al cine y las expectativas que van creando también pueden servir como una guía para conocer largometrajes, cortos, documentales y animaciones que están fuera de nuestro radar, sobre todo en países como el nuestro, donde la cartelera de los cines está limitada a lo que se espera atraerá a mayor cantidad de público. Sin contar con cine clubes y sin mayor tradición de escribir o hacer crítica de cine, a los cinéfilos nos toca buscar recomendaciones en diversas plataformas.

Una de las cosas buenas que quizás podemos extraer de las redes sociales son los comentarios o recomendaciones emitidos por algunas cuentas que nos animan a ver cine no comercial y apreciar sus historias y recursos, lejos de las estridencias de las superproducciones. Por esas recomendaciones llegué a películas como Cerrar los ojos de Víctor Erice, Monster de Kore-eda Hirokazu, Past Lives de Celine Song, The Holdovers de Alexander Payne, Saltburn de Emerald Fennell, Priscilla de Sofia Coppola, todas aparecidas en el 2023; así como Las bestias de Rodrigo Sorogoyen y Godland de Hlynur Pálmason, ambas del 2022.

Todavía me falta ponerme al día con algunas de las nominadas y ganadoras de los premios más importantes. Pero, coincidamos o no en cuanto el gusto por una u otra película, espero que este año sea igual o más emocionante para el cine que el año pasado. Ya hacía falta.

(Publicada en sección de opinión, La Prensa Gráfica, domingo 28 de enero, 2024. Imagen de OsloMetX en Pixabay).