Columna de opinión, Cultura

Flores chinas

 Se sabe que los juegos pirotécnicos se originaron en la antigua China. Como muchos inventos, su descubrimiento fue casual. Algún cocinero hizo experimentos combinando caña de bambú, azufre, sal y carbón, lo que provocó una pequeña explosión en su cocina y la emisión de una bellísima bengala centelleante.

La pólvora ya era utilizada con fines militares. Los niños, como entretenimiento, tiraban al fuego tallos de bambú, que provocaban explosiones de fuerte sonido. Con el tiempo, los tallos fueron rellenados con pólvora, hojas de papel y una mecha, naciendo así los primeros petardos o cohetes. Se fueron haciendo mezclas con otras sustancias químicas que llevaron a la creación de los fuegos artificiales o “flores chinas”, como las llamó el cronista sirio Hasan al-Rammah. Su origen tenía que ver con el uso militar de la pólvora, ya que era necesario crear humo de varios colores para enviar mensajes a gran distancia. No faltó mucho para que fueran adaptadas como forma de entretenimiento para los emperadores.

Los mongoles y los árabes contribuyeron a la difusión de la pirotecnia por el mundo. Durante la expansión de los árabes por el norte de África y España, se usó la pólvora como arma de guerra, pero también como forma de celebración cuando se ganaba alguna batalla. Esa costumbre se expandió a Italia, en particular a Sicilia y Venecia, ciudad donde la pirotecnia se convirtió prácticamente en un arte durante el siglo XVI.

Las cortes reales de Europa adoptaron con entusiasmo la nueva forma de diversión y la refinaron a escalas monumentales, convirtiendo los fuegos artificiales en un rasgo de ostentación de riqueza y de poder. Los espectáculos involucraban coreografías complejas de formas y colores, elaboradas con descargas de numerosos cohetes, morteros aéreos, fuentes de fuego y ruedas flameantes, usadas para celebrar matrimonios, bautizos y otros eventos.

En 1749, el rey Jorge II de Gran Bretaña comisionó al músico germano Georg Friedrich Händel la composición de una pieza musical para acompañar un espectáculo de fuegos artificiales. Estos serían lanzados para celebrar el final de la Guerra de Sucesión Austriaca y la firma del tratado de Aquisgrán. Fue así como Händel compuso Música para los Reales Fuegos Artificiales, una de sus piezas más reconocidas. El estreno tuvo lugar el 21 de abril, en un ensayo general público realizado en los jardines de Vauxhall. Se estima que al evento acudieron más de doce mil personas, ocasionando un congestionamiento de carruajes en el Puente de Londres, única ruta para llegar a aquel lugar.

El espectáculo oficial tuvo lugar seis días después, pero fue desastroso. El clima lluvioso hizo que varios de los cohetes fallaran y el pabellón de madera, fabricado para albergar a los músicos, tomó fuego, al igual que el vestido de una asistente. Dos soldados resultaron quemados y un tercero quedó ciego.

El rey Luis XVI de Francia gastó una fortuna en fuegos artificiales en enero de 1782, para festejar el nacimiento de su hijo varón, tras once años de matrimonio con la reina María Antonieta. El evento tuvo lugar frente al Hotel de Ville en París y costó a los soberanos su cabeza, literalmente. La frivolidad excesiva indignó a la ya de por sí agitada población, que sufría de hambre y condiciones de vida atroces. Diez años después, la Convención Revolucionaria que gobernaba Francia, seguía pagando la deuda de aquellos juegos pirotécnicos.

Los españoles introdujeron la pirotecnia a América, que muy pronto fue adaptada a los festejos locales. Las fiestas religiosas o políticas, eran anunciadas con pólvora. En El Salvador, se popularizó el cohete de vara, de elaboración artesanal. Para ello se utilizaba vara de castilla con pólvora apelmazada y mecate humedecido con brea. La cohetería se convirtió en un oficio como tantos otros. En algunos lugares, como en San Vicente, sigue siendo una tradición familiar.

