En 1987, la UNESCO encargó a la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas (IFLA, por su sigla en inglés), hacer una investigación para definir el concepto y funciones de las bibliotecas nacionales. Esta definición es importante para comprender sus objetivos y para distinguirlas de otro tipo de bibliotecas, cuyos destinatarios finales tienen intereses y necesidades diferentes.
La UNESCO distingue seis tipos de bibliotecas: las nacionales, las universitarias, bibliotecas especializadas, las no especializadas, bibliotecas escolares y bibliotecas públicas. La IFLA, por su parte, señala que hay trece tipos de bibliotecas (aunque algunas podrían incluirse dentro de la clasificación de bibliotecas especializadas).
La American Library Association (ALA) tipifica a las bibliotecas de manera más general: escolares, públicas, nacionales y especializadas. En dependencia de la división interna de cada país, algunas asociaciones incluyen dentro de esta clasificación a las bibliotecas comunitarias, ubicadas para brindar servicio a una zona geográfica específica.
Sin importar la institución o el número de clasificaciones, todas coinciden en que para calificar como “biblioteca nacional” debe cumplir con funciones específicas. Las principales son la adquisición, clasificación, conservación y difusión de ejemplares de todas las publicaciones impresas en un país. Esto abarca no sólo libros, sino también revistas, periódicos, panfletos, carteles, primeras ediciones, ediciones conmemorativas, etc.
Una biblioteca nacional debe, además, recopilar todo tipo de bibliografía nacional, sea tapa dura, tapa blanda o libros artesanales, ya que de lo que se trata es de conformar el más completo y exhaustivo registro de publicaciones locales. También es parte de sus funciones reunir y coleccionar obras publicadas en el extranjero con temas relativos al propio país y hacer intercambios con instituciones similares para enriquecer el acervo cultural. Todas esas publicaciones constituyen el patrimonio bibliográfico de un país.
La evolución de la tecnología ha permitido que dichas bibliotecas aprovechen una serie de herramientas para mejorar la preservación de los libros y documentos antiguos. También ofrecen nuevos servicios, como la tramitación del ISBN (siglas en inglés del International Standard Book Number, en español “código internacional normalizado para libros”). Este número es un identificador único que se asigna a cada libro y que permite saber datos básicos tales como título, editorial, tirada, autor, extensión, materia, país, traductor, lengua original, etc.
Por otro lado, la digitalización de documentos en papel contribuye a que los originales sufran menos desgaste por la manipulación de los materiales, aumentando su durabilidad. Los documentos más antiguos pueden preservarse para ser consultados en condiciones especiales, incluyendo el uso de guantes y mascarillas. Así mismo, aparatos reguladores de humedad y temperatura permiten que puedan albergarse en condiciones que limitan, lo más posible, el deterioro del papel y la invasión de insectos, hongos o bacterias, algo importante en países como el nuestro, donde el clima puede afectar el papel o las tintas de manera fatal.
La tecnología ha supuesto también retos y posibilidades interesantes. El rastreo y la preservación del material intelectual trasciende al papel y abarca hasta lo digital. La Biblioteca Nacional de España (BNE), por ejemplo, tiene ocho años consecutivos de realizar una recolección masiva de sitios web pertenecientes al dominio .es, superando los dos millones de sitios web guardados.
La BNE ofrece, además de libros, el acceso a manuscritos, discos de vinilo y de pizarra, cintas, dibujos, partituras, mapas y grabados. Como parte de sus actividades, el pasado 24 de noviembre abrió la exposición “Malos libros: la censura en la España moderna”, donde el público podrá ver 94 obras originales (de las cuales 87 pertenecen a la BNE).
Hasta este año 2023, la IFLA tiene registrado un total de 312 bibliotecas nacionales alrededor del mundo. Las bibliotecas más comunes son las escolares (hay más de 2.2 millones de ellas) y luego las públicas (con 409,963 registradas). Las bibliotecas nacionales no deben confundirse con otro tipo de bibliotecas que combinan diverso tipo de espacios o que se dirigen a grupos poblacionales específicos.
Al conocer las funciones de una biblioteca nacional, se comprende su importancia para la conservación y difusión del patrimonio intelectual de un país. Son instituciones que se enorgullecen de sus fondos bibliográficos, de sus adquisiciones y de la contribución que se hace, a través de ellas, a la formación y preservación del acervo intelectual de un país. Son lugares no solamente para leer, sino sobre todo para investigar, conocer, reflexionar, buscar información, redondear ideas y crear conocimiento. Son espacios y recursos necesarios para investigadores académicos, estudiantes de todo nivel, historiadores, lingüistas, ensayistas, periodistas, traductores, cronistas, escritores de ficción y no ficción y todo lector curioso, apasionado por los documentos que rastrean nuestras historias, nuestro pasado y nuestra creatividad.
Al inaugurarse lo que hoy se llama Biblioteca Nacional de El Salvador se hizo escasa mención de todos los aspectos anteriores y que son la razón de ser de una institución que se denomina de dicha manera. Llama la atención la abundancia de recursos lúdicos y pedagógicos, enfocados a niños y jóvenes. No es que eso esté mal per se, pero son recursos propios de una ludoteca o de museos interactivos. También existen espacios temáticos sobre libros populares y comics, que no son de autores salvadoreños y que no tienen nada que ver con nuestra cultura.
Según la descripción proporcionada por el Ministerio de Cultura, apenas un nivel, el cinco, contará con la Colección General. Cabe suponer que se refieren a los múltiples libros y documentos de consulta de la anterior biblioteca. El mismo nivel albergará además el Archivo General de la Nación, pero las personas que atienden las visitas guiadas (que es lo único que puede hacerse) no tienen idea de cuándo estarán disponibles al público, ya que todavía no han sido trasladados al nuevo edificio.
Es importante saber cuáles son las funciones propias de una biblioteca nacional para no dejarse deslumbrar por un edificio de 54 millones de dólares, donde abundan los juguetes tecnológicos. Porque el patrimonio intelectual de una nación, representado en los libros y documentos que alberga, trasciende todo valor económico y es, o debería ser, nuestro verdadero motivo de orgullo.
(Publicada en sección de opinión, La Prensa Gráfica, domingo 3 de 2023. Foto de portada: G.C. en Pixabay).
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Muchas gracias, no sabía de esa clasificación de las bibliotecas
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