El país adoptó el uso de cohetes de diverso efecto para todo tipo de celebraciones. Las fiestas patronales de cada municipio comenzaban con las llamadas “alegres alboradas”, a buen 5 de la mañana o incluso antes. Todo tipo de evento comunal era anunciado por las típicas explosiones dobles de los cohetes de vara. Algunas familias los reventaban para los bautizos, casamientos, cumpleaños y onomásticos.

Las acciones armadas de los años 70 y 80 dejaron una grave secuela en la población, al punto de que como salvadoreños aprendimos a distinguir las balas de los cohetes. Para unos sigue siendo motivo de broma dicho detalle. Para otras personas, el sonido todavía causa nerviosismo, ligado sin duda a traumas del pasado.

 La modernidad ha llevado a tomar conciencia de los riesgos, problemas de salud y medio ambiente que provoca el uso de la pólvora. El humo resultante de las explosiones contamina el aire, dejándolo cargado de micropartículas nocivas que respiramos sin poderlo evitar. Esto ocurre sobre todo durante la temporada de fin de año, cuando las reventazones son intensas y numerosas. El ruido estresa a los animales, tanto domésticos como salvajes. Ni qué decir de la lamentable cantidad de accidentes que ocurren entre niños y adultos al manipular cohetes. Algunos seres perversos, que no pueden ser llamados humanos, incluso los utilizan para torturar y matar a los animales callejeros.

Aunque los fuegos artificiales pueden ofrecer una vista agradable, también contribuyen a la contaminación, el estrés, incendios, mutilaciones y la muerte. En particular riesgo están quienes deben activar dichos materiales. También corren riesgo los vendedores de pólvora y las personas que los elaboran.

En algunos países, incluida China, ya se están realizando espectáculos con drones que forman figuras y luces en el cielo, para sustituir o complementar los fuegos artificiales. De hecho, el reciente show de Luces Campero utilizó esta modalidad, como parte de su evento.

En lo personal, los drones no me impresionan para nada, aunque comprendo que es necesaria una alternativa menos contaminante, peligrosa y estresante para marcar las celebraciones públicas.

Terminada esta reflexión sobre una de nuestras formas de celebración, aprovecho el momento para desear a usted y los suyos una tranquila, sana y feliz Nochebuena.

(Publicado en la sección de opinión, La Prensa Gráfica, domingo 17 de diciembre, 2023. Ilustración de los fuegos artificiales para el Duque de Richmond en Whitehall y en el río Támesis, el 15 de mayo de 1749. Imagen de dominio público).


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1 comentario

  1. Avatar de Salvador Camposvalle
    Salvador Camposvalle says

    Interesante que no le llame la atencion sin polvora; recuerdo que en Alemania solo es permitido en determinados días su venta y su uso, y hay una gran preocupacion por la contaminacion ambiental, tanto del aire como del ruido y la basura. Una solucion muy moderna sería comenzar a hacer eventos con luz laser, que puede ser muy controlada, y quizas usar musica clasica o de otra indole en vez de las explosiones. Un día debemos de avanzar de las costumbres antiguas y hacer mejores costumbres.

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    • Avatar de Jacinta Escudos

      Me temo que no me di a expresar de la mejor manera. Mi idea era indagar de dónde viene la costumbre de festejar con pólvora cualquier y todo evento. A mí en lo personal no me gusta, para nada. Tengo gatos y veo cómo se alteran con los bombazos. También pienso en las aves que mueren como resultados de la pólvora, eso sin mencionar lo de la contaminación y los accidentes o incendios que pueden ocasionar.
      No me llaman la atención los drones ni los shows de luces, pero eso es un gusto personal. Por supuesto que hay que terminar con esta costumbre, por las consecuencias negativas que tiene.
      Gracias por comentar y por permitirme el espacio para aclarar mi texto.

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Los comentarios están cerrados